miércoles, 26 de junio de 2013

21 días





21 días y la vida continúa y todo parece seguir igual. De hecho todo es igual, todo alrededor es igual.

Por acá, adentro digo, todo cambió. Ella era todo para mi.

Me acuerdo de a ratos y saltando entre los tiempos pasados, todas las cosas que vuelven, y siempre caigo en el mismo lugar: en tus últimas sonrisas, en mis últimas caricias, en tus últimos fastidios,  en mis últimos besos. Casi siempre se nubla todo como en tormentas danzarinas cuando vuelvo a mi último beso, que se sabía último pero que no se asumió hasta que no hubo más caso porque ya no podía haber más besos.
Y acá estoy yo, que sin ánimo de generar ningún tipo de pena, lo cuento, porque lo quiero contar.

Creo que las cosas cambiaron para siempre.
Cuando a uno le sacan algo irreemplazable, queda un vacío para toda la vida.

Su voz, su olor, su risa, su sonrisa, sus manos, su espacio inolvidable. Mi pena, porque no lo tengo nunca más. Mis lágrimas, mis putas lágrimas que escapan de mis putos ojos y se caen en un segundo, y mi pecho comprimido que se cierra cada vez más y que me ahoga y me pide que grite, y que lo haga con fuerza, porque necesita caer con los ánimos perdidos, y dejarse ser en el suelo un buen rato.

21 días. La vida continúa pero sin ella.

Por acá, adentro digo, me cambió todo.




lunes, 10 de junio de 2013

Siempre al final, la muerte es parte de la vida...



Y llegado el día se oscurece impunemente todo lo que anda rondando a mi alrededor.
Es de madrugada, y como cada vez que se sabe una verdad antes de que se la digan a uno, lo sé. Y escucho hablar por teléfono y ya lo sé.
Mi abuela se murió, después de todo.
Mi Abuela Ana, mi Abuelita, la Reina de mi vida, el arco iris que me abraza y acompaña luego de mis tormentas.
También están por supuesto los otros amores de mi vida. Los que viven conmigo... los que viven donde yo viví...
Pero esta mujer es otra cosa. Que me disculpen mis otros amores, que esta mujer me enseñó a ser.
Que yo soy como soy conmigo y con los otros porque ella me lo enseñó, básicamente.

Pensé en el último beso que le di, o en los últimos besos, y en las últimas palabras, hace apenas unas horas.

Dentro de algún rato la vería en un cajón dormida para siempre, con el cuerpo frío, con el alma ida...
Ya no más mi abuela.

Y las palabras de consuelo no me están consolando. ¿Es que no lo ven?.
Las palabras de consuelo ya las sé. Conozco toda la verdad acerca del sufrimiento y del no merecer todo el dolor que le tocó atravezar.
Y soy de los que más quería que se le termine la tortura y desde mi ser menos egoísta y con todo mi amor.
Y más allá de todo lo que sé, duele lo mismo. ¿No lo entienden?, ¿O es que solo quieren figurar aún cuando todo lo que tengan que decir sea estúpido, insensato y hasta den ganar de repartir algún que otro cachetazo?.

Te pido que cuando me toque morir, y si existe alguna historia más allá de la muerte, me vengas a buscar vos mi amor.
Y te dejo más allá de la vida, y te espero entonces cuando me llegue la muerte.

Y el Abuelo ya acá, en los nichos de Avellaneda, te acomoda las flores que te dejamos todos.
Y lo ayudo, porque nada termina de convencerlo.
Y es que tiene menos consuelo que yo este pobre hombre, después de amar tanto y de esta manera a una mujer durante casi cincuenta y seis años...

Hace un rato el Abuelo me contó como te robó el primer beso Abuela.

"y yo andaba por el barrio, y ya la había visto muchas veces. Entonces ese día estaba parada sola en la puerta de su casa, y me acerqué y le dije: ¿Tu te das cuenta porqué vine a verte?... Me di cuenta por tu mirada, me dijo tu abuela. Entonces le dije: Llama a tu madre. Y ella vino y preguntó como me llamaba, y después vino su Padre... ¿y después de eso te la llevaste a pasear?, ¿se fueron juntos?. Y más vale!."

Habías dicho siempre que vos querías un velorio con muchas flores y que vayan todos los que te querían.
Vinieron todos y más Abuelita, y de todos los velorios en los que estuve, este fué el que más flores tuvo.
Tu sala en la despedida de la vida, tenía muchas flores, y ya no tenía importancia. Pero era lo que querías, y entonces está bien.

Te amo para toda la vida.

Y hoy después de todos estos días volví al trabajo, y llegó la hora en la que se suponía tenía que ir a visitarte. Y me di cuenta de que ya no tenía que ir a visitarte en la terapia intensiva, porque ya no estabas.
Y tuve que aguantarme estas ganas de llorar como un loco a los gritos, y entonces solo se me cayeron muchas lágrimas, que en silencio, acompañaban mis deseos de volver a verte algún día, más allá de la vida.