miércoles, 11 de diciembre de 2013

Please say no more



                                                                  "Please say no more.
                                                                                   I can´t say no more."







No decir más. Canalizar la energía a través de algún vínculo creativo.
Eso es bueno.
Pero es bueno hasta ahí nomás.
Solo canalizar no sirve.
Si tengo algo para decir lo tengo que hacer. Decir.
Y no solo a través de ese canalizar energías. 
Lo tengo que decir, literalmente. Sino no sirve como necesito que sirva. No esta vez.
Al menos nombrarlo para mi, pero en voz alta.
Sacarlo de encima. Eso.
Puta, puta, puta, puta, puta, puta, puta, madre que lo parió.
Que voy a escribir un texto o una canción, si tengo para decir algo más que eso… no?
A veces algunas cosas no alcanzan, entonces hay que completarlas con una dosis de realidad, pero de esas realidades que chocan y enferman. Porque a veces enfermar es mejor, a veces después de la enfermedad necesaria, cae como agua, la liviandad de lo que acaba y vuelve a empezar.
Liviano, hace rato que no me siento liviano, y no me siento. Doy vueltas estúpidamente, como un loco, pero sin estar loco, y sin la inconsciencia de los locos. Creo.
Deje de creer en algunas cosas, empecé a creer en otras. 
Apunté algunas cosas necesarias, y ahora no decir nada está fuera de mi alcance.
Fumar. Ya no fumo. Ya no me fumo. Ya no.
Esperar. No es que no quiera esperar. Sé esperar. Pero no puedo esperar más.
Trepé la soga para llegar al techo, y cuando casi sin fuerzas estoy por llegar, la cuerda se corta. Y me caigo. Y me caigo fuerte. Y se me rompe lo que me queda entre las manos.
Ahora tengo que ver para donde salgo rajando. También que hago con eso. Bah, que pasa con todo en realidad, con todo alrededor.
Diagramas incontenibles e interconectados. Por dios, que quilombo.
Lindo quilombo.
Un quilombo de la puta madre que los parió a todos.
A resolver se ha dicho. Y a decir. Si, a decir.







lunes, 9 de diciembre de 2013

Una línea que se rompe






Busco a Mamá aunque sé que ella no va a estar. Siempre la busco y casi siempre me pasa lo mismo. Y es que todavía es temprano para que haya llegado del trabajo y yo no sé si es que no quiero estar solo o si no quiero estar solo y que de un segundo para otro llegue Papá.

Mi hermana hoy no va a estar. Ella se fue a la casa de la prima Sofia y no vuelve hasta el domingo. No sé que voy a hacer dos días en silencio. A esta edad no me llevo todavía muy bien con él.
Años después me daría cuenta de que la soledad a veces nos hace fuertes. También sabría que para mi hermana, mejor hubiera sido tener una infancia un poco más color de rosa.

Hace un rato mi Abuela me llamó para decirme que tenía que entrar a bañarme, que se estaba poniendo frío y que además Mamá llegaría y tendríamos que tener todo listo, porque para ella era mejor si yo ya estaba listo, que era igual a bañado y con la tarea del colegio hecha. 
La cosa es que me llamo mi Abuela y entré. A ella si. A mi Abuela le hacia caso siempre. Es el día de hoy, cuando van 5 meses de su muerte, en el que me acuerdo sus palabras y me digo, tiene razón. Y es que siempre la tenia. Pero esta no es la historia. 

Ese día solo yo hasta ese momento sabía que no iba a poder hacer la tarea porque me había olvidado un cuaderno en el banco del colegio y esperaba que a ningún pibe de la tarde se le ocurriese hacerlo desaparecer. Tenia un miedo terrible. 
Se lo confesé a mi Abuela, y cómplice no dijo ni una sola palabra más. Lo único que hizo fue abrir bien los ojos y mirarme como diciéndome que eso no, que preste mas atención, que no podía ser tan boludo de perder las cosas pero nada mas. Y me chistó y después me hizo una caricia y me mandó a bañarme. 
Que trabajo increíble se tomo esa mujer conmigo para que no termine tirado en una esquina y destruido, dios…

Entonces entre y busqué a Mamá sin recordar que no estaba. Miré en la habitación que compartíamos con mi hermana para buscarla al menos a ella pero tampoco estaba. Y después volví a acordarme de que se haba ido de la prima Sofia. Siempre me olvidé de las cosas de un segundo para otro, y de la misma manera las recordaba, o no. Y Papá todavía no había llegado.
Me senté en una de las sillas del comedor y me quede en silencio. Mi Abuela estaba adelante. casi siempre se quedaba ahí. Ahora sé que lo hacia para evitarle problemas a Mamá, porque cuando ella quería corregir algo mi Papá la dejaba, pero después a mi Mamá… en fin. Mi Abuela venia poco a mi casa.  El terreno en el que estaba mi casa era largo y mi Abuelo les había dado a Mamá y Papá unos buenos metros en la parte de atrás para construir una casa para su familia.

Entonces me senté solo. Muchas veces hacía eso, y debe ser por eso mismo que la soledad me abriga mas que hacerme sentir un desconsuelo como a muchos de los que conozco.
Yo soy de los que creen que el silencio es tan amigo como lo somos nosotros de nosotros mismos. Entonces, creo que los que no pueden aguantar la soledad, tampoco aguantan mirarse al espejo detenidamente, ni llegar del trabajo y que la casa este vacía. Estos sin lugar a dudas, cuando llegan a su casa encienden el televisor o la radio o llaman por teléfono a algún amigo, pariente o en el mejor de los casos, juegan con su mascota.
Si todos hubiéramos de estar solos al menos un ratito al día, el mundo seria un mejor lugar para vivir.

Llego Papá. Como si nada, todo sonriente, como si ayer no se hubiera desatado una tormenta.
Se sienta después de poner la pava en el fuego y me pregunta porque estaba solo y casi a oscuras sentado. Le contesto que me gusta también cuando estoy solo, a veces. Me mira, pero no sé si me entiende. Se queda en silencio, como probando que tal es eso que hago de quedarme quieto, pero a él se lo ve intentando pensar en algo que lo distraiga. A veces uno se da cuenta cuando mira a alguien que intenta pensar en algo. No le sale. Me doy cuenta de que no le sale y sonrío y siento una victoria. 
Enciende el televisor. Me levanto y me voy al patio a jugar con unos soldaditos que olvidé el día anterior en un balde de albañil lleno de agua. No es que haya llovido, no, es que los soldaditos habían muerto al caer en un lago venenoso.

Llega Mamá y veo que además de su bolso viene con una caja.
Trae algo. Es un perro?. Si! es un perrito!
Y yo que me pongo contento como un loco y me olvido de todo lo malo de este mundo que es adentro de mi casa.
Una cuando es chico suele contentarse con pequeñas cosas. Igual convengamos que un perro no es algo pequeño. Es un perro pequeño, un cachorro, pero es algo grande. Es un futuro amigo nuevo, una espalda mas que ayuda a sostener. Además es un escucha, uno que juega y me hace olvidar que en cualquier momento puede caer una bomba. 
Un tiempo después voy a acordarme de cuanto amé a esa perrita y siempre la voy a tener en la memoria con el amor intacto.

Mamá me da una caja de zapatos. Adentro hay un perrito. Una perrita mejor dicho, es hembra. Lisa se va a llamar. 
Papá sale, porque en el fondo es un chico como yo, grande y con problemas, pero chico al fin. 
Mira adentro de la caja y lo saca y se lo lleva a su pecho, y lo abraza y lo besa. Papá como muchos chicos también es egoísta.
Mamá le dice: dale el perro el nene. La mira y no la escucha, entonces ella quiere repetirle pero él la interrumpe con un movimiento rápido que intenta darme a la perrita a mi. Y yo no llego a atraparla y se me cae y siento culpa. Ahora mismo lo escribo y me doy cuenta de qué la culpa no fue mía. 

Ese hombre al que le digo Papá se fue para adentro y Mamá lo siguió y le dijo, pero como te vas a enojar si le traje un perrito a los chicos le dijo y él le contestó que no le importaba, que estaba bien traer un perrito pero que él lo quería saludar, y entonces ella le dijo que primero me lo tendría que haber dejado agarrar a mi, y entonces él se acerco a la heladera y se abrió una cerveza y no dijo más palabras.

Hace unos años, pensando en mi, en como me veía después de la muerte, que fue vida sin vida más que muerte verdadera, vi o pensé, en como uno tira lineas, como cuando va a pescar, que dicho sea de paso me parece un deporte horripilante y extremadamente cruel, y va sacando cosas buenas y cosas malas. También pensé en que cuando uno ve que lo que está por salir del agua no sirve, la linea debería cortarse, y cuando lo que se nota que va a salir es bueno y sirve, entonces hay que ir con cuidado para poder llega a tenerlo en nuestras manos para siempre. 
Para aprender de todo, para permanecer en tierra.

Entonces ahora escribo y pienso que debería, cuando tuve la oportunidad, haber cortado esta linea que me hirió tan profundo que duele para siempre. O da lo mismo?. Si en ese momento yo no podía hacerlo y nadie lo hacia por mi, entonces después ya es tarde y da lo mismo, no?. Es un dilema.

Entonces me quedo con el perrito que era una perrita porque era hembra y la acaricio, y la perrita me muerde y la suelto y me enojo, pero sé enseguida que me enojo con la perrita porque es con lo único que me puedo enojar y la perdono y dejo de estar enojado y la vuelvo a levantar y me vuelve a morder pero no me importa porque me doy cuenta de que esas mordidas las lo hace jugando. Y me meto la mano bajo la manga del buzo y lo dejo seguir mordiendo.
Y me llama Mamá para ir a comer y mi Abuela y mi Abuelo están adelante en su casa y ya no van a venir porque se acuestan temprano y duermen toda la noche cuando pueden hacerlo y no se llegan a escuchar los ruidos.

Entro mirando el suelo sin pensarlo. Lisa me sigue y casi la piso varias veces porque estoy mirando al suelo, pero sin mirar.
La cena pasa todo el tiempo en silencio. Lisa conoce la casa mientras Papá la mira. Lisa hace pis. Papá se levanta y le pasa violentamente la trompa contra el pis, le pega en la cola y la saca al patio. Yo no puedo decir nada porque me miró, y a veces cuando mira, es para que nadie diga nada. El pis sigue ahí. Mama lo va a limpiar después de comer.
La noche termina bien, dentro de lo que en esa casa uno esta acostumbrado. 
Un perrito cambia la vida de la gente, o al menos un momento.







Más acá del dolor





Postear o no postear, esa no es la razón ninguna de las veces. Si más allá de mostrarlo las cosas están siempre.
Entonces, contar lo que uno quiere contar no es todas las veces decirlo en voz alta o publicarlo en un blog que no tiene tanto de decir como de mostrar. Quiero decir, contar es también decirse a uno mismo y aprender a mirarse. No?

Me toco lidiar como a la mayoría de las personas con la muerte. Pero, ojo al piojo, no fué con cualquier muerte
Los que están cerca, las personas que uno ama, los que están alrededor, se mueren, se van, desaparecen, se hacen humo y se escapan, vuelan hasta las luces del alba y no vuelven nunca más. Pero esta muerte, como lo dije, no fue cualquier muerte. Esta muerte fue, es, y va a ser toda la vida mía la peor muerte que a cualquiera le podría tocar soportar. Claro que la peor muerte podrían ser varias muertes pero eso es otro tema. 

Los amores de la vida no te dejan nunca, pero se alejan en cuerpo y entonces todo contacto se termina perdiendo como se pierde todo en la puta vida. Igual, sé que si algo se pierda, otra cosa se encuentra, no?. Quiero creer eso. Cambios. 

Para hablar de esta muerte tengo muchas palabras que se van a ir dando con el tiempo, y aunque tenia que decirlo acá quería referirme a esto de decir y de contar y toda esa historia que no puede parar de hablar.

Aprender a mirarse. A eso iba. 

Entonces, tiempo sin postear, sin contar lo que quiero contar, por lo menos en este blog, no fue no contar nada. Me estuve contando de todo.

Aprendí de los recuerdos, y no dejo de saber que mañana es mejor, pero lo mejor de ayer también sirve.

La inspiración o las ganas de decir, puede llegar en silencio y permanecer así, esperando ser y siendo también mientras tanto.
Darme oportunidad, el tiempo lava y cura, pero la cicatriz va a seguir estando si la herida fue profunda. Y lo fue.

Además de aceptar ver como a pesar de todo la vida continúa, uno tiene que continuar, YO tengo que seguir y eso es lo más jodido.

Pero bueno, contar. Eso. Seguir contando más allá de dolor, y más acá del amor.



sábado, 7 de septiembre de 2013

Chispa de luz. Suspira por volver a empezar.

Mariposa en la oscuridad.
Niña triste que no puede salir de la melancolía.
Desconfianza, dejar ser y hacer.
Sonrisa danzarina.
Polvo de luna, del otro lado de la luna.
Colores apagados, pero colores.
Costumbre.
Sirena de un mar de sombras que no sabe que encanta.
Sumisión.
Gotas de agua que cae.
Los ejemplos estaban a cada paso. Y sin embargo no sabía que hacer ni como hacerlo.
Confusión.
Lejos, pero cerca.
Nubes que aparentan. Sol que sale igual.
Noche estrellada.
Rosa sin espinas, no te lastimes.
Arco iris.
Despacio, pero adelante.
Chispa de luz. Suspira por volver a empezar.

miércoles, 26 de junio de 2013

21 días





21 días y la vida continúa y todo parece seguir igual. De hecho todo es igual, todo alrededor es igual.

Por acá, adentro digo, todo cambió. Ella era todo para mi.

Me acuerdo de a ratos y saltando entre los tiempos pasados, todas las cosas que vuelven, y siempre caigo en el mismo lugar: en tus últimas sonrisas, en mis últimas caricias, en tus últimos fastidios,  en mis últimos besos. Casi siempre se nubla todo como en tormentas danzarinas cuando vuelvo a mi último beso, que se sabía último pero que no se asumió hasta que no hubo más caso porque ya no podía haber más besos.
Y acá estoy yo, que sin ánimo de generar ningún tipo de pena, lo cuento, porque lo quiero contar.

Creo que las cosas cambiaron para siempre.
Cuando a uno le sacan algo irreemplazable, queda un vacío para toda la vida.

Su voz, su olor, su risa, su sonrisa, sus manos, su espacio inolvidable. Mi pena, porque no lo tengo nunca más. Mis lágrimas, mis putas lágrimas que escapan de mis putos ojos y se caen en un segundo, y mi pecho comprimido que se cierra cada vez más y que me ahoga y me pide que grite, y que lo haga con fuerza, porque necesita caer con los ánimos perdidos, y dejarse ser en el suelo un buen rato.

21 días. La vida continúa pero sin ella.

Por acá, adentro digo, me cambió todo.




lunes, 10 de junio de 2013

Siempre al final, la muerte es parte de la vida...



Y llegado el día se oscurece impunemente todo lo que anda rondando a mi alrededor.
Es de madrugada, y como cada vez que se sabe una verdad antes de que se la digan a uno, lo sé. Y escucho hablar por teléfono y ya lo sé.
Mi abuela se murió, después de todo.
Mi Abuela Ana, mi Abuelita, la Reina de mi vida, el arco iris que me abraza y acompaña luego de mis tormentas.
También están por supuesto los otros amores de mi vida. Los que viven conmigo... los que viven donde yo viví...
Pero esta mujer es otra cosa. Que me disculpen mis otros amores, que esta mujer me enseñó a ser.
Que yo soy como soy conmigo y con los otros porque ella me lo enseñó, básicamente.

Pensé en el último beso que le di, o en los últimos besos, y en las últimas palabras, hace apenas unas horas.

Dentro de algún rato la vería en un cajón dormida para siempre, con el cuerpo frío, con el alma ida...
Ya no más mi abuela.

Y las palabras de consuelo no me están consolando. ¿Es que no lo ven?.
Las palabras de consuelo ya las sé. Conozco toda la verdad acerca del sufrimiento y del no merecer todo el dolor que le tocó atravezar.
Y soy de los que más quería que se le termine la tortura y desde mi ser menos egoísta y con todo mi amor.
Y más allá de todo lo que sé, duele lo mismo. ¿No lo entienden?, ¿O es que solo quieren figurar aún cuando todo lo que tengan que decir sea estúpido, insensato y hasta den ganar de repartir algún que otro cachetazo?.

Te pido que cuando me toque morir, y si existe alguna historia más allá de la muerte, me vengas a buscar vos mi amor.
Y te dejo más allá de la vida, y te espero entonces cuando me llegue la muerte.

Y el Abuelo ya acá, en los nichos de Avellaneda, te acomoda las flores que te dejamos todos.
Y lo ayudo, porque nada termina de convencerlo.
Y es que tiene menos consuelo que yo este pobre hombre, después de amar tanto y de esta manera a una mujer durante casi cincuenta y seis años...

Hace un rato el Abuelo me contó como te robó el primer beso Abuela.

"y yo andaba por el barrio, y ya la había visto muchas veces. Entonces ese día estaba parada sola en la puerta de su casa, y me acerqué y le dije: ¿Tu te das cuenta porqué vine a verte?... Me di cuenta por tu mirada, me dijo tu abuela. Entonces le dije: Llama a tu madre. Y ella vino y preguntó como me llamaba, y después vino su Padre... ¿y después de eso te la llevaste a pasear?, ¿se fueron juntos?. Y más vale!."

Habías dicho siempre que vos querías un velorio con muchas flores y que vayan todos los que te querían.
Vinieron todos y más Abuelita, y de todos los velorios en los que estuve, este fué el que más flores tuvo.
Tu sala en la despedida de la vida, tenía muchas flores, y ya no tenía importancia. Pero era lo que querías, y entonces está bien.

Te amo para toda la vida.

Y hoy después de todos estos días volví al trabajo, y llegó la hora en la que se suponía tenía que ir a visitarte. Y me di cuenta de que ya no tenía que ir a visitarte en la terapia intensiva, porque ya no estabas.
Y tuve que aguantarme estas ganas de llorar como un loco a los gritos, y entonces solo se me cayeron muchas lágrimas, que en silencio, acompañaban mis deseos de volver a verte algún día, más allá de la vida.






lunes, 29 de abril de 2013

A Rosina Demasi





Mariposas en el parque bailando como luces de colores, 
formando alas, volando sobre un arco iris.
Eso es mi abuela.

Fe. Esperar que las luces de la vida le den paz. 
Que los sueños de amor le calmen el dolor.
Eso espero para mi abuela.

Ángel divino, mujer preciosa. 
La bondad, el amor, el sacrificio, la sonrisa maravillosa.
Eso es mi abuela.

Esperanza. Desear que lo que hace sufrir desaparezca. 
Que el dolor ya no sea dolor, que tanto amor pueda dar algo de paz en toda esta locura.
Eso quiero para mi abuela.

Amor de mi vida, mi amor, dueña de todo lo bueno que hay en este mundo. 
Lo más perfecto que conozco de toda la vida, lo único que nunca se puede dejar de amar.
Eso es mi abuela.

Uno de los peores días para ella, mi abuela en el medio de su gran dolor, con un respirador que le tapaba la cara, con varios cables, con vías en la sangre, respirando con mucho esfuerzo, con el corazón gastado y el cuerpo lastimado, me regalo una sonrisa.
Abrió los ojos y me regalo la sonrisa más increíblemente hermosa que nunca hubiera imaginado. 
Esa sonrisa la voy a guardar en mi memoria como el recuerdo más precioso que una persona pudiera tener. 
Porque esa sonrisa fue solo amor, amor que solo ella puede dar.

Ayer, ya con asistencia respiratoria y casi inconsciente, estábamos mi hermana y yo, uno de cada lado. Le estábamos hablando de todo el amor y dándole las gracias interminables por haber cuidado tanto de nosotros, por habernos enseñado toda la bondad de su alma, por habernos dado todo.
Entonces movió las manos. Nos miramos con mi hermana, sorprendidos. Ella estaba queriendo tomar nuestras manos. Cuando se las dimos, las apretó. Encontró fuerzas dentro de un cuerpo que casi ya no tiene, para tomarnos de la mano. Y seguía así con su gesto infinito del amor.

Ojos hermosos, mujer hermosa.
Flores en el aire, aguas claras.

La bondad, el amor, el sacrificio, la sonrisa maravillosa.
Todos los colores juntos, todos los recuerdos con ella son preciosos.

Amor de mi vida, mi amor, dueña de todo lo bueno que hay en este mundo. 
Lo más perfecto que conozco de toda la vida, lo único que nunca se puede dejar de amar.

Eso es mi abuela.

Y las palabras nunca alcanzan, pero no existen las que hablen de todo lo hermosa que es esta mujer que está por partir.



Te voy a extrañar todos los días, hasta el último día de mi vida. 

Y si hay algo después de todo, nos vamos a volver a ver amor de mi vida, y te voy a abrazar con locura.

Te amo con toda mi alma.





lunes, 11 de marzo de 2013

Uno de la escuela






Nunca pude olvidarme de Paja Cuellar. 
En realidad, me olvidé durante mucho tiempo y durante muchísimos ratos, pero nunca me lo saqué de la cabeza completamente. 
No es porque me haya dejado alguna huella positiva e imborrable, no. Creo que lo que me dejó es la sensación de que ningún chico entrando en la adolescencia debería ser como él. 
Tal vez lo tome de ejemplo para educar a mis hijos de manera tal que no se parezcan en nada a ese chico que conocí una vez.
Y en realidad, él no tenía la culpa. Era un pibe que como casi todos a esa edad  vienen con lo que traen puesto desde casa.
Y para seguir contando tengo que contar como era él porque sino no se entiende nada. 
Paja era un pibe raramente extrovertido pero a la vez con todas sus verdades en secreto. Que se lea, una persona de esas que te hablan como si supieran la verdad universal de la existencia pero que jamás te ponen un ejemplo personal como para darte a entender las cosas simplemente porque no pueden. Y si lo hacía era mentira, y te dabas cuenta cuando en sus historias entraban fantasmas o extraterrestres o cuando el podía saltar más de dos metros para salvar la vida de su vecina Rita la suicida y que de hecho, según él, salvó más de una vez. 
Paja entonces y entre tantas otras cosas, era de lo más mentiroso y jamás de los jamases decía una verdad, o si la decía no se notaba porque quedaba oculta entre líneas.
Yo durante mucho tiempo pensé que era así porque la realidad no le daba como para andar alardeando de ella pero terminé por saber, años más tarde, que si la realidad no da, mejor callarse la boca.
Paja, además, era desagradable con las chicas. Lo que menos hacía cuando intentaba regalarles un piropo, era regalarles un piropo. Siempre terminaba diciendo guarangadas indescriptibles.
Paja Cuellar era una persona fea por donde se lo mire. Escupía en clase, siempre olía mal, se movía raro. En fin, a cada momento uno podía encontrar algo que motivara el no querer acercarse.
Fisícamente tampoco era gran cosa. Flaco, muy flaco, petiso, bastante morocho, de manos muy chicas, casi encorvado, la boca como fuera de la cara, siete u ocho muelas menos, que en esa boca se notaba y mucho. 
Cuando hablaba se le escapaba la saliva por las comisuras, cuando se reía se le escapaba el aliento que hasta tentaba al diablo de salir rajando, y cuando puteaba por algo era todo junto, escupir, largar aliento fétido y palabras encontradas en los más grandes basurales.
A Paja le decíamos Paja por dos motivos.
El primero era por el aspecto físico. Una paja de escoba. Quemada, pero paja al fin. Nada más y nada menos.
El segundo motivo era la necesidad imperiosa que tenía constantemente de recurrir a la masturbación como descarga espirítual de la energía.
Muchas veces a la mitad de la clase pedía permiso para ir al baño a masturbarse con la excusa de dejar en libertad alguna necesidad fisiológica como ser, orinar. El pedía, -Profe, puedo ir al baño? -y si lo decía con una sonrisa era seguro que iba a frotarse la humanidad. Lo hacía sobre todo en la clase de Geografía, uno porque la Geografía nos parecía a todos aburridísima, y otra porque la profesora de Geografía era joven y muy linda y entonces, Paja, no podía evitarlo. 
Hay muchas historias de Paja en ejercicio masturbatorio pero en esta historia no vienen al caso.
Paja Cuellar, tenía con las chicas una suerte, que dada las condiciones que mencione arriba, era increíble. Y es que el flaquito feo, desagradable y mentiroso, era comprador. Además, las chicas de esa época y de esa edad eran propensas a creer las historias fantásticas que un mentiroso graduado con honores podía ofrecerles por más de que le faltaran dientes o le sobraran groserías. De hecho, las chicas de esa edad siempre fueron frecuentemente dadas a creer lo que un buen mentiroso pueda llegar a inventarles. Por eso es que hay que cuidar, en este sentido, más a las hijas mujeres. Porque ellas, llegando a la adolescencia, todavía saben creer muchas historias fantásticas.
Como dije, el desagradable, tenía suerte con las chicas. Y uno de mis mayores temores se hizo entonces realidad. Paja se levantó a mi hermana.
Mi hermana es un año y medio más chica que yo, y en ese momento ella era como todas las otras chicas. 
No me molestó que ella besara a un chico y que haya sido una de las primeras veces, pero sí que fuera a besarlo a este pibe, porque de verdad no era para ella. Y juro solemnemente y con la mano en alto que todo lo que vengo diciendo de Paja es así, y que no está manchado por el resentimiento ni nada que tenga que ver con el hecho de haber besado a mi hermana en repetidas ocasiones. Tengo testigos que pueden testificar a mi favor. 
Por suerte después de un tiempo corto mi hermana se dió cuenta por gracia y consejo de una amiga de lo que estaba haciendo y lo abandonó.
Lo último que quiero recordar por ahora de Paja es de cuando lo fajó uno de los de sexto año. Día que también fué el último de Paja en la escuela.
Paja solía comprar revistas pornográficas. Muchas. 
Nadie sabía de donde sacaba la plata pero nunca se lo preguntamos quizá por miedo a encontrar en su respuesta una realidad que hiciera más nefasta a la realidad que ya conocíamos y que de hecho no admitía más grises ni negros ni nada que siguiera restando.
El hecho es que compraba muchas.
Paja siempre llegaba temprano al colegio y antes de la primer clase nos mostraba algunas de las fotos de sus preciosas revistas. 
Que él fuera el dueño de las revistas le asignaba un reinado que lo hacía importante al menos en lo que duraban esos ratos.
Nosotros nos formábamos en ronda para ver semejantes maravillas y él hundido en el regocijo que le provocaba tener el poder.
Un día en uno de los recreos creo que de la primer hora se le acercó un pibe más grande, que después supimos que era del último año y que ya había cumplido los dieciocho, y le empezó a decir a los gritos que era un atrevido y que como se le ocurría a un pendejo de mierda como él hacer eso, y en medio de todas las cosas que le decía le iba pegando cachetazos como haría una madre enfurecida y enceguecida a un hijo en las últimas, pero con más fuerza. Paja intentaba cubrir su cara pero el del último año seguía dándole y si no podía en la cara se la daba en la cabeza o en los brazos flacos y descubiertos de Paja que a esa altura era un bollo. 
Cuando hubo terminado se fué no sin antes tomar la mochila de Paja, e ir vaciándola mientras a cada una de sus cosas las revoleaba lo más lejos que podía. Incluso las cuatro o cinco revistas que llevaba siempre guardadas en su mochila y que eran sus favoritas. A cada revista tomada, el del último año le gritaba que era un pendejo pajero y que todos en el colegio tenían que saberlo, y que además era un ladrón. Ahi sí, terminó y se fué.
Lo que había pasado fué que al parecer Paja robaba las revistas de un puesto de diarios cerca de la estación y en el cual trabajaba un hombre al que estaba volviendo loco una o dos veces a la semana, robando sus revistas mientras el hombre acomodaba los diarios del día. Hasta que ese día le salió mal. Paja se acercó por atrás del puesto como lo había hecho todas las veces que llegó a tomar sin pagar, pero esta vez el hombre lo estaba esperando y lo sorprendió tomándolo del brazo y reteniéndolo unos segundos como para asustarlo. 
El hombre lo reconoció, porque Paja no siempre le robaba. A veces Paja pagaba el diario, o alguna revista de moda de las baratas, como para relojear con tranquilidad cuales eran las revistas pornográficas más fáciles de llevarse con una corrida. Y pasó que su hijo, el del último año del industrial, ayudaba a veces al hombre antes de ir al colegio y había visto a Paja comprar un par de veces. Entonces el hombre lo reconoció, y luego se lo contó a su hijo, y el hijo lo vió en el colegio y lo llenó de cachetazos y le hizo pasar una verguenza grandísima.
Paja en ese recreo, después de la paliza, se quedó solo y llorando. Y cuando sonó el timbre enfiló para el aula con la cabeza gacha, sin despegar la vista del suelo y colorado como yo pensaba que a un morocho jamás se podría ver. Es que se había puesto tan pálido que se le notaba la verguenza en la humanidad misma.
Pasó la última clase, la de Matemáticas, y Paja se fué. 
Y no vino nunca más. 
A mi me dió una pena terrible. Me acuerdo y me lleno otra vez de esa misma pena que sentí en aquel momento pese a todo lo que era Paja en su esplendor del desagrado. Porque no era su culpa, porque era solo un pibe mal enseñado, porque las malas las podemos pasar todos y algunos ser más suceptibles que otros y no poder evitar caer en las mismas trampas de la vida en las que cayeron los que les enseñan.
En el fondo no era mal pibe. Pero viste?, no todos cargan con el mismo peso.



martes, 5 de marzo de 2013

Gracias por su compañia






- Buenos días.
- Buenos serán para usted. 
- Disculpemé no quise importunarlo.
- Peor si no me importuna, solo le estoy diciendo que las buenas en este día podrían estar de su lado. No del mío. 
- Pero digame que le pasó entonces buen hombre que las buenas no están hoy con usted!
- He conquistado el corazón de una mujer hermosa.
- Buena fortuna!. Entonces es todo lo contrario. Como es que me dice que no, cuando sí?
- Porque es no. La mala suerte me atormenta.
- Cuenteme. Pero no omita detalles. Cuenteme todo.
- No hay mucho en realidad. Esta mujer de la que le cuento iba caminando mientras revisaba su cartera para encontrar vaya uno a saber que cosa y entre caminar, esquivar a los demás peatones, y revisar mirando hacia el fondo de su cartera no va que se choca con un tipo y se le cae todo. 
- Y ese hombre era usted.
- No, que va, yo no la hubiera chocado. Siempre voy atento cuando camino.
- Y entonces?
- Entonces el hombre con el que chocó siguió caminando.
- Y fue ahí que usted la ayudó?
- Exacto.
- Y que pasó?. Cuenteme.
- Fué amor a primera vista. 
- Buena fortuna!
- Eso creía mi amigo. Eso creía.
- Siga contando, no se me pierda.
- Nos miramos unos segundos mientras juntábamos las cosas que se le habían caído. Casi sin expresión, o con expresión de sorpresa con parálisis momentánea. Creo que el amor nos sorprendió sin darnos tiempo a reaccionar. 
- Y?
- Y entonces le invito a tomar un café justo ahí. La cafetería estaba justo en la vereda en la que nos encontrábamos.
- El destino. A veces vió como se dan las cosas cuando tienen que suceder.
- Eso creí. De hecho lo sigo creyendo. El problema es que el destino, a mi, me la estaba jugando mal.
- Pero a ver, dejeme refrescar: Una mujer hermosa chocó contra un hombre mientras revisaba su cartera. Ese choque provocó que a esta mujer se le caigan las cosas que llevaba dentro de esa cartera. El hombre que la chocó, siguió de largo sin atinar a darle una mano. Entonces usted entra en escena para ser su héroe y ayudarla a recolectar sus objetos, en medio del tumulto de gente que andaba de acá para allá. Fué ahí que se miraron y quedaron congelados de la sorpresa, casi de la emoción diría yo, como algo que no se espera, como un milagro que está lejos hasta de soñarse porque puede no parecer real. El amor a primera vista de los dos, los choques de las almas que repentinamente quedaron desnudas frente al otro y la certidumbre de que eso no podía ser de otra manera. Entonces usted la invita a la señorita a tomar un café y ella le dice que sí, estoy en lo cierto?
- Si.
- Entonces que pudo haber salido mal como para que venga a decirme que de esa seguidilla de acontecimientos puede asomarse algo desafortunado?. No me diga que la señorita resultó en señora y además de casada ya andaba con hijos.
- Nada de eso.
- Cuenteme entonces.
- Lo que pasó con esa mujer hermosa fue que me sonrió.
- Y que más hermoso que la sonrisa de un amor!
- Usted no me entiende.
- Que no lo entiendo!, Dios mío!, que no lo entiendo?. Pero claro que lo entiendo, hasta lo envidio!. Es una envidia sana por supuesto. Nada de envidias que guardan deseos de infotunio para usted. Lo admiro demasiado y es además mi único amigo. Entonces le digo, mi envidia es sana. Tenga y guarde usted mis congratulaciones más grandes y todos mis deseos de que su vida con esa señorita sea grata, emocionante y de mucho amor correspondido. Y que todo ese amor, además, les traiga descendencia y sean felices hasta el fin de sus vidas.
- Le agradezco estimadísimo, y le juro que mis sentimientos hacia usted son iguales y tan legítimos como el que a sabido mostrarme. Pero no. No podré complacerlo. 
- Cuenteme. Vamos. Que la ansiedad me ajusta la inquietud. Me falta el aire.
- En cuanto la invité y me dijo que sí. Se levantó y empezamos a dar esos pocos pasos que nos separaban de las mesas más cercanas a la entrada de la cafetería y que estaban al lado de la ventana que daba a la calle. Todo eso casi sin hablarnos. Luego nos sentamos y nos miramos y nos tomamos de la mano. Entonces llego el mozo y preguntó que era lo que queríamos.
- No me diga que era borracha y pidió alguna bebida espirituosa y luego otra y luego otra más.
- Nada de eso. Escucheme.
- Lo escucho.
- En cuanto se fué el mozo volvimos a mirarnos y seguimos tomanos de la mano. Empezamos a hablar. No habíamos terminado con las preguntas de rigor cuando pasó lo que no creía en un millón de años que iba a pasar: Me sonrió.
- Y le vuelvo a decir: que más hermoso que la sonrisa de un amor!?
- Le estoy diciendo que no me entiende, pero no me deja terminar. Si me dejara hacerlo entonces podría darse cuenta del porqué de mi desafortunado día y de mis malas nuevas y entonces ahí, del porqué los buenos días serán para usted.
- Le ofrezco mis disculpas. Termine nomás, termine.
- Bueno ahí voy, sin más preámbulos: Su sonrisa era horrible, pero no solo eso. Su sonrisa era la más fea que haya visto jamás.
- Como que era horrible?. No me había dicho usted que era una mujer hermosa?
- Claro. Pies y piernas perfectos. Caderas increíbles, cintura de la misma catalogación. Busto como el de ninguna otra mujer. Una cara de rasgos a los que no se le encontraban defectos. El pelo de una sirena, largo, castaño. Bellísima Don Manuel, BELLÍSIMA.
- No lo entiendo.
- Que su sonrisa deformaba todo. Eso. Que cuando se rió se le deformó toda la cara y que sus dientes por más que fueran normales parecían envolver su cara y hasta daban miedo. Los ojos Don Manuel, los ojos. La nariz que se le hinchaba y se le subía casi hasta la frente o al menos daba la sensación de subir hasta la frente. Le juro que nada de su hermoso cuerpo, de pies a cabeza, compensaba la horrible sonrisa de esa mujer.
- Y digame. Que hizo?
- Y me fuí!
- Como se fué!?
- Me levanté y salí por la puerta.
- No se haga el vivo hombre que entendió mi pregunta.
- Si claro. Me fuí, salí rajando. No sabe Don Manuel, si la hubiera visto. el grado de fealdad al que llegaba esa mujer al sonreír. le juro que le daba vergüenza ajena mire.
- No puede ser. Me niego a creer que una mujer tan hermosa como la que me describe llegue a tener una sonrisa tan fea como para aplastar tanta hermosura.
- Le juro que es así.
- Además me dijo que usted en cuanto la miró sintió que era el amor de su vida.
- Me niego a creer que el amor para toda mi vida cargue con una sonrisa tan despreciable. 
- Al final resultó un prejuicioso.
- Pero si es un juicio!, No un prejuicio.
- Tiene razón. Disculpeme.
- Lo disculpo. Igual le cuento que no la abandoné ante esa primer sonrisa. Aunque le confieso que me hubiera escapado ante el atisbo de esa primer sonrisa si hubiera sabido de antemano como era.
- Ah, se quedó?
- Por supuesto, soy un caballero. Me quedé un poco más y hasta traté de disimular mi asombro, incredulidad y hasta mi rechazo. La cuestión es que me quedé todavía un rato más. Y ella seguía sonriendo y yo inventando situaciones desgraciadas como que se me había muerto algún familiar, alguna mascota, o algún amigo. Vió que uno cuando conoce a alguien y estos se importan desde antes de mirarse se tienen que más o menos poner al tanto?. Bueno, para ponerla al tanto y que no sonría le empecé a inventar situaciones tristes. Y es que la quería seguir viendo tan hermosa como hacía un rato vió?. Y miré que lo intenté, pero no pude. Hasta maté a un amigo le dije?. Usted era mi amigo.
- Como que yo?
- Si, usted. Dejeme decirle que el invento de su muerte me salvó cinco minutos al menos, de verle la sonrisa de nuevo. Y dejeme darle las gracias por eso. Le sigo contando.
- Siga nomás.
- Le decía entonces que andaba inventando desgracias para que no me sonría, cuando entonces le cuento de el día en el que me caí arriba de una vieja desde el balcón del primer piso de la casa de mi antigua novia. Esa vez en la que tuve que tirarme porque entraban sus padres y ella era menor de edad se acuerda?.
- Si claro, como podría olvidarme de eso?. Jaja, fué increíble.
- Bueno, entonces yo pensaba. Me caí, mandé al hospital a una vieja de la que me escapé sin chequear que estuviera viva, y además me estaba escapando del departamento de un matrimonio por el balcón, porque no quería que me vieran  con su hija menor de edad. Es una anéctoda perfecta como para evitar cualquier sonrisa, y además para sacármela de encima sin romperle el corazón. Si tan solo ella me hubiera creído un degenerado y un descorazonado... me entiende?
- Eso perfecto. Y aunque más allá de no entender el porqué de su acción, creo que si de todas maneras tengo que aceptarle, esa era la mejor manera.
- Bueno, dejeme decirle que no.
- No funcionó?
- No, y no solo sonrió, sino que al final de la sonrisa soltó una carcajada la muy cruel. No le bastaba con sonreírme y hacerme dar asco que me tuvo que dar una risa.
- Y que era tan fea también?
- Y no solo eso. Su risa era la de un chancho mi amigo. La de un chancho. Vió cuando le corta la garganta a un cerdito para comérselo?. Igual. De lo más fulero que me pasó en la vida.
- Pobrecita.
- Y... eso lo pensé después. Pero la verdad es que en ese momento no aguanté más la tortura y salí rajando.
- Me sorprende. Que quiere que le diga. 
- No se sorprenda, que a veces las cosas pueden ilusionar y robar esa ilusión de un garrotazo, en este caso, de una sonrisa.
- Lo siento mucho mi amigo, déjeme invitarlo con un trago para olvidar. Olvide conmigo y pasemos a otro tema.
- Acepto.
- Entonces le parece si empezamos de nuevo?
- Por supuesto.
- Dele. Como dice que le va?
- Como el demonio.
- Ojo que a veces con el demonio puede irle de maravillas.
- Tiene razón. Me va mal.
- Lo siento.
- Y que se le va a hacer. Lo desafortunado de la vida.
- Me alegra que sepa aceptarlo.
- En cierto modo a mi también, pero solo en cierto modo. Gracias a su compañia, mi estimado.




lunes, 4 de marzo de 2013

9. El Diablo






Pablo abre los ojos y ya sabe. Los recorridos mentales que siempre intentó seguir en sus sueños para escabullirse, nunca le permitieron llegar más allá. Y más acá o más para cualquier otro lado tampoco, porque en definitiva hacía rato que había perdido el control en algún sentido. 
El Diablo siempre negó con la cabeza y quedó dispuesto frente a él. Los últimos tiempos fueron así. Y digo los últimos tiempos porque no fué un tiempo, sino varios. Como haber pasado distintas vidas, aunque en una sola. Los tiempos de Pablo fueron cambiando y las ideas también, como todo lo que evoluciona. Y claro, si no evoluciona no cambia. Pablo cambió una y otra vez y no tuvo más remedio que ser unas veces uno y otras veces otro, y ser él mismo solo en los momentos de soledad y cuando la abrazaba a  su hermana y lloraba. Ahora, en sus sueños que seguían doliendo todavía y como siempre físicamente hasta después de haber despertado, también era distinto que al principio y también podía ser él mismo. 
En este tiempo de ahora podía moverse, aunque no levantarse de la silla, pero moverse, y hablar y ser él sin ocultar nada. Y porque iba a ocultar algo si el Diablo ya lo sabía?. En cierto modo para Pablito eso era un alivio.
Hace ya bastante tiempo que el Diablo visita a Pablo. 

- Hasta cuando?, pregunta Pablo.
- Hasta que entiendas o hasta que se te acabe el aguante flaquito.
- Pero si nunca me explicaste nada
- Tu vieja es una puta. Con eso es suficiente. Y sabés que no me gusta dar explicaciones. Pero sabés qué?. Ahora te voy a hablar. Y más te vale escucharme.
- Te escucho, mierda.

El Diablo se puso de frente, se acercó lento, y le dió un cabezazo en la nariz. Pablo empezó a sangrar. Estaba cayendo mucha sangre. 

- Pendejo de mierda. Mierda. Mierda sos vos. 
- ...
- Tu Mamá, tu Mamita, tu Viejita del alma, de tu corazón, la luz de tus ojos, la que te alimenta, la que te dió la vida, la que te lava y te plancha, la que te despierta con el matecito antes de salir para el trabajo, la que se queda mirando televisión hasta tarde, la que mira con temor a que alguien entre, las películas eróticas de la madrugada para mientras masturbarse, la que a tientas sabe las cosas que te pasan aunque se tilde de Madre que conoce a sus hijos y da todo por sus hijos, la que te carga con la responsabilidad de ser el hombre de la casa porque tu hermano se fué, la que te pide que la ayudes con tu hermana que todavía no puede sola con la vida, la que te sonríe, la que te compra, la que te vende, la que te abraza pero después y sin que te des cuenta te apuñala, la que te besa, la que te desea. Te desea. La que anuncia ante cualquier vecino y aún habiendo pasado tanto tiempo, que su marido la abandonó cuando la que lo rajó fué ella, la que provocó la ruptura, la que dejó a un hombre hecho pedazos, borracho para olvidar, sucio por descuidado, porque ya no le importaba nada, porque había perdido a sus hijos y se le había derrumbado la familia por la que tanto había luchado durante tanto tiempo, la que argumentó con ideas propias de la desesperación, la que creyó que se quedaba sola, la que por eso mismo dió vuelta la tortilla, la que te dejó sin Padre, la que te dejó con una hermana rota, la que te sacó la posibilidad de un buen hermano mayor, la que se cubre con un manto que muestra amor sin barreras, la que debajo de ese manto está armada de mentiras bien sostenidas unas por otras, la que te ofrece amor y te da amor pero también te ofreció mentiras como verdades y te engañó a vos y a tus hermanos, la que dejó caer las fichas, la que nunca gritó, la que dejó que tu Padre gritase, la que usó esos gritos para hacércelos jugar en contra, la que te da un beso antes de ir a dormir, la que no sabe que te vengo a ver y a recontra cagar a trompadas por pelotudo, por hijo de una gran puta, después de ese beso, la que te pregunta como te va cada día después del trabajo, la cómoda hija de una gran puta y la puta madre que la parió que se la pasa tranquila en la casa, con pocas preocupaciones porque vos salís a ganar la plata y se la dejas a ella. Esa. Esa es una puta con todas las letras y bien marcadas. Así: PUTA.
- ...

Silencio. Lágrimas. Sollozos. Gritos. Más lágrimas. Negación. Gemidos. Falta de aire. Más negación. Incredulidad. Dolor. Otra vez silencio. 

- No puede ser. Yo la conozco. Los conozco. Yo sé.
- Vos no sabés y por eso es que vengo tratando de hacerte entender. Las trompadas son solo algo que me pareció más acorde a todos estos encuentros, y además es como un incentivo que tuve como para no aburrirme demasiado viste?. Vos no sabés nada. Pensalo. Pero pensalo de verdad. Cuando fué que tu Papá discutió tanto con la PUTA de tu Madre y que todo se terminó yendo al carajo?. Pensá pendejo, pensá. 

Pablo despierta y se queda en la cama. Es todavía la madrugada y piensa que levantarse a tomar agua va a ser lo mejor. Yendo por el living hacia la cocina pasa por la habitación de su madre. La escucha gemir apenas, como si estuviera conteniendo las ganas de gritar con todas sus fuerzas para descargar toda la energía que le generaba tocarse la zona genital y andar casi por el final del episodio. Sigue de largo y recuerda todas las palabras. Se sirve agua y vuelve a recostarse en la cama. Cierra con llave, pasan las horas.
Vislumbra. Ve. Reconstruye.
Entiende. Acepta. 
Se siente un idiota al ver como le rompieron a las patadas todas las posibilidades  de ser algo más, algo que pudo haber sido. 
Vuelve a dormirse empapado en lágrimas. 

Todo está negro. No hay luces. 

- Esta es la última vez. Si tengo que volver lo vas a lamentar para siempre.
- ...

Pablo vuelve a despertar. Se levanta en silencio. Gloria lo mira y atina a pasarle un mate al mismo tiempo que intenta besarlo. La esquiva.       
Sale de la casa sin hablar con nadie. 




8. Pasame la Ginebra







- Pasame la Ginebra, Chino.
- Tomá Pablito, pero no te la tomés toda que es lo último que hay para bajar.
- Chupala, Chino.

Pablo se toma todo lo que queda en la botella, que si bien no es mucho, sí lo es como para bajar de un solo trago.

- Sos un pelotudo!!!. La concha de tu madre Pablo y la reputa que te parió!!!. Y ahora?
- Ahora vamos a un quiosco y ya fué, Chino. Lo pasamos a buscar al Polaco, al Jetón y a Gabi, y listo.
- A tu hermano?. No era que no lo querías ver ni en figuritas?
- Sí, pero es el que más se la banca, y después de todo es mi hermano.
- Está bien, vamos. Tenés para un churro?
- Sí, ya lo tengo listo. Mandale mecha, tomá.
- Venga.

Las calles en el barrio estaban desiertas. La noche estaba despejada y apenas una brisa fresca daba la vuelta en las esquinas. La noche ideal, pensó el Chino. La puta que lo parió, pensó Pablo.
Cuando ya estuvieron con Pablo y el Chino, el Polaco y el Jetón, fueron a buscarlo a Gabi.
Pablo no quiso entrar, entonces golpearon el portón y llamaron a los gritos.

- Gaaaaaabiiiiii!!!!. Gaaaaabbbbiiiiiiiiiiii!!!!.

Se asoma Gloria a la ventana.

- Quién es!?
- Llama a Gabi, Mamá. Decile que venga.
- Para qué lo querés?
- Decile que venga. Cosa de hermanos.
- Esperá.

Pasan dos o tres minutos. Sale Gabriel.

- Que quieren pendejos?
- Tenemos que ir a buscar escabio.
- Y a mi que carajo me importa?
- Vos te la bancas mejor Gabi. Hacenos la segunda que nos queda toda la noche.
- El pelotudo de tu hermano se terminó toda la Ginebra.
- Callate Chino la concha de tu madre.
- A mi hermano el único que le dice pelotudo soy yo Chinito del orto. Escuchaste?
- Si.
- ...
- ...
- Y si vamos al quiosquito de Bustamante?
- Esperá Polaco que todavía nos falta saber si Gabi viene con nosotros.
- Y vos Jetón?
- Dejalo al Jeta que viene de un mal día. A este hoy le tenemos que dar para que tenga y para que mañana se duerma todo el día.
- Y Gabi?. Venís?
- Aguantá pendejo que me busco las cosas y salgo.

Gabriel se va para adentro. Pablo habla.

- Ahora se meten las ideas en el ojete y le hacen caso a mi hermano que es el que sabe.
- Está bien.
- Dale.

Los demás también asienten. El Jetón sigue callado.

- Vamos, dice Gabriel.

Encaran para el lado de Bustamante.

- Ustedes callados me siguen a mi, entienden?
- Ya les dije, gabi.
- Listo.

Fueron callados casi todo el camino. Eran solo siete cuadras, pero parecieron veinte. Ya en la esquina Gabriel dió las indicaciones.

- Vos Polaco y vos Chino, van primero, siguen de largo después del quiosco, se paran en el portón de al lado y esperan ahí. Vos Jetón, te quedás dos casas antes y si pasa algo y no llegás a responder como tiene que responder un campana te bajo los dientes a patadas. Vos Gabi tomá esto, y antes de entrar te lo ponés y entrás conmigo y aprendés.

- Un gorro?
- Un pasamontañas, boludo.
- Ah, claro.

Acataron las órdenes en silencio. Fueron por tandas. Cuando el Polaco, el Chino y el Jetón estuvieron ubicados, Gabriel y Pablo entraron. Gabriel con una mano dentro del buzo canguro.

- Hola, dijo el hombre que atendía el quiosco mientras se daba la vuelta para atender, e inmediatamente después de verlos calló.
- Dame la plata y las botellas de ahí arriba y que no se te ocurra hacer nada que no te diga yo que hagas porque te cago de un corchazo en la cabeza.

El hombre empalideció. Intentó moverse, pero no podía. Los nervios le estaban jugando en contra.

- Dale la concha de tu madre, dame la plata y las botellas!!!
- Si. Si. Dijo el hombre.

Era un hombre joven de menos de treinta. Unos segundos después que para él fueron eternos, pudo reaccionar y moverse. Metió la plata en una bolsa y empezó a bajar algunas botellas del estante alto en donde estaban las bebidas alcohólicas. 
Pablo miraba. Estaba muy nervioso y quería salir corriendo, pero se la aguantó, no sea cosa que Gabriel después lo reviente a trompadas y que sus amigos se burlen de él por su cobardía.
Pablo no era así, pero así estaba siendo, y no podía evitar aquellos rumbos, en estos tiempos.

- Dame las botellas de Ginebra, la de Whisky, y aquellas tres de vino, dijo Pablo.

El hombre obedeció y las puso en bolsas sin decir ni una palabra.
Cuando hubo terminado pasó las bolsas. 

- Agarralas vos, dijo Gabriel a Pablo. Y vos pelotudo date vuelta y contá hasta cien.

Llegaron a la esquina festejando a los gritos y se tomaron una de las botellas de vino en una ronda que dió solo dos vueltas. Sintieron como el líquido bajaba por sus gargantas y al final, descanzaron sobre el cordón.

- Jajaja! casi se mea encima el pelotudo del quiosco.
- Tené un poco de respeto pendejo que si el boludo ese es otro que no es tan boludo y no te das cuenta te puede salir todo mal. Vamos a salir un par de veces más. La próxima la manejás vos.
- No, yo no quiero. A mi no me gusta salir a robar.
- Jajaja. Callate gil. Si vos tuviste la idea.
- De verdad, Chino. Se me ocurrió nada más que porque quería tomar algo más y no quedaba nada. De desesperado viste?. Pero no lo hago más.

Todos empezaron a reírse. Y siguieron festejando la victoria. Y se hacía de día cuando volvían a sus casas.