viernes, 28 de diciembre de 2012

1. Pablo






Despierta sin abrir los ojos, como siempre que se despierta. La diferencia está en que se encuentra sentado y eso lo alarma cuando se da cuenta, entonces abre los ojos y siente la oscuridad y quiere mirar. 
Parpadea sin querer, pero queriendo, como disimulando en un estado de alerta, intentando algo que no funciona por las dudas de que sí lo haga, pero no pasa nada y todo sigue oscuro, y esa oscuridad es densa, densísima, es la negrura del alma más negra. 
Un sobresalto lo hace tener el acto reflejo del movimiento y quiere pararse de inmediato pero no puede porque algo lo tiene atado a la silla, aunque no siente nada, ni cuerdas ni esposas. Nada. Tampoco puede mover la cabeza cuando quiere ver que es lo que no le deja mover las extremidades. Solo puede, aún intentándolo con toda la fuerza de su cuerpo, estar inmóvil, mirando hacia el frente, los brazos caídos hacia los costados, las piernas flexionadas a noventa grados con las plantas de los pies apoyadas completamente contra el suelo. Mover los ojos y parpadear también. Eso sí puede hacerlo.
Hay silencio, un silencio que inunda toda la negrura que lo envuelve; sin embargo una presencia, algo que no se ve y que no se escucha pero que evidentemente puede sentirse anda dando vueltas.
Siente escalofríos, se pregunta que hace ahí y que es ese lugar. No entiende cuales son las razones por las cuales alguien podría estar haciéndole algo así, encerrándolo y sujetándolo de esa manera en aquel sitio tan oscuro que parece infinito y pesado. 
Quiere gritar y no puede. La voz no le sale. Lo que hace entonces es llorar y preguntarse porqué.
Sintiendo que está por explotarle el corazón y que cada segundo que pasa es una eternidad, empieza a contar. 
Al cabo de un rato calcula que el tiempo que pasó antes fué corto, apenas unos cinco minutos. Entonces entre el tiempo de antes y este en el que estaba contando, sumados, dan siete u ocho si no está calculándolo mal.
Pasan apenas dos o tres minutos más y Pablo ya está acostumbrándose a esta oscuridad y dejando de sentir la nebulosa que trae el no entender que pasa, pero de imprevisto, un golpe certero desde atrás, como de un cachetazo en la nuca, lo vuelve a hundir y esta vez además termina aturdido, con un silbido insoportable en el oído derecho. 
Le duele, y le duele mucho.
Pablo intenta recuperarse, pero antes de poder hacerlo otro golpe, esta vez del otro lado y tan fuerte como el primero lo vuelve a dejar prácticamente estúpido, con un peso en el cuello casi desmesurado. Es ese peso que se siente cuando uno no puede hacer nada contra lo que se viene y que se llama impotencia. 
Al final del dolor vuelve en sí. 
La negrura eterna de nuevo, el peso de esa densidad oscura en cada centrímetro cuadrado de su cuerpo metiendo presión, la falta del aire, el pensamiento que le dice que tal vez eso sea un sin salida, un laberinto en el que no sabe como terminó, un laberinto sin caminos, sin paredes por las cuales dar vueltas pero laberinto al fin, un laberinto oscuro y eterno en un terreno abierto que no se muestra.
Desesperado vuelve a intentar mover las manos y las piernas, y desesperado se da cuenta de que tampoco puede hacerlo esta vez. Vuelve también a intentar hacer pasar el sonido de su alma que está llegando a un lugar sin vuelta atrás, por sus cuerdas vocales en forma de grito que alivia pero tampoco puede. No puede dejar salir nada.
Esta vez trata de respirar tranquilo para poder estabilizar los temblores que empieza a padecer y que el corazón deje de latir a la velocidad de la luz y otra vez casi logra la calma, al menos la que le puede permitir pensar con tranquilidad acerca de aquello, cuando siente que se está yendo para adelante. Por lo que le parece, las patas delanteras de la silla se están inclinando hacia adelante con lentitud, y es tanto que llega a sentir como la presión de la caída le arrastra la cara con fuerza, hasta que parece quedar en caída libre y entonces es rápido, y da la vuelta completa, hasta quedar de nuevo en la posición que tenía en un principio. 
Parece que no lo quieren dejar tranquilo. 
Pablo está nervioso, y claro, no es para menos.




Sigue acá  ---------------->     Pablo y la voz



viernes, 21 de diciembre de 2012

Feliz cumpleaños



Yo te amo tanto que no puedo despertarme sin amar
                            
                                       (Luis Alberto Spinetta)





Las guirnaldas aparecieron sencillas colgando sobre la puerta abriéndose, y me hicieron lugar para pasar. Entonces entré en tu vida.
Hubo encuentros y despedidas los primeros tiempos. 
Los encuentros fueron de colores y nos sorprendieron todas las veces desbordando todos los sentidos y los sentimientos, porque tanto amor que es verdadero y que se encuentra como un estallido, rebalsa y cae en el otro. Las despedidas parecieron oscuras pero estuvieron siempre cubiertas de la ilusión de un reencuentro inminente.
Durante un tiempo fué así. 
Pasamos después a necesitarnos como las mariposas a un día soleado y fresco pero con poco viento, y nos cayeron días de tormenta pero supimos aferrarnos a la primavera que somos juntos.
Un día fue infierno, y caímos, vos sobre una roca, casi a salvo pero no, ya estuvieron las marcas de los rasguños en tu alma, y yo, sobre la lava ardiente del volcán que fui en ese tiempo.
Volvimos a ser primavera, luego de que las estaciones pasaron y comenzaron un ciclo nuevo.
Estuvimos después atentos, más que nunca. Bebimos juntos de la misma copa. Estuvimos temerosos de que el carnaval nos atrape para siempre entre los redobles de los tambores que solo saben reflejar tristeza infinita. Supimos salir, y rajar a tiempo, mi amor, hacia lo que sabemos que podemos ser juntos.
Nos hicimos uno, con tormentas de invierno, con días de verano, y pasamos el tiempo sin perderlo y sin olvidarlo. Hicimos el amor y dormimos abrazados a la luz de nuestro cielo personal. 
Hubo tiempos dichosos, y un día caímos otra vez, pero esa vez en el mismo lugar, y nos mantuvimos de la mano, entendiéndonos, porque ya nos sabíamos, porque ya vos eras yo, y yo era vos. Y era así, juntos, aún siendo nosotros mismos también. 
Una aliada compañera, Pipistrela mágica, llegó para acompañarnos. Ella también es amor para siempre con nosotros. 
Creamos todo nuestro mundo. Supimos ser y compartir, ceder y permitir. Aprendimos.
Buscamos además y después de varios años, crear algo que sea más allá de nosotros, pero que resulte a partir de ese amor que es nuestro. 
Nos costó mucho y fue difícil, muy difícil, intentar que esa vida entre tantos intentos y tantas expectativas no nos desgaste, pero como siempre mi amor, lo hicimos vida. 
Y fueron dos vidas. Dos vidas infinitas que escaparon a todas las expectativas que podríamos haber tenido. Fueron  todos los días luego de esas vidas que llegaron, una vida nueva. 
Cargamos el deseo de ser viejos y andar de la mano, hasta la muerte mi amor. Y vamos a pasar los años sabiendo que cualquier tormenta sabremos atravezarla para volver a ser primavera.
Todos estos años y todo esto que revienta cada vez que te encuentro en todo lo que haces y en todo lo que sos, y que es el amor, nos hace eternos. 
Soy infinito en esa casa, nuestra casa. 
Que los cumplas muy feliz, este año y todos los años.



Aunque me fuercen yo nunca voy a decir
que todo tiempo por pasado fue mejor
mañana es mejor



                             (Luis Alberto Spinetta)








jueves, 20 de diciembre de 2012

Sentate que te cuento





-Me dijeron que Papá Noel son los padres.

Asi empezó apenas salió del colegio. Ni un beso, ni un hola, ni nada. Así.
El Papá se quedó sin aliento imaginate. Lo miró, le dió un beso y después la mano, y empezó a caminar sin decirle nada, tratando de asimilar la sorpresa y prolongando lo que sería un silencio interrumpido para no terminar contestando cualquier cosa de la que seguramente terminaría por arrepentirse.

-Y?, Es verdad?, interrogó Sebastián.
-No, le dijo. 
-No? En serio?, porque el chico que lo dijo estaba segurísimo y hasta dijo que los Papás le dijeron que sí, que no. Que no existen, digo.
-...

Pensó en cuando él se enteró de tremenda verdad, de cuando su Padre le dijo sin más sutilezas que Papá Noel no existía cuando él tenía ocho, justo los años que tiene su hijo ahora. Como son las cosas que nos tocan pasar que hasta algunas parecen casualidades. 
Había pensado en decírselo pero no hasta el año siguiente al menos. 
Tal vez es lo mismo este año que el que sigue, pensó,  pero le pareció que igual todavía no. Los padres tienen que mantener la niñez en el tiempo en el que se tiene que ser niño. Al menos intentarlo che, que tanto.
Todavía puede mantener la ilusión, se dijo, y enseguida pensó también que cuando uno se entera de ese tipo de cosas la infancia ya no es lo que era. Uno se entera de que Papá Noel, o los Reyes magos, o el Raton Pérez, no existe, y todas las cosas cambian y ya la infancia se va desdibujando y entonces la inocencia se va perdiendo como se está perdiendo tanto en estos tiempos, y tan temprano. Pensó que mejor todavía no decir nada. A él le gustaba ver como todavía su hijo mantenía esa luz clara, todavía virgen, como un baúl lleno de juguetes para armar, que tienen los chicos, esa luz que ya no encontraba en si mismo pero que sí podía ver en el chico.

-Y Pa?, insistió Sebastián.
-Y qué?
-Que si es verdad que Papá Noel son los padres!?
-Pero si ya te dije que no porque seguís preguntando?
-Porque cuando vino el chico este y nos contó y no le creímos trajo a otro más grande que dijo que él también sabía que Papá Noel son los padres.
Pendejos del orto, pensó el Papá.
-Estaban mintiendo esos pibes.

Caminaron en silencio las dos cuadras que los separaban de la casa. El Papá pensando en como responder a la catarata de preguntas que se le estaba por venir, porque sabía que Sebastián no se iba a rendir frente a la simpleza de un “no” como respuesta, y Sebastián empezando a prepararse para escupir las preguntas para todo eso que quiere saber, apenas pueda encontrar todas las palabras.

Tres casas antes de llegar a la suya Sebastián no aguantó más y le dijo, -Es como cuando te pregunto porqué si, y me contestás porque sí.
-Que cosa?
-Que me contestaste que no y que los pibes estaban mintiendo y te quedaste callado.
-...

Entraron a la casa. Sebastián fué a su cuarto a dejar las cosas del colegio y el Papá a tomar algo a la cocina. 
Sebastián entró.

-Y?, insistió Sebastián
-Vení, sentate que te cuento, dijo el Papá. 
-Si? 
-Si. Papá Noel existe. Y entiendo las dudas y que escuchaste en el colegio que es todo mentira y que se yó. Pero no, te digo que Papá Noel si que existe. 
-Y cómo es que puede llevar los regalos a todos los chicos en el mundo en una sola noche? 
-Fácil. Papá Noel puede viajar en el tiempo. 
-Pero como puede estar en todos lados al mismo tiempo?. Si un chico me dijo que el año pasado fué a las doce a su casa y otro me dijo que también fué a las doce a la casa. Y también fué a las doce a la casa del Tío. Yo lo ví.
-Ya sé que no puede estar en todos lados al mismo tiempo por eso te digo. Viaja en el tiempo. Cuando termina de dejar los regalos en una casa vuelve en el tiempo y se va para la otra y claro, me olvidaba, puede viajar tambien en el espacio, teletransportarse.
-Ah, no entiendo.
-Es como cerrar los ojos y ya estar en otro lugar de solo pensarlo. Por eso dicen que Papá Noel es mágico, porque puede viajar en el tiempo y dar saltos en el espacio. 
-Entonces en un segundo se vuelve a las doce pero en otra casa?
-Claro, viste que fácil es entender porque Papá Noel puede?. Imaginate esto: deja los regalos en una casa así de contento como se lo ve siempre y en algunas hasta se queda a entregárselos a los chicos personalmente, como hizo el año pasado en la casa del Tío Carlitos te acordás?, después de eso se va, vuelve en el tiempo, a la misma hora que cuando llegó a lo del Tío suponete, viaja en el espacio y se va para otra casa y así con todos los regalos. Entonces al mismo tiempo que está en una casa también está en la otra y así se va repitiendo hasta que esta en todas se entiende?. 
-Mmm, creo que sí.
-O sea, es el pasado en el presente y claro, es dificil saber cual es el Papá Noel del presente y cual el del pasado pero en realidad es el mismo. Y así sigue, como te dije hasta que termina de llevar todos los regalos a todas las casas de todos los chicos en todo el mundo. Y siempre parece al mismo tiempo. De hecho el buen hombre llega a su casa para brindar con su esposa y con los duendes también por todos los regalos entregados y por las vísperas de la navidad. Y al final se duerme mirando en una pantalla mágica a todos los chicos jugando con sus regalos hasta que se van a dormir. Entonces, Papá Noel entrega así sus regalos. 

Sabe que confundiéndolo con temas como los del tiempo y el espacio y hablando de algo mágico puede ganar, al fin y al cabo es un chico y tiene la habilidad de creer todavía en la magia y también la debilidad de no poder sostener la racionalidad de algunos conceptos todavía.

-Y como es que en el polo norte no se muere de frío?, como todos en el polo norte se moririan de frio pero Papá Noel no?. 
-Fácil. Papá noel vive en un Domo que madó a construir. Un Domo es un lugar ambientado dentro de otro más grande entendés?. Como una ciudad dentro de otra ciudad que en este caso es el polo norte. Esta todo climatizado ahí adentro y si bien es dificil en ese lugar y a él tampoco es que le gusta andar derrochando energía como para mantener siempre todo calefaccionado usan ropas de invierno, por eso es que usa ese tapado y el gorrito, todo bien tapado.
-Y a los duendes que trabajan con él es verdad que los tiene de esclavos?
-No hijo, eso de los duendes no es verdad, no los tiene de esclavos. Ellos estan encantados de poder estar en el polo norte trabajando todo el año haciendo millones de juguetes para todos los chicos  del mundo.
-Encantados como en un hechizo mágico?
-No, encantados como felices de hacerlo.
-Y Papá Noel lleva todos los regalos a todos los chicos entonces?
-Si claro, Papá Noel los lleva solo a todos los chicos, si.
-...
-...
-Y porque le lleva a algunos cosas que si las vas a comprar se venden re caras y a otros apenas una pavada? 
Cagamos, piensa el Papá.
-No sé Seba, supongo que será porque algunos se portaron mal y cuando uno se porta mal recibe una pavada y si se porta muy mal, no recibe nada. Eso ya lo sabés. 
-Pero yo tengo un amigo que se porta re bien y el año pasado le trajo una pelota de goma.
-Y no sé, por ahí se quedaron cortos los duendes haciendo regalos buenisimos para todos. Los duendes no son siempre tan mágicos como Papá Noel.
-Y no sé. También conozco a otro chico que es de los malos, pero de los malos de verdad eh?. Yo no sé, no lo conozco tanto porque no me junto con él porque me cae re mal. Él pibe se junta con otros chicos y siempre molesta y carga a todos y jusssto a este que te cuento Papá Noel le trajo una Play3 con quichicientos jueguitos. Que me decís?
-Tampoco sé porqué Papá Noel hace esas cosas Seba. 

Empieza a arrepentirse por haber pensado que podía ganar. Por otro lado está pensando en cortar todo esto con la verdad porque sino va a tener que seguir inventando hasta que el sinfín de respuestas lo lleve a no acordarse de todo lo que está diciendo, y todos saben bien que los chicos se acuerdan de todo, y entonces, en algún momento, el Papá sin querer pisa el palito y Seba, se da cuenta y Paf!, toda la historia a la mierda. Además puede que lo tome mal y quede resentido. Se le caen todos los miedos juntos al padre, como cuando era chico y no podía dejar de sentir el terror de una casa llena de grises.
-Y a los chicos que son pobres también les lleva regalos?
-Si. A los chicos pobres también Sebastián. 
Sin embargo sigue, como si la inercia no lo dejara parar.
-Y porqué no les lleva trabajo para los Papás en vez de regalos?. O sino les puede llevar comida rica, de esas que no comen nunca los chicos. No?
-Y no se Seba, tampoco lo conozco a Papá Noel como para que me cuente el porqué de todo. Supongo que hay cosas con las que ni siquiera él puede meterse.
-Hay una cosa que me doy cuenta ahora Papá. Porque viste a ese chico que te conté que se porta re mal y le trajo una Play3 y a mi amigo que es re bueno y le trajo una pelota de goma?. Bueno, entonces como es eso?, porque los Papás de mi amigo no tienen mucha plata y los Papás de ese pibe me dijo otro de los chicos que sí. Entonces a los que tienen Papás con plata les lleva mejores regalos aunque se porten mal?.
-No sé porque a los que tienen papas con plata les regala cosas caras la verdad Seba.
-Y otra cosa que me doy cuenta ahora es que hay Papás Noeles por todos lados Pa. El otro día iba con Mamá en el colectivo, y en el viaje hasta lo de la Abu vi como tres desde arriba. 
-Esos Papás Noeles son hombres que se disfrazan para representar a Papá Noel
-Y entonces hay hombres que lo representan a Papá Noel como lo hice yo con el Indio cuando fué el acto de la escuela?
-Si, claro
-...
-...
-Y otra cosa es que ahora que me acuerdo la voz de Papá Noel en la casa del Tío el año pasado se parecía a la tuya.
-...
-...
-No puede ser eso...
-Pero yo me acuerdo. Y me acuerdo también que estaba usando las mismas zapatillas que tenías vos.
-Pero... no puede ser. Vos decis que Papá Noel el año pasado usaba las zapatillas que tenia yo puestas? 
-Está bien Papá. Si vos me prometes que me seguís dando los regalos yo te prometo que me la sigo creyendo. Pero un par de años nomás, que sino voy a quedar como un tonto con mis amigos.
-Pero...
-Gracias Papá, pero ya estoy grande no?
-Re grande hijo.




jueves, 13 de diciembre de 2012

La playa vacía






Ahí viene un hombre. Está llegando con una valija en la mano. No es una de esas grandes para viajes, no. Es una valija como de esas que usaban los estudiantes hace unos treinta años o más. Viene caminando lento y con la mirada atenta hacia esa chica que anda por allá, sola, cerca de la orilla.
El hombre lleva puesta una remera blanca con una tabla de surf roja estampada en el centro, pantalones largos de algodón color azul y ojotas que una vez fueron blancas pero que ahora están teñidas de manchas marrones o negras por el paso del tiempo, de la tierra y de vaya uno a saber otras cosas. Tiene el pelo largo, o lo que le queda de pelo está largo mejor dicho, porque por delante hay bastante poco. Puede cualquiera al verlo, dar cuenta a primera vista de que en ciertas partes de la cara hay barba de algunos días y en las partes restantes no. Tal vez haya sufrido heridas que ya no le permiten crecer al pelo en esos lugares. Debajo de la barbilla, otro poco en el costado izquierdo del labio superior, una patilla más larga que la otra... en fin. Los ojos son de un verde profundo. Ojeras profundas los rodean como una cerca construida hacia abajo o como una fosa llena de agua con cocodrilos que andan por ahí, hundidos hasta los ojos y esperando que alguno se atreva a cruzar a nado. La sonrisa llena de espacios vacíos se nota porque el hombre viene con la boca abierta como en un momento de esos en los que uno sonríe por sorpresa o exaltación repentina. Las manos, una abierta con la esperanza de percibir el deseo y tomarlo por sorpresa y la otra sosteniedo la valija bien apretada. Como si se le fuera a escapar algo.
La mujer anda sola y se encuentra ahí pensando sin llegar a ninguna conclusión, acerca del porqué en algún momento fué abandonada. Sabe en su interior, aunque todavía no puede verlo, que las cuestiones que involucran al amor no responden a ningún porqué. Cubierta por una frazada con un motivo de cuadrados pequeños de distintos colores, lleva debajo una polera gris como el cielo de ese momento, jeans azules y zapatillas negras. Sus brazos están cruzados y sosteniendo la frazada que le trae, y es al menos eso, la sensación de abrigo, de amor de primavera. Mira con ojos que parecen vacíos al horizonte y tiritan sus labios finos al ritmo del ulular del viento sobre las pequeñas olas que terminan a pocos metros de la orilla.
El tiempo va a ser bueno, pero faltan unos minutos para el nacimiento del día y ayer llovió. Todavía no despeja completamente, ni el sol dió la cara al mar que habita por estos parajes. 
Salvo por estos dos, no hay más que un perro sin dueño por allá lejos. 
El hombre está a medio camino entre el comienzo de la playa y la mujer. Recuerda que cuando niño esa misma playa lo había dejado casi muerto. Y ese mar no se lo había tragado pues al final se había compadecido. Y por supuesto, pensó inmediatamente después, que no había sido el mar, ni esa playa lo que casi lo había matado y tragado. No. Era este recuerdo, antes vivo, antes actual, que habita un hombre que este hombre de hoy llamó padre alguna vez. No quiere pensar en eso, porque no quiere pensar en él. Entonces vuelve a lo que lo lleva a caminar de nuevo por este lugar y la ve otra vez y se acerca. Intenta olerla. El hombre tiene unas fosas nasales exageradamente abiertas y su intento de olerla es apenas una burla para si mismo. Siempre bromea con que sus fosas nasales son para oler mejor. 
Se le escapa una sonrisa de niño, casi inocente, que no concuerda con esos espacios vacíos en su boca pero que puede parecer tal cosa.
Ella también está recordando, pero sus recuerdos la llevan hacia lugares más felices. Está recordando al amor vivo, al amor libre y de luces brillantes que hasta hace poco la acompañaba en la vigilia y en todos los sueños. Es ahora, en este tiempo, cuando siente que está muriendo. Y no está muriendo, claro que no, pero lo siente. 
Sigue pensando en el repentino abandono, no puede dejar de hacerlo. 
Al final de un abrir y cerrar de ojos que prolongó más de la cuenta y un respirar profundo que piensa que puede relajarla, mira el horizonte y ahí sí, entonces sabe que no hay porqués para esto que es el amor que se va, pero se contenta sabiendo que tampoco hay porqués para el amor que pueda venir. Eso la consuela un poco aunque el duelo va a durarle. Lo siente.  
El hombre la alcanza y se para a un lado. Ella solo lo mira, apenas de reojo, y vuelve a lo que estaba haciendo. Nada a simple vista. O nadando con la vista, como se quiera ver desde afuera. Las dos aproximaciones casi están bien.
El hombre se arrodilla apoyando las puntas de los pies y descanzando sus glúteos sobre los talones y le sonríe. 
Extiende una mano hacia ella como regalando una invitación de manera gentil. Con su otra mano, mientras tanto, abre la valija.
El día está naciendo ahora. Se lo puede ver al sol comenzando su desfile de rayos esperanzadores en este lado del hemisferio. 
Las cosas pueden salir bien, piensa ella. 
Él hombre mira el nacimiento de aquellas luces. Las cosas pueden salir bien, piensa también.
La valija se abre por completo. Ofrece cierres muy extensos que permiten que se abra de par en par. Es un muestrario de perfumes. 
Los acerca cuidadosamente hacia el campo visual de la chica y le ofrece comprar uno de esos perfumes. Espera en silencio.
Unos segundos después ella da vuelta la cara para mirar la valija. Luego lo mira a él y le dice, no tengo para quien usarlos, gracias.
Uno siempre puede usarlos para quien pueda venir, le responde el hombre luego de una breve pausa.
Ella sonríe un poco torpe. 
El también sonríe. Y también esa sonrisa carga un poco de torpeza.
No traigo dinero encima, dice ella. 
El hombre le responde, ¿cuanto importa el dinero cuando a las primeras luces se ofrece una sorpresa?. No importa nada, es un obsequio.
Ella le da las gracias con una sonrisa que ya no denota torpeza y que a la vez es complacida y sincera. Estás usando alguno?, le pregunta. 
Hay algo imprevisto y aunque poco perceptible en el hombre. Hace un silencio y la mira. La sonrisa entonces se le transforma ahora en otra sonrisa. Y no es lo mismo, y ella se da cuenta porque lo está mirando a los ojos, y los ojos también cambiaron en su forma de mirar, y siente como se le eriza la piel y siente  miedo.
Nunca, le responde. Pero está bien, no son para usar, termina de decir.
Hace silencio. 
Ella traga saliva y frunce las cejas, y entonces siente el impulso y amaga apenas con un gesto a levantarse.
Antes de que pudiera empezar a incorporarse, todavía sentada en la playa y abrigada con la frazada, el hombre le acierta una violentísima trompada al mentón. La mujer cae de costado como árbol que ya no puede sostenerse. Él abre sus piernas y se sienta de un salto sobre el abdomen de la chica, y ahí es cuando da algunos golpes extra como para cerciorarse de que no va a tener dificultades. Ella ya no intenta una defensa eficaz, de hecho fué tan sorpresivo todo que ni por un segundo logró defenderse como debiera. Cuando estuvo al borde de la inconsciencia, el hombre la tomó por los pelos y la arrastró por la arena hacia el médano más próximo cubierto de matorrales. 
Ella no gritaba, no pretendía soltarse. Sabía que no iba a poder. Estaba aturdida, demasiado, y en la línea que separa la consciencia de la inconsciencia. 
Atrás había quedado la frazada. Gracias a esta, y al rastro sobre la arena podrán encontrarla. Este día la marea no sube a borrar nada y el viento anda calmo.
El hombre llegó a su casa cerca del mediodía con la sonrisa nueva y el espíritu cansado. 
Se recostó en un sillón cubierto de ropa sucia y durmió.