martes, 28 de junio de 2011

Milanesa, primer encuentro

teníamos 6 años y jugábamos a la pelota en la calle. En esa época todos los chicos jugábamos en la calle y a cualquier hora, sobre todo a la hora de la siesta de los abuelos.
Eran alrededor de las 3 de la tarde y hacía rato que, habiendo almorzado, estábamos jugando y, que se venga a decir: todos íbamos a la escuela a la mañana así que ni la Educastración podía separarnos del juego en grupo de la media tarde. Felicidad!
Escondidas, fútbol, experimentos con bichos raros, bolitas... cualquiera que se nos ocurriera jugar.
Esa tarde de primavera casi verano, semanas antes de la navidad, estábamos jugando a la pelota en la calle y al grito de "autoooooo!!!!!!!!" rajamos todos a la vereda. El auto nos hizo mierda uno de los pedazos de ladrillo que hacía el trabajo de palo del arco y a buscar uno nuevo en lo del viejo Matías que estaba construyendo. Después de poner el ladrillo y de dejar el campo de juego nuevamente en condiciones, empezamos a  discutir a ver cuanto íbamos, de si íbamos 6 a 3, o 6 a 5, o empatados. Decidimos que ya no era momento de seguir jugando al fútbol y nos fuimos a llenar bombuchas para tirarle en cuanto salieran, a las chicas que siempre nos rompían las pelotas queriendo pasar el rato con nosotros. A la vuelta, y con varios baldes con agua y llenos de bombuchas con soda para que pique más, lo vimos llegar. La soda se la sacábamos del almacén a mi Abuelo. Hey Abuelo! era por una causa justa... Decía, lo vimos llegar.
Era un distinto y se le notaba a la distancia. Un vago parecía, y de hecho lo era pero no como todos, y nunca supimos después el porqué de su ser diferente pero lo era y no se discutía. Lo habíamos visto doblar la esquina y venir en nuestra dirección. Paró a unos 30 metros nuestro, dejó su bolsa de arpillera de tamaño mediano, se puso a revisar una bolsa de basura que había sacado con sobras de comida la Mamá de Bruno que en ese momento no estaba con nosotros, sacó una milanesa y se la comió sentado en el cordón de la vereda. A los pocos minutos sacó un pedazo de otra y algo de ensalada y un pedazo de pan. Comió todo muy tranquilo el nuevo extraño sentadito en el cordón de la vereda y ante la mirada curiosa de nosotros que poco sabíamos acerca de como disimular. Ni silbar bien podíamos. El murmullo curioso de un par de pibes a mitad de un cuadra vacía de diciembre a media tarde crecía e iba llegando al visitante. Nos miraba de reojo y cada tanto como avisando que no quería nada de nosotros y esa mirada también pretendía que nosotros nada esperáramos de él. El tipo era de estatura mediana, el pelo largo y en una sola rasta, la barba larga pero no tanto, sucio o morocho casi negro, le cubría el cuerpo una campera color verde militar con un tajo en la espalda que caía desde el centro de los omóplatos hasta la zona media lumbar, llevaba unos pantalones pescadores o que le quedaban exageradamente cortos y se parecían mucho a bombachas de campo, y ojotas. Llamaba la atención muchísimo que el tipo cargara con una tranquilidad que nosotros no conocíamos, el agarrar la comida con las manos y morderla muy de a poco como si quisiera masticar bien para poder tener una buena digestión, los movimientos lentos y bien estudiados, el tirarse a tomar solcito luego de comer, recostado en la vereda y con el culo todavía apoyado en el cordón. Las piernas en la calle. Las manos cruzadas debajo de la nuca y la sonrisa. Esa sonrisa creo que ninguno podría olvidarla. Y digo que ninguno podría olvidarla porque además de haber observado todo, en ese momento nos miró él de lleno y nos sonrió a nosotros, con la boca llena de satisfacción, con la panza llena, con la mirada a la que le vuelve el alma después del desamor o de la falta de comida en este caso. El tipo estuvo un buen rato recostado y nosotros sentados en la vereda de la casa de Damián, primo de Manuel, a mitad de la cuadra, todo el tiempo preguntándonos que quién sería ese personaje que no podíamos parar de mirar y del que ya no podríamos olvidarnos en nuestra puta y larga vida, como una maldición.
Resulta que el tipo en un momento se incorporó y volvió a estar sentado en el cordón. Miró para la esquina por la que lo vimos venir, y después miró hacia la esquina por la que debería seguir si no quería volver atrás. Se levantó, levantó también su bolsa de arpillera inclinándose un poco hacia la izquierda, se la colgó en los hombros, y echó a caminar hacia donde nos encontrábamos nosotros.
Lo veíamos venir, no podíamos dejar de hacerlo, y al pasar por la calle a la altura en la que estábamos nosotros se paró y nos miró unos segundos. Tenía los ojos más oscuros y profundos que jamás vi de nuevo, la barba crecida en la medida justa le formaba garabatos indescifrables por toda la cara, debajo de la campera verde militar no llevaba nada. Dió media vuelta la cabeza y siguió su camino o al menos eso creyó o no, no sé, nunca lo vamos a saber... creo que en realidad el sabía, creo que el tipo siempre supo todo. El tema es que en cuanto dejó de mirarnos y al cuarto o quinto paso, Gabi en un acto impulsivo se paró y gritó "MILANEEEEEEESSSSSSSAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!" y le tiró una bombucha con soda. Y le pegó en el pie derecho. 
Hubo un segundo, pero solo un segundo en el que el resto de los pibes lo miramos aterrados, y al segundo número dos, todos agarramos bombuchas de los baldes que teníamos preparados para las muchachitas, y empezamos a darle sin piedad al hombre de la bolsa. El tipo se cubrió, como si fuera a recibir con miedo y angustia cinturonazos de algún padre perdido, mientras nosotros que teníamos una gran cantidad de municiones le dábamos sin asco.
No sé bien en qué momento y en esos actos tan repentinos como del que Gabi había sido protagonista unos momentos antes, el vago se lanzó sobre nosotros. Corrimos en todas las direcciones, los ojos negros desorbitados de aquel personaje no podían focalizar a quién atrapar y nosotros que no nos escápabamos, solo lo esquivábamos para mantenerlo a una distancia moderada. Se paró a mitad de la calle que todavía llevaba solo como actores a quienes participaron de este encuentro. Ni secundarios había, ni un auto, ni siquiera Titi mirando por la ventana como solía hacerlo. Nada. Nos miró a cada uno, en silencio, y se tiró a correr a Ariel. Nos cagó, pensé yo. Y lo corrió. Y lo atrapó de los brazos y por detrás y en un solo movimiento lo dió vuelta para quedar de frente y le hecho en la cara a boca abierta y ojos para afuera la frase más inentendible que nunca escuché. El timbre de la voz se fué transformando de intenso a grave y de nuevo a intenso y al final a furioso y descontrolado. Lo apretaba fuerte de los brazos y no lo dejaba ir. Ariel lloraba y nos miraba, y lo miraba y el tipo lo soltó. Se dió media vuelta y empezó a caminar por donde iba. Paró a unos metros solo para levantar su bolsa y caminó unos diez metros más y hasta que Gabi volvió a gritar "MILANEEEEEEESSSSSSSAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!! y le volvió a tirar una bombucha con soda, y todos corrimos a tomar cuantas bombuchas quedaran para azotarlo. Y volvió a corrernos pero esta vez todos juntos salimos rajando para la dirección contraria hasta salir del barrio y un par de cuadras más. Corrimos unas cuatro o cinco cuadras con la risa que da el peligro dibujada en la cara y cuando estuvimos seguros de que ya no nos perseguía volvimos caminando para la cuadra.
Nos había robado un balde el hijo de puta.
Milanesa, de ahora en más ese era su nombre, nos había robado un balde.

martes, 21 de junio de 2011

Historias de humor


Hay chicos que siempre cargan a otros chicos, siempre pasa lo mismo... y los que no cargan a nadie se ríen tarde o temprano, de las cargadas del que carga, hacia otro.
Es inevitable no cargar con un chiste a otra persona nunca. Dejémonos de joder pero para poder joder tranquilos, entiéndase. Y para mi es tan inevitable eso, como reírme cuando el chiste que resulta en cargada viene hacia mí y por eso es que me gusta tanto jugar con todo. Es tan inevitable como comer cuando se tiene hambre, porque el chiste es eso, el humor nuestro de cada día, el alimento de la risa.
Pasa con algunos de nosotros que no podemos evitarlo. Nos pasa por esa costumbre divina que tenemos de abrazar al niño para nunca perderlo y eso es lo más sano que se me ocurre hacer por mí, a no ser que un día un chiste me traiga la muerte de parte de algún intolerante homicida hijo de una gran puta, entonces ahí lo sano podría transformarse en la muerte pero bueno, son los riesgos de ser un tipo con ganas de jugar todo el tiempo y contra todo pronóstico de bien, o de mal. Si algo me mata, que sea el humor, o la consecuencia de traer al mundo algo de él. Y si no te gusta mi humor, buscate de otro tipo pero buscate uno porque si no te vas a morir. 
Yo una vez conocí a un tipo que no encontró el humor en su vida y se murió. Posta. Y cuidado para los que bromean olvidando que la vida va primero porque también los puede encontrar la muerte. Ojo al piojo.

Gente que con el chiste arma quilombo hay por todos lados:

Una vez vivió un hombre de apellido Guzmán que llevó el sentido del humor hasta el extremo. A Don Guzmán una de las cosas que más le gustaba era jugarla de proxeneta. Iba a bares de mala muerte a tomarse una ginebrita y a divertirse un rato. Se hacía de un compañero, le pagaba un trago, le contaba de su historia como administrador de señoras dadoras de intimidad a cambio de una suma de dinero o joyas y los mandaba donde sabía que aquel ingenuo podría encontrarse con un problema de proxenetas de verdad, para espíar y morirse de la risa solo, y filmarlo, y guardar ese video con todos los demás que tenía guardados de bromas anteriores. Los que caían siempre terminaban corridos por algún matón de cuarta o apedreados por las prostitutas. Una sola vez le salió mal ese chiste y el pobre infeliz que había caído en la trampa terminó muerto con una cuchilla de carnicero en el pecho.
Siempre defendía su humor más allá de cualquier quilombo en el que pudiera meterse como consecuencia de alguna broma, inclusive si alguno terminaba muerto, como el del cuchillo en el pecho (esos videos iban bajo el suelo, bien escondidos), porque bien sabía que inocentes siempre terminan cayendo en nombre del bien. Lo que pasaba, pasaba, y a la mierda... cuantos inocentes mueren en nombre del mal? entonces morir en nombre del bien es bueno, no?
Una vez estaba ayudando a cruzar la Nueve de julio a un ciego anciano y lo dejó en medio de la avenida y se fué corriendo al grito de "te quedaste solo cieguito maricón!!!" y nadie más cruzaba así que el ciego quedó quietito y gritando de miedo y agarrando fuerte su bastoncito, desorientado en medio de autos que lo esquivaban y bajo las miradas aterrorizadas de los peatones.
La última de sus bromas consistió en armar una secta ultra religiosa que predicaba que el fin del mundo estaba próximo.Tanto exageró que terminó todo con varios suicidios y tanto se asustó que él mismo se lo terminó creyendo y se mató.

Cipriana Demarco siempre hacía bromas a su marido acerca de como le daría su sexo a cierta clase de hombres de la que él no formaba parte y lo hacía también delante de cualquier persona, incluso de los hijos y otros de la familia y amigos. El día de su cumpleaños número 58 su marido salió enojado y dando un portazo porque ella le dijo que quería de regalo un taxi boy. Chiste, obvio, ella amaba con todo su cuerpo y toda su alma a su marido pero hacía muchos años que no lo demostraba y hacia todo mucho peor con ese tipo de bromas que era constante... Entró al rato un grupo de 6 jóvenes que la violaron y golpearon en la cara y en todo el resto del cuerpo. Por puta! le decían... tu marido nos mandó por puta! y la mataron a golpes de puño y pie y desgarrada imagínese usted donde, con la pata de una de las sillas del living.

Miguel Pérez Guiraldos no se murió, pero en los últimos tiempos le salían mal todas las bromas al pobre. Una vez se disfrazó de Travesti, y digo disfrazó porque para él los Travestis eran un mamarracho digno de fiesta de disfraces lamentable, y fué hasta palermo para ver si lo levantaba uno de sus amigos que gustaba de esos placeres morbosos pero no llegó a levantarlo... los hombrecitos trasvestidos que estaban por ahí lo reventaron a piñas y se tuvo que ir caminando casi desnudo, vestido de mujer y sin plata... y lo encontró la policía y lo metió preso... y lo violaron.
Otra vez llevó un arma de juguete de su sobrino Nicolás al supermercado y al llegar a la caja se la mostró a la cajera con una sonrisa de broma. De broma! al segundo le dijo que era una broma! y se rió pero al guardia no le importó y llamó a la policía, y lo llevaron preso, y lo violaron de nuevo.
Lo último referente a esa clase de bromas fué la que llevó la intención de ser perpetrada a su madre. Miguel la iba a buscar todos los jueves a la parada del colectivo a las diez de la noche porque los días jueves su madre iba a visitar a su tía enferma y él no quería que caminase sola desde la parada hasta la casa. Ese día se le ocurrió comprar ropa nueva color negra y un pasamontañas para pegarle un sustito a la vieja en cuanto bajara del colectivo. En cuanto llegó a la parada se puso el pasamontañas. Un vecino alertó a la policía, el colectivo se atrasó y la policía llegó antes. Lo metieron preso y lo violaron de nuevo.
Cansado de sentir en su cuerpo el ritmo de la percusión anal, se propuso dejar de hacer ese tipo de bromas y dedicarse exclusivamente a los chistes de palabra pero no lo divertían tanto y se aburrió rápido. Ahora sus momentos de chiste son sólo en reuniones familiares y por pedido del público.



miércoles, 15 de junio de 2011

Nena

El hombre llega y observa el silencio.
Entre líneas se leía todo, como si todas las puertas que conducen hacia el interior de las almas estuvieran abiertas a través de los movimientos, de las miradas, de los suspiros, del caminar impaciente de su hermana, de las lágrimas incesantes de su madre que poco puede dar consuelo si carga tanto desconsuelo, del juego que se libra entre los dedos impacientes, una vuelta para acá... una vuelta para allá, del latir de un corazón agitado en medio de una tormenta de deseos que velan porque ese otro corazón comparta la vida entre juegos y familia.
El espíritu colectivo de la esperanza da vueltas, el sinrazón de lo desesperado  pasa oscilando entre  risas y sonrisas, todas ellas faltas de consuelo, repartiendo a cada uno la sensación que cualquiera en esos momentos quisiera dejar de lado aunque esté sabido que no puede hacerse, y que es la del terror de que algo salga mal, la sensación del vacío de locura que pueda traernos esa angustia al borde de un ataque de nervios, esa inimaginable, o que solo puede imaginarse incompleta, hasta el momento en el que pueda tornarse real. Nada de eso puede pasar, no.
Todos esperan, pocas palabras, muchos abrazos y la mirada que pasea a medias con  uno y con otro, y que es a medias por no querer contagiar de su propio miedo al de al lado, a ese con el que se está compartiendo esa mirada, como protegiendo el espacio y esperando que ese miedo solo se oculte, para que permanezca el olor a vida. Otros hacen lo mismo o no saben que lo están haciendo. Alguien que se va, el Padre se va. No puede soportarlo, no puede decirlo, no puede derramar una sola lágrima en ese lugar de espera. Una sola lágrima sería demasiado, un solo momento de flojera en cualquiera de ellos podría ser suficiente como para que el dolor sea el próximo sentimiento conciente al alcance de todos.
Ella se fué hace rato con quienes pueden corregir su mal, con quienes llevan en las manos su vida. Ellos, los desconocidos, serán los que reaparezcan en algunas horas con la noticia. La noticia será buena. Dijeron antes de llevarla que todo iba a salir bien. Se confía en aquellos desconocidos, la confianza es parte de la esperanza.
No pueden mantenerse todos juntos sin empezar a caer de a poco, y aunque pueda parecer poco lógica la situación, aunque se pueda entender a todos como una trama en la que todos se sostienen entre sí, la angustia puede hacerse dueña de a poco. Entonces el hombre se levanta, camina hacia quién más está padeciendo la espera en esa sala de sensación de estar entre nubes perdidas, y se la lleva. Su mujer los acompaña. Pocas palabras seguirán siendo la premisa, solo las necesarias, por momentos se escapará alguna frase de esas que se dicen en esos momentos y ella las tomará con amor. Tomarán un café o alguna gaseosa, fumarán un cigarrilo, y volverán al lugar con el corazón entre manos nuevamente, con la entrega del amor asegurada para siempre y que desespera en la lejanía. En el amor siempre se espera.
Llegan amigos, los amigos son por su calidad de amigos y por estar fuera del ámbito familiar, capaces de poder hablar de alguna otra cosa, como las salidas de fin de semana, el día en el trabajo, del recital al que va a ir, en fin... de otros temas. Los amigos tienen la capacidad inconciente y casi milagrosa de poder generar, en uno o más de esa familia que espera, alguna distracción momentánea y necesaria para evitar el desborde de los sentimientos que trae lo desesperado del caso y es así, más allá de que no tengamos la capacidad de mantener esa distracción por más de algunos momentos y es bueno en los amigos que puedan también callar y acompañar también como familia misma. Es bueno que existan los amigos.
La sala llena, el espacio cerrado, la espera interminable.
Uno no puede dejar de imaginar como será que se está pasando el tiempo en donde está ella, con todos esos desconocidos trabajando a su alrededor. Cada uno llevará dentro de su capacidad de imaginar, las imágenes que pueda soportar y las ilusiones que sepa llevarle a esas imágenes.
En algún momento todos callan y esperan. Todo va a salir bien, fué casi una promesa de parte de los desconocidos o fuimos nosotros que tomamos así sus palabras. Confiamos en eso.
Ella posiblemente reciba en este momento todo este amor, lo estará abrazando, la acompañará y le dará resistencia. Ella podrá recuperarse y tener Hermanos, Padres, Tíos, Primos y Abuelos. Ella, a pesar de sus pocos meses en esta vida, tiene a muchos enamorados esperándola. El hombre que era uno más en esa sala de espera adora con su alma a esa nena a la que están esperando. Es su sobrina, y la espera. Todo va a salir bien. Tanto amor solo puede traer vida.

martes, 14 de junio de 2011

Toti, la quinielera

Las verdades del barrio están siempre, o casi siempre, ocultas por un manto de engaño interno pero de bombachas flojas. No hay verdad que quiera ocultarse, que no salga a la luz de los ojos que quieren ver. El ejercicio de ver es también leer entre líneas o ser arriesgado y dar pasos hacia lugares que no son los del destino que dicho sea de paso, parece a veces no existir, como si uno a cada movimiento lo fuera formando. 
"De las puertas para adentro" es casi lo mismo que decir "en el interior de nosotros mismos" y si, lo es, pero casi. De las puertas para adentro se puede espíar con mayor facilidad.
Nosotros, los amigos en la infancia sabíamos de todos en el barrio, y con la ayuda de vivir en esa época, en la que el barrio era una especie de familia de carnaval, con muchos secretos pero pocos bien guardados, el conocer y reconocer en cada uno siempre estaba bien dispuesto.
La chusma era Titi, pero los que de verdad conocían el barrio, éramos nosotros, porque además, vivíamos dentro de esas casas. Cada uno sabía lo que se ocultaba dentro de su casa, y también cada uno podía pasar libremente por la casa de algún otro vecino. Las puertas abiertas, la confianza descubierta, la sospecha inexistente.
En nuestras casas había muchos secretos y otras situaciones no tan secretas pero iguales en cuanto a lo que entre nosotros se esperaba de la privacidad, y se respetaba. Entre amigos nos respetábamos mucho. 
No hablábamos mucho de nuestras miserias porque nos queríamos mucho y la intención nunca era hacernos sentir mal entre nosotros. En realidad, hablábamos, si, pero solo lo que uno quisiera hablar y hasta donde uno necesitara hablarlo. 
No se hablaba de la Mamá de Manuel, fanática religiosa gracias a una enfermedad mental de bajísima autoestima y que afectaba directamente al tiempo que él podía compartir con nosotros, tampoco de los métodos severos de educación del Papá de Gabi, ni de las aventuras amorosas extra matrimoniales que tramaba en su quiosko la Mamá de Ariel, ni de las borracheras de mi viejo, ni de las cagadas a palo sin razón de los padres de Bruno, ni de todos los comentarios que sobrevolaban acerca del porqué de la partida del Papá de Pablo, el pibe de la esquina, y mucho menos de la cantidad de cargas interminable que pesaba sobre Gastón gracias a su Madre. Por fortuna, o tal vez no tanto, Gastón tenía a su abuela, la vieja Toti, la quinielera del barrio.
Todos llevamos miserias en la mochila.

Toti, es todavía al día de hoy, una vieja quinielera de trampa. Suena como un chiste: en el barrio la teníamos a Titi, la chusma, y justo en la casa de al lado a Toti, la quinielera. Titi y Toti aunque suene a mentira existen, como muchas otras cosas increíbles en el conurbano. 
Toti desde que yo era chiquito es vieja y muy pero muy arrugada, una mujer flaca que tiñe su cabeza de un rojo oscuro y que tomaba sol en pelotas en el fondo de su casa creo porque sino no se justificaba que su piel tuviera casi el mismo color que sus pelos teñidos.
Levantaba como ya dije quiniela en el barrio y de ahí que el barrio supiera abiertamente quienes eran los jugadores de cada día. Nunca se supo mucho de ella internamente, se la pasaba hablando de números y de sueños y de cada charla ella te decía a que número tenías que jugar y porqué y cuales eran otros números que tal vez, estuvieran conectados con el que tenías que jugar para que también apuestes por ellos. Toti quemaba cabezas. Su marido era el viejo Matías, viejo bueno que no soportaba ya a su mujer y que era colaborador en la iglesia "Nuestra señora del valle" a dos cuadras de casa y en donde todos tomamos comunión y robamos vino ya de más grandecitos. El viejo Matías murió en la iglesia mientras preparaba el altar antes de una misa ante los ojos tristes de un tipo crucificado y un Dios que nunca apareció.
Toti al día de hoy parece seguir igual, hace rato que no vivo en el barrio, pero siempre que voy de visita, está en la puerta esperando por algún cliente y si me saluda, como la última vez que pasó, me habla de números... "tuviste mellizos! Jugá al dos! además el 2 es el niño y podés también jugar al 15! tu nena es tan linda! el 99 es los hermanos!" y así... vieja loca. No sé como no se murió todavía, hace rato perdió su cabeza.




lunes, 13 de junio de 2011

Idas, rajes y corridas de sueños



Las partidas de un punto hacia otro son por motivos distintos cada una de las veces pero, al final, son siempre despedidas, y no hay despedida que no deje a ese motivo en escala de grises al menos de momento, esa que alberga la nostalgia de la separación.


No todas las partidas son bien pensadas y tampoco son siempre lo que más nos conviene ypuede que nuestro juicio nos haga partir entonces hacia donde no somos bienvenidos abandonando todo aquello que nos da el abrazo prometido las veces necesarias únicamente.


Van acá 3 historias de partidas equivocadas:


Alberto Pérez una vez se fué. Llevaba a cuestas y sin saberlo la maldición de tener que seguir una orden para no sentirse vacíos, de no creer en si mismo, y fué así que un jefe que tuvo le dijo: "vayasé Pérez", y se fué nomás... Cuando su mujer se enteró de lo sucedido durante la cena le contestó: "no te quiero ver más, sos un pelotudo Alberto" y Alberto abandonó su casa para ir a la de su madre. La historia completa le contó alberto a su madre y ella le dijo: "De chiquito quería que fueras todo lo contrario de lo que sos, perdedor. Desaparece de mi vista" y Alberto desapareció y quedó en la calle, solo. 
Alberto perdió hasta sus pantalones en una noche de tormenta y se murió.


Carlitos Caronte siempre salía rajando para el lado contrario. Era un pibe piola, de esos que siempre que quieran pueden llevarse a la mejor señorita del baile pero no podía quedarse mucho rato.  
De chiquito se había acostumbrado a escapar. Sus travesuras lo habían forzado a engendrar dificilísimos métodos para escaparse para siempre de quién quisiera tenerlo como objetivo de caza y así, habría formado en él una compulsión obsesiva a favor del escape y ya no tenía nada que hacer respecto del tema. Él se escapaba. Siempre.
Terminó todo para Carlitos cuando, ya no teniendo de quién escapar, se propuso escaparse de él mismo el reto máximo en su vida. Gastó todo su dinero en drogas que según su teoría podrían llevarlo fuera de si mismo. Murió de sobredosis.  A veces no hay que escaparse.


Pedro Ferruchi era un imbécil. Tanto, que siempre buscaba alrededor lo que había encontrado en sueños. Perseguía imposibles y siempre perdía todo por querer conseguir lo vivido en su sueño anterior. Una vez una morocha de esas de locura de amor en el paraíso le propuso ser su novia y darle todo lo que siempre había soñado y como la noche anterior había soñado con una rubia le pidió que fuera rubia y ella se tiño de rubio. Al día siguiente el sueño le dió una madre y le pidió a la morocha que auspiciara de madre y ella entonces fué su madre. La morocha llegó a disfrazarse de Colita, el perro de la infancia de Pedro. Un mes pidiéndole a la morocha que fuera quién no era y ella cumpliendo los deseos de Pedro por amor. Lo abandonó al mes y un día cuando le pidió que se disfrazara de Patricia, su primera novia.
Un día despertó en medio del sueño y quizo volver a dormir pero no pudo. Trató de recordar como iba la historia de ese sueño pero no pudo. Lloró. El click del gatillo le hizo recordar aquello que no podía y se sintió feliz por un instante, pero ya era demasiado tarde...

La mala interpretación



La mala interpretación puede ser considerada un arte, y es que puede llevarlo a uno por caminos de la imaginación que tal vez jamás se pudieron haber recorrido sin ella. Mal interpretar concientemente es poder ver lo que no hay en los lugares menos indicados y hasta puede ser de lo más divertido. Quede claro que no hay que abusar de este arte.

He aquí el ejemplo de una vida que llevó al extremo la mala interpretación de las cosas:

Rafael Rufino (desde ahora RR) conoció el arte de la mala interpretación desde muy joven, fué con el tiempo siendo cada vez más talentoso y hasta sus amigos admiraban en demasía dicho talento. Podía leer entre líneas lo que quisiera leer y asombraba a las señoritas del barrio que siempre terminaban a sus pies como sirvientas prostitutas de buena predisposición. Lo que lo hacía prácticamente un genio en esto era el poder discriminar perfectamente su arte, de la realidad.
Siempre entendía todo y respondía de la mejor manera. Cuando quería, al mismo tiempo podía desenredar marañas asesinas fabuladoras en las que terminaba convenciendo a quien quisiera, que había dicho lo que jamás se le hubiera ocurrido decir y claro, la palabra era la palabra y se cumplía con ella en esa época.

Su padre trabajaba en una panadería por la que RR estaba siempre dando vueltas sabiendo que podía ser una fuente casi inagotable para encontrar señoritas sonrientes.

Una vez en la que su padre había ido a hacer un trámite quedó a cargo de dicha panadería y Doña Irma, cincuentona de voluptuoso cuerpo, entró y le dijo: nene, me das una flauta? y él adivinando una intención que no existía pero sabiendo también que podía salir bien, la sacó y la apoyó con fuerza sobre el mostrador. Doña Irma miró asombrada y ante la sonrisa compradora que tenía el guacho de RR y semejante pedazo de atributo... bueno, se imaginarán. Siempre llevaba las de ganar.

Otra de esas grandiosas que le salían a RR fué cuando salió por primera vez a buscar trabajo a una agencia de publicidad y le dijeron "necesitamos un cafetero" a lo que él respondió, "yo café tomo pero con los animalitos no me meto" y se dió media vuelta para irse. El jefe del sector creativo lo escuchó y lo contrataron casi de inmediato después de algunas preguntas de rutina. Usaron su mala interpretación como la frase que derivó en una de las mejores publicidades de la agencia. Gracias a eso RR terminó siendo un personaje fundamental en el sector creativo.

Con el tiempo RR empezó a confundir lo real de lo que él quería ver, mal interpretar más de lo que veía como real hizo que su cabeza empezara por confundirse de a ratos y que terminara por vivir solamente entendiendo lo que quería entender:
Una vez desfiguró a un pibe que le preguntó por la calle Muñecas creyendo que lo estaba tomando por homosexual y otra terminó preso varios días por robar en una tienda que tenía un cartel que decía "entre y llévese todo"


RR se perdió en si mismo para siempre y terminó siendo internado por su familia a la edad de 33 años.




A tener cuidado con las malas interpretaciones que pueden ser fuente de desgracia para quienes no tienen el poder del bien discriminar lo real de lo imaginario, y para quienes lo tienen, a cuidarse de él porque pueden perderlo...

Quién pueda gozar de una mala interpretación bienvenido sea a este mundo imaginario, y quién no, anímese por un rato que está bueno si no se pierde la cordura.

Las desgracias

La desgracia nos toca el timbre y sale rajando cuando salimos a abrir, pero si nos hacemos los tontos se mete cual ladrón y nos roba todo lo que amamos.
No creo demasiado en las desgracias, mas bien las veo como hechos que debían suceder, pero que existen, existen.. como las brujas vió?


Conozco y les dejo a manera de ejemplo la historia de una desgracia:


Hubo una vez un hombre llamado Don Marcos, y le digo así porque no tuve nunca más información personal de él, que cargo con la desgracia de haberse desgraciado inoportunamente, y tan inoportuna fué su desgracia que perdió el amor para siempre. Resulta que siempre se juntaba a tomar mate con mi abuelo en la puerta del almacén y todos los días era lo mismo, hombre solitario, demasiado vergonzoso, sin hijos ni mujer y hasta le quedaba de familia solo una hermana que vivía vaya uno a saber donde...
Una vez se mudó al lado de su casa una mujer llamada Margarita, hija de Satanás y perpetradora de incalculables maldades tales como llamar a la policía para hacer irse a los adolescentes que tomaban cerveza en la esquina o taparnos con cemento y entre risas nuestra inolvidable cancha de bolitas, y que se había enamorado de Don Marcos y hasta el día de hoy se sabe que Don Marcos también se había enamorado de ella. Todos los días la esperaba tomando unos mates con mi abuelo pero nunca se animaba a sacarle conversación más allá del buen día Doña Margarita... Adiós Doña Margarita... Como le va Doña Margarita?...
Mi abuelo que siempre supo dar consejos un día le dijo con sus palabras que se deje de joder, que ya estaban grandes y que si no pasaba nada con Margarita se olvide del amor para siempre y entonces Don Marcos se animó.
Al otro día en cuanto llegaba Doña Margarita a hacer las compras y bajo un guiño cómplice de mi Abuelo y la sonrisa medio disimulada de mi abuela, Don Marcos se acercó y le dijo: Buen día Doña Margarita, quisiera saber si... y se rajó una desgracia enorme, de tal estruendo que todos en el almacén se dieron vuelta para mirarlo, y entonces Don Marcos se fué y nunca más le habló a Doña Margarita, y ya no iba a tomar mate todos los días al almacén de mi abuelo...
Murió solo, lo enterraron en el cementerio de Avellaneda, mi abuelo hizo con sus manos la cruz que reposaría para siempre sobre su tumba. Nadie lo visitó nunca más.

Segundos perdidos

Resultó que una noche deseaste y hasta entregando el alma, encontrar el amor antes de tiempo si el tiempo que se necesitara naturalmente para encontrarlo fuera mucho.
Como la verdad es que si faltaba mucho tiempo para encontrar el amor y se encontraba pasando y escuchó, el diablo le hizo cerrar el trato sin que él se diera cuenta siquiera.
Hizo un pacto con el Diablo y se encontró sin la posibilidad de leer la letra chica... #LaMaldición


Nah, mentira. Tuvo mala suerte el flaco nomás:




Nada parecía tener remedio con él. Todos los días salía a pasear silbando bajito de noche y por la misma calle del 0 al 1800 ida y vuelta y de una mano y de la otra hasta que cansarse.
Se iba los domingos al mediodía a la plaza del centro, los martes cenaba en una parrillita de Avellaneda, los jueves se tomaba un cafecito en la esquina de azopardo y Belgrano, frente a la Aduana y salía a pasear en bicicleta por la costanera los sábados a la mañana, entre otras cosas.
Siempre y mientras iba recordando, agregaba cosas por hacer a su lista interminable que además, ya le había llegado a impedir hacer varias de las cosas que hacía antes de haber tenido ese sueño con esa mina.
El flaco se estaba perdiendo sin darse cuenta decían los vecinos, y se cuenta que una vez dijo un hermano que en esa época no hablaba más que de ese tema. Llegó a alejarse de todos. La relación con su familia era casi insostenible, y su madre fué internada varias veces por problemas cardíacos que se sabían dentro del ámbito familiar, los ocasionaba el dolor en el alma.


El flaco había tenido un sueño. Un sueño de esos larguísimos en los que se viven historias completas y que además pudo recordar. De hecho, el tenía una grabadora ahí nomás, al lado de la cama, y su excelente memoria y el haber tenido esa grabadora a mano hicieron que pudiera contarle el relato con una cantidad de detalles extraordinarios.
La suerte y uno de sus talentos entonces, hicieron posible que la desgracia empezara a ocurrir. A tener cuidado con lo que a primera vista es buena fortuna...


En el sueño había conocido a una mujer, la mujer con la que habría de tener un hijo, esa con la que había encontrado el mejor sexo, los besos más tiernos, la posibilidad de entendimiento constante, esa del amor para siempre, la que era el amor para todas las vidas y las muertes. Había encontrado en un sueño a esa mujer y recordaba mucho del sueño. Recordaba los paseos en bicicleta y por eso es que iba a pasear en bicicleta a la costanera los sábados, recordaba las parrilladas y los vinos de los martes a la noche, la mudanza, el encuentro con la familia de ella por primera vez... recordaba todo y quería encontrarla aunque le llevara la vida entera.


Resulta que al final la encontró a la mina. Un día se despertó recordando una charla en un café situado en la esquina de Pueyrredón y Santa Fe y sin mediar palabra alguna con la familia, se fué como un loco, como siempre con la esperanza de encontrarla, y ahí estaba esta vez.
Se quedó mirandola un rato. La observó hasta que al fin se sintió convencido de que era ella y que no era que algo o alguien le estaba jugando una de esas malas pasadas que lastiman para siempre. Era ella, lo sabía.
Esta claro, él sabía todo lo que tenía que decirle pues la conocía en la intimidad y sabía como era y conocía también acerca de las cosas que le gustaban y fué por todo ese conocimiento que tenía de ella que no le llevó más de dos minutos que ella lo invitara a sentar en su mesa.
Charlaron largo rato acerca de la vida en general y también de como debían ellos estar juntos, y esto a ella le resultó apresurado pero él sabía que no lo era. Le contó luego de dos cafés, del almuerzo, del postre y de un par de cigarrillos, acerca del sueño, y ella no pudo creerlo al principio pero eran tantos los detalles, tanto él la conocía y tanto era el amor que les llegaba como de un lugar que solo podían hacer juntos, que terminó por creerlo y es más, terminó en un primer beso real. Ella se acerco a él por sobre la mesa y lo miró a los ojos, lo acarició y por último le dió el primero de esos besos que él había soñado. Y empezó otra vida.


La llevó a su casa a conocer a la familia y a contarle a la familia que la había encontrado, que al fin luego de muchos meses la había encontrado, que podía volver a lo de siempre aunque ahora con ella y que era feliz, pero la familia, aún cuando se sintió asombrada de manera increíble porque la había encontrado y en cierta manera muy feliz por él, estaba resentida después de tantos meses de abandono y malos momentos.
Logró hablar con todos y la secuencia fué esta: Los reunió a todos. Padres, hermanos, cuñados, sobrinos y hasta el perro y los dos canarios. Pasadas las primeras discuciones llegaron los gritos en manera de reclamo y a esto inevitablemente le continuó una gran pelea. Hubo un silencio, varios intentos de reincorporar la charla amistosa, al fin la charla... y llegó el entendimiento, y los últimos abrazos también. La reconciliación.


Nunca había podido recuperar en la memoria los últimos segundos del sueño y dicen los fabuladores que creen que el diablo ahí fué que metió la cola, pero a él no le importaba. Nada le importaba. Había conseguido todo.
Vivió todo. Todo lo que había soñado y más pasó. Los paseos, la parrillita de Avellaneda, los besos, los abrazos de domingo, los deseos de buenos días y el hijo. Eran felices como es feliz quién encuentra el Alba enamorado, felices cual deseo primero al hijo primero, felices en cada encuentro, en cada sentir y en cada sonrisa también...


Después de tanto pasar... los segundos perdidos de aquel sueño primero llegaron:
El flaco terminó muerto después de tan solo 2 años de haberla encontrado. Llegaban a casa luego de la primer salida después de nacido su hijo Franco en ese momento con apenas 4 meses. Entraron entonces Franco y su Mamá y él también había pasado a dejar las cosas del bebé pero volvió a salir para entrar el auto. En cuanto se subió, no se sabe de donde ni como, pero un pibe, uno de esos pibes que andan con los nervios de la primera vez, con el cuerpo lleno de ansiedad y la cabeza retocada por esas drogas que se meten y que te revientan en poco tiempo, apareció y sin dudarlo metió la mano por la ventana y le clavó el cuchillo en la garganta. Y tiró fuerte. Y entonces se murió. El pibe le abrió la puerta, lo agarró de los pelos, lo tiró fuera y se llevó el Fiat.


Así de rápido y desafortunado puede ser un final.

El miedo y sus historias

El miedo nos revela, nos deja desnudos y abrazándonos a nosotros mismos en posición fetal y llorando.
Hay quienes no pueden con el miedo a cuestas.
Hay quienes sufren hasta lo último sin aprender a llevar adelante su vida solo por tener miedo.
Algunos que no quieren ver al señor Miedo miran alrededor igual, por las dudas, no sea cosa de que quiera aparecerse por ahí dando la vuelta a la historia de nuestra vida y se lleve todo.
El miedo siempre nos presenta a la muerte.
Algunos llevan sus miedos al frente y para hacerles frente como quién abraza la naturaleza humana y la entiende.
Quién no lo hace todavía, que vea lo que le pasó a esta gente:






Que se sepa que a veces los miedos son tan inevitables como ridículos.
Emanuel Castro tenía miedo a las baldosas flojas y a los mosquitos. No podía evitarlo. Emanuel debía caminar siempre por la calle y casi que era considerado un obsesivo compulsivo pero no, él tenía miedo nomás. Si pisaba una baldosa floja, entiéndase, cualquier inmundicia del mundo de las bacterias o de los virus podría entrar en su vida para arruinarla completamente y hasta la muerte. Una vez lo atropelló un auto doblando la esquina y estuvo internado varias semanas pero a él no le importaba, mejor un accidente que podía curarse que la muerte por enfermedad bacterial o virósica.
Emanuel todos los sábados, como fanático religioso, antes de irse a trabajar tiraba en su casa una pastilla de gamexane y nada importaba el hecho de que no pudiera entrar por dos días, él entraba igual a la tarde y vaciaba la mitad de un envase de insecticida para librarse de los putos mosquitos que podían llegar a lastimar su piel.
La conducta repetitiva y absurda de Emanuel logró por si misma, enfermarlo. El gamexane y el insecticida hicieron su trabajo hasta con él mismo.
Murió intoxicado una mañana de sábado en la que encendió la pastillita y no salió a trabajar porque era ese, un día feriado.




El miedo también puede llamar a que pase de verdad lo que tememos. Es como llamar por teléfono a un amigo que no querés ver nunca más, por compromiso en el día de su cumpleaños sabiendo que él todavía quiere pasar el tiempo con vos. Si lo llamás, el va a pensar que la amistad perduró en el tiempo y sacártelo de encima otra vez va a resultar tarea difícil.
Pablo Ferrari le tenía miedo a la muerte y se cuidaba tanto pero tanto que no salía nunca de su casa. Empezó a tener miedo a la muerte luego de verla en un carnaval llevándose a un niño. Lo que él nunca supo y no logró o no quizo entender fué que la muerte era un hombre disfrazado que estaba jugando con su hijo.
Eso no importaba en realidad, lo importante es el click que eso generó en su cabeza respecto de las ideas acerca del abandonar este mundo.
No quería tocar nada, ir a ningún lado, pensar en hacer cualquier cosa le daba la sensación de que podría acercarlo inevitablemente a la muerte.
Un día vió que había pasado demasiado tiempo y no había muerto. Decidido, salió de su casa sin miedos y con la mejor de las sonrisas a ver el sol.
Quisieron robarle, el se asustó tanto que tiró un manotazo. Lo mataron.




Enamorarse es un dolor placentero, casi masoquista. Enamorarse podría ser también un "sufrimiento amoroso obligatorio como lección de vida en el que todas las veces se vive como primera vez".
Daniel Cosciutto le tenía miedo al amor. En realidad a lo que le tenía miedo era a enamorarse. Cada una de sus relaciones las terminaba en cuanto empezaba a sentir las mariposas del amor y trataba de vomitarlas metiéndose los dedos del olvido apenas pudiera darse vuelta.
Daniel era un hombre sensible y se enamoraba de toda mujer que se le acercara con la intención de robarle un beso. Era tan así la cosa que siempre pasaba lo mismo: besaba a una mujer por primera vez y salía rajando para el otro lado. Nunca pudo dar un segundo beso, ni hablar de acariciar una mejilla mientras se cruzaban las miradas del primer amor y mucho menos hacer el amor.
La causa de la muerte fué múltiple: por un lado fué culpa del sindrome del corazón solitario y por otro, del sexo y la virginidad, o sea, el corazón roto y la pistola que jamás llegó a disparar hacia un objetivo claro.

lunes, 6 de junio de 2011

Me devolvieron el cumpleaños de 6

Quién me había quitado el cumpleaños de 6 fué la segunda tormenta más grande que vi en la vida. La primera más grande la viví en medio de la laguna de Chascomús cuando un tornado nos dió vuelta el bote a mi y a 3 amigos y casi nos mata, pero no vengo a hablar de eso... sino de mi cumpleaños...
En el post http://bit.ly/iUYLUT contaba como esa tormenta me había robado un cumpleaños y ahora lo que quiero contar es como lo recuperaron por y para mi :)
El sábado llegué a la casa de mi infancia supuestamente para pasar la tarde y cenar con mis viejos y mis hermanos y los chicos.. bah, la familia...
Resulta que me encontré con una piñata! y un cartelito de feliz cumpleaños con banderitas triangulares de esas que se cosían con hilo para colgarlas! y guirnaldas! y globos y una torta con una cancha de Básquet! Y saben qué? prepararon para los invitados bolsitas de las que se regalan en las fiestas infantiles. Muñequitos, autitos, cositas de esas que van en esas bolsitas pero de hace 20 años por lo menos. No se me ocurre como consiguieron esas cosas de aquellos años perdidos... tal vez algún cotillón con un depósito de recuerdos... no sé.
No entendía nada... me dijeron que me iban a traer mi cumpleaños perdido y casi que lloro... casi.
Ni siquiera me dijeron quienes iban a venir así que cada vez que sonaba el timbre me mandaban a abrir como un nene... pero me encantaba, era una locura ochentosa y de niño pero con hijos ponele... ja!
Como era de esperar a mis amiguitos de la infancia no pudieron traerlos... un par están muertos, otros lejos, otros ya no son amigos, algunos perdidos. Uno vino, si. Gabriel, uno de mi grupo de 7 amigos del barrio. Vino temprano y se fué no muy tarde, el ahora trabaja en la morgue judicial que está ahí por Junín y Paraguay o algo así cortando cabezas y separando órganos y el sábado a la noche le tocaba guardia... pero vino! Gabi fué el que terminó de cerrar el festejo de mis 6 años, lo quiero tanto...
Bueno eso... en este post no habrá metáforas, vueltas a la historia, no habrá demasiado detalle porque no es al final lo que quería contar.
Me festejaron el cumple de 6! La gente que tengo alrededor es lo más de lo más. Tremendo detalle me armaron de sorpresa.
Me hicieron feliz hasta casi reventar.