Hacer terapia es la desgracia, a veces. Otras veces es la gloria. Y tanto cuando es la desgracia, como cuando es la gloria, es por la misma razón: uno sabe, y no sólo sabe, sino que también puede poner en palabras, aunque más no sea en su pensamiento -por la cobardía de no mostrarse-, quién es.
En mi caso también mi terapeuta sabe quién soy. Gracias!, a las leyes éticas, morales y de la justicia, por el secreto profesional.
Llegar a este punto es complicado. Recuerdo que cientos y cientos de veces en las que me sentaba frente a un terapeuta o un amigo y hablaba de algo, y a mi verdad, yo la escupía a medias. Porque, ¿saben cual es la verdad?, ninguna. La terapia me dió la consciencia de saber que mi verdad es solo mía y que otros tienen una diferente aún acerca de un mismo tema.
Pero vuelvo a lo de que llegar al punto de saber y aceptar y poder poner en la mesa quién es uno, es complicado.
¿cómo alguien puede llegar a hablar acerca de que...? no voy a hablar de quién soy. Sé quién soy y no me importa que nadie lo sepa.
Digo que es díficil aceptarse completamente. Yo mismo creía que me aceptaba completamente porque podía decirme a la cara frente a un espejo que no podía evitar pajearme con la veca de al lado. También lo creí durante bastante tiempo, después de haberle dicho a mi padre que sus borracheras me jodieron la vida y que se vaya a meter por culo toda su declaración de amor de padre arrepentido junto con mi madre, que también era putamente culpable, para mí. Me sentí bien por eso, creí que había logrado por fin valerme por mi mismo en mi alma.
Muchas veces sentí que había logrado saltar una barrera, que podía considerarme por fin un hombre que sabía quien era.
Pero no. No sabía un carajo.
Después me pasó que tuve hijos. Y volví a terapia. Después de pasar por el consultorio de dos imbéciles que nada sabían de nada, encontré a la tercera alguien pasable para la charla.
Sentí que otra vez estaba avanzando. Que daba un paso más y que podía llegar a ser mucho más para mis hijos que lo que mis padres fueron para mi, en todo sentido. Incluso creía que podía ser mucho más para mi mismo que lo que la gente que conocía podía ser para si misma. Así creció mi ego pensante, y al mismo ritmo y tiempo en el que la realidad se preparaba para patearme en el culo lo más fuerte que podía.
Pero no. No sabía un carajo otra vez.
Y mientras tanto se gestaba algo.
Pasados unos años murió la persona más importante para mi formación ética y moral y que también fue la más importante para mi construcción de ser de amor.
El estallido fue increíble. Nunca creí que podía desestabilizarme tanto. Y es que trabajar dentro mío durante tantos años me convirtió en alguien a veces muy sensible a sus propios sentimientos.
Terminé roto, con varias capas de personalidad fuera de mi piel. Quedé basicamente desprotegido de mi mismo y de mi entorno o eso es lo que sentí que pasaba.
me terminé separando y volví a terapia. Ahí conocí a la terapeuta a la que querría volver siempre. Y me di cuenta de que todavía tenía mucho que conocer y aceptar acerca de mí. Y también ahí me di cuenta de que el mundo entero vive sin saber quien es realmente. Y no solo ahí, sino también cuando la persona de la que me separé mostró un lado de si misma que nunca creí que podía existir.
El ser humano tiene tantas connotaciones en su personalidad que nunca deja de sorprendernos. y su verdad puede ser tan difusa y cambiante como nunca podríamos imaginar de alguien a quién creemos conocer.
Al mismo tiempo conocí a alguien y para que voy a explicarlo, que no viene al caso, me encontré con otra parte de mi que me cambió para siempre otra vez. El choque intergaláctivo fue inexplicable. Y después la perdí por hacer cosas que no eran propias de mi persona. Porque también pasa a veces que somos otro que no somos.
Y entre todas estas cosas me di cuenta de algo, otra vez: No sabía un carajo.
Aún cuando logré luego de muchos años de trabajo interno, saber mucho quién soy, también pude saber que puedo cambiar, que aunque no quiera a veces cambio igual, que no queda otra, además.
Todos cambiamos constantemente sin darnos cuenta la mayoría de las veces, y está bien, es así.
Mientras pasa el tiempo también pasamos nosotros, y también nos pasa la experiencia y las personas alrededor y los vientos de cambio arrasan con poco a veces, y con todo otras veces.
Y lo que creo hoy -tal vez mañana lo crea diferente- es que todo cambio es bueno, por más que me sienta desnudo, por más que vea que la realidad me lleve a una deconstrucción que todavía no cesó de andar, a un cambio que todavía no es estable. Por más que crea que la crisis no termina y que me duele.
Sé que otro día, un día, voy a ver que las cosas ya no duelen tanto y que la felicidad no depende de lo que tenemos alrededor, y a veces ni siquiera de cómo somos ni de lo que pensamos, sino del amor que damos.
jueves, 2 de agosto de 2018
viernes, 27 de julio de 2018
Sustituciones
He decidido no volver a escribir. No me queda nada. O bien dicho: lo único que me queda es beber en mi sillón borravino, un poco manchado por las pajas y por la cerveza o el whisky y alguna que otra meada de mi perra cuando se enoja conmigo porque no salgo a pasearla seguido, porque no quiero cruzar la vista con ninguno de los idiotas suicidas que sacan a pasear a sus caniches. Perros de cobarde son esos. Y detesto a los cobardes.
Es cómodo este sillón. Pero de escribir ya está. La última palabra será mi último cantar.
He pensado además, en suicidarme. Pero no tengo las pelotas necesarias para hacerlo. Los suicidas si que tienen pelotas, o tal vez no, porque la tristeza y el dolor que sienten no les deja ver que la muerte está llegando y simplemente lo hacen, sin miedo y pensando solamente en que quieren hacer desaparecer eso que sienten como un agujero en el cuerpo que pudre y explota y llena de mierda y sangre mierdosa todo en su vida de mierda. Mierda. Pero en ese caso no son valientes sino apenas unos inconscientes despojados del amor de la vida y ya sin saber que hacer más que saltar por la ventana de algún piso alto y dejar esparcido su cuerpo como una mierda reventada contra el suelo. Una mierda de la que quedan nada más que tripas, sangre, carne rota y ropa reventada y atravezada por algún hueso que se rompió y se abrió paso a la luz de la luna. Porque de noche es más fácil matarte, creo. De día y mientras el cielo este despejado hay alguna esperanza, o por lo menos a alguien puede parecerle eso. Ahora, si está nublado... vaya uno a saber, tal vez sea lo mismo que una noche cruda de frío, miedo, cinco botellas de cerveza y un tipo que del fracaso que siente se quiere cortar la pija, metersela en el culo, y tirarse igual por esa ventana mal pintada de azul, por la que tiene que levantar más de lo que puede una pierna si es que primero quiere sentarse al borde y mirar hacia abajo, aunque la noche todavía no haya llegado.
Hemos sido todo lo que pudimos. Fui todo lo que pude.
De volver a escribir solo podría con el intento de escribirle a la mujer que una vez hizo que tuviera ganas de hacerlo, pero dudo que pueda encontrarla para entregar semejante hazaña. Estoy jodidamente harto de las mentiras. Y que son sino las palabras escritas?. Mentiras, eso es lo que son. Más mierda de mentira es un grupo de palabras de mierda escritas con mierda que está dedicada a decir la verdad. Cuando uno se pone a escribir no hace sino más que decir estupideces. Si queres decir "te quiero" terminas diciendo algo así como "el amor que he sentido por ti este tiempo es grande en mi y quisiera sentirlo por siempre, porque eso es lo que tu despiertas en mi corazón, amor. Te quiero, fuerte". Y eso no es más que pelotudez y mentira. Uno escribe para mentir mejor. Y yo estoy harto ya de las mentiras. Que se vaya a la mierda decir mentiras.
No me queda nada. No me salen ni las mentiras más chiquitas. Esas que no llegan a ser mentiras, sino solo un puñado de algo que decir. Palabrería inútil.
No tengo más ganas.
Me levanto para ir a mear y me la sacudo un poco, para menearla más que para sacudir los restos. Voy a la cocina y prendo un cigarrillo, el olor me da náuseas, pero lo fumo igual. Miro por la ventana y ahí están los techos de los fracasados como yo, un grupo de casas en el barrio que no hacen más que dar techo a varios grupos de hijos de puta que solo saben servir sin tener lo merecido a cambio. Hijos de puta, ya se los dije.
Apago pronto el cigarrillo, ya no me gusta tanto. A cambio me prendo un porro. Eso si que me gusta. Y entonces me sirvo un poco de vino que sobró de anoche y vuelvo al sillón borravino manchado de pajas y cerveza y ahora también un poco de vino, porque me siento como un cerdo y se me vuelca la mitad. Mierda, no me sale nada entero y que termine bien.
Suena el teléfono. No atiendo.
Vuelve a sonar. Me levantó cabrón y con ganas de mandar al carajo a quien sea. Me la estaba pasando bien echado como el cerdo que soy. Es mi Padre. Ese otro hijo de puta.
Me pregunta si quiero ir a cenar con él y mi madre. Le digo que no puedo, que tengo que terminar un trabajo para dentro de unas horas y que para la cena tengo prometido ir a dar una charla acerca de este mismo trabajo con la gente que me contrató para hacerlo. Me dice que tiene ganas de verme, que hace rato no aparezco. Me disculpo y le digo que la próxima. Que me llame para mañana y arreglamos. le digo que lo quiero y que le mande un abrazo grande a mi madre. Corto.
Puedo seguir con las mentiras eso lo sé, pero estoy harto de las mentiras de mierda. Todo son mentiras. Mentiras y putas. Mentiras y amigos. Mentiras y el hijoputa padre que me llama para ir a una cena de mierda en un bar de mierda en la que no me voy a poder tomar unos tragos sin que mi madre me mire con pena como a un borracho y me termine diciendo que por qué tomo asi, que toda esta vida va a reventarme al final. Ya estoy reventado madre. Metete esa idea por el culo y vive con eso.
Mala señal, el vino se terminó.
Me siento, borracho y pensativo, que de eso todavía me queda. De pensar. Y de borracho. Algo que pensar me queda. Mi pensamiento de todas maneras esta cuajado, como la leche, podrido.
Decido salir al mercado a comprar más vino a pesar de mi tambaleo inicial al querer incoporarme sobre mis pies otra vez.
Salir a la calle es la muerte. Pero siempre la sobrevivo. Son dos cuadras hasta el mercado Chino que vende una cantidad de vinos que te dan ganas de tomartelos todos ahí mismo y esperar que venga el chino, cuchillo en mano y me diga que me vaya pero que antes pague todo este desastre. Callate Chino estúpido y veni a tomar conmigo que ya somos bastantes los desdichados y tenemos que cuidarnos.
A medio camino hay una plaza. Una de esas plazas de un cuarto de manzana, con pocos juegos, algunos arboles y césped cercado que no puede pisarse. Lo único que te dejan para caminar la plaza son esos caminitos angostos del baldosas diminutas flojas que cuando pisas sin cuidado te mojan los pies y hasta los pantalones porque reservan agua de lluvia debajo, y entonces las pisas mal, y zas! un chorro como de acabada violenta, y además llenos de mierda de perro que las viejas no juntan por no poder agacharse. Pienso, si las viejas no se agachan porque les duele la espalda vieja y las piernas de vieja, ¿para que carajos sacan a pasear a sus perros? para dejar las mierdas en esos caminos angostos de mierda por los que no pasan dos personas juntas al mismo tiempo? Pero si hay mierda es mucho más difícil!.
Al final logro llegar a un banco y sentarme. Estoy algo alterado y decido serenarme al ritmo del viento en los árboles. Eso es poesía. Me alegra la poesía de la vida no humana algunas veces. Me doy cuenta de que no traigo pantalones. Apenas los short manchados que uso dentro de mi casa. Estos shorts que cargan con las manchas de mi encierro: Salsa de tomate que fracasó en el intento de llegar a mi boca. Semen que fracasó en el intento de meterse dentro de una concha, escupitajos secos, que cayeron de mi tos de fumador empedernido y otras manchas que no puedo asegurar de qué pueden ser. Mierda, probablemente alguna sea de mierda.
Pasa una mujer mayor. Pienso en señora porque no trae un caniche que pueda cagarme el camino, y está bien vestida. Me mira, se detiene, revisa su bolso y saca unas monedas para darme. Se acerca con cara de pena pero también de asco, y me doy cuenta de eso último, y me las ofrece. Le digo que no, que no me hacen falta sus monedas, que se las puede meter en el culo junto con su cara de mierda, esa que puso al asercarseme. Se indigna y se da media vuelta para irse cuando me dice que los desagradecidos son la peor desgracia y que seguirán viviendo en la miseria para siempre. Le respondo que me hubiera sentido agradecido si me hubiera ofrecido arrodillarse para chuparme la pija, que necesitaba un alivio y que por lo que veía ella estaba en el mismo estado, que por qué no nos librábamos juntos de aquella semejante necesidad. Me insultó. No entendió el asunto creo. Pero no me importa. Tengo que levantarme y llegar al mercado para después volver a mi casa y a mis cosas en el sillón borravino que tanto acompaña mis ganas de beber y coger.
Camino como puedo y llego. El Chino me está mirando. Sabe que en el estado en el que llego siempre se me puede caer algo o puedo simplemente intentar levantarme a alguna de sus clientas. Pero me mira y se queda. Quiere confiar en mi.
Voy confiado hacia los estantes de los vinos. agarro tres de los de siempre y enfiló para la salida, cuando veo que más hacia el fondo, en la parte de heladeras abiertas en las que los chinos ponen las leches, yogures y otras cosas de esas, veo que esta a medio agachar la pendeja más rica que vi. No me podia imaginar unas tetas más ricas que las de esa pendeja en ese momento. Me acerqué. Dejé los vinos sobre algunos sachets de leche, a dos metros de ella. Me miró y luego volvió la mirada hacia lo que buscaba, que no era a mí. Ella seguía a medio agachar, con las piernas estiradas y el torso abajo, elijiendo que variedad de postre iba a llevarle al hijo que andaba unas góndolas más hacia el fondo jugando con un muñeco que ya ni brazos tenía. Un consolador parecia ese muñeco. Imaginé a la madre por las noches, tomando el juguete de su hijo, llevandoseló a su cuarto, untandole algún aceite que pudiera lubricar esa goma, y metiendoselo de a poco, en su conchita averiada de haber parido, pero gozando, y pensando en su hijo durmiendo mientras ella la gozaba de lo grande con el capitán américa sin brazos, bien duro.
Cuando me quise dar cuenta estaba tomándola por detrás, con la pija agarrotada y queriendo levantar su pollera para metersela y que el pibe nos mire. Aterrada empujó hacia atrás y gritó tan fuerte que me hizo doler la cabeza. Mis fantasías a veces no eran una realidad. Tengo que aprenderlo.
Antes de que llegue el Chino verdugo que hace de seguridad, agarré los vinos y salí por otro pasillo. Pagué rapido, y no esperé el cambio antes de salir lo más rápido que pude.
No es que me asuste un Chino o que llamen a la policía. Pero no quería perderme de mi misión: llegar a casa, apoyar el culo en mi sillón borravino y servirme un vaso de un buen vino, mientras claro, me meneaba la pija hasta acabar pensando en la zorra de esa madre que no quiso por pudor que se la metiera en la gondola de la leche. O tal vez era demasiada leche para ella. Pero es que esta leche explota! y ella no pudo saberlo. Una pena.
Salir a la calle es muerte. Se la ve por todos lados. Mejor me quedo adentro y listo. Con estas ganas que tengo de no volver a escribir y de no volver a mentir.
Suena el timbre. Pensé que podía ser el Chino, para pelearme por el suceso de su clienta de ricas tetas, entonces me levanté bufando. A cada segundo me estaban dando unas ganas certeras de meterle un cuchillo en medio del pecho a este Chino de mierda que viene a defender una boludez tan grande como la que pasó. Pero si apenas le apoyé mi verga dura en su culo grande y sabroso! ni que la hubiera penetrado, acabado y embarazado a esa puta que se mete los juguetes de su hijo en la concha. Eso si que no lo voy a permitir! que vengan a mi casa a tocar el timbre para reclamar semejante estupidez!. Fui a la cocina, agarré el cuchillo más grande y fui hasta la puerta.
Quién carajos es?, grité. Yo, gordo fracasado, me contestaron.
Abrí la puerta. Que hacés puto cabrón, dije. Pasa.
Que asqueroso tenés hecho este lugar, por dios, blasfemó.
Chupame la pija, le dije.
Sabés bien que eso es algo que hace rato hubiera hecho. Bajate los pantalones y te chupo hasta los huevos. Sentenció.
Que se vayan al carajo los putos. Pero algunos me la pueden chupar igual, si no tienen barba, porque no me gusta que raspe, total no miro y bueno, les lleno de leche la boca y me voy. Algunos la chupan muy bien.
Me senté en el sillón borravino y me bajé los shorts manchados. Tenía la pija como un garrote desde lo del chino.
Me la chupó mientras yo me iba tomando el primer vino. Le acabe y se tragó todo. Es increíble este pibe.
Luego lo eché. Se enojó un poco pero entendió que mi animó no estaba para sus estupideces. Se llevó una de las botellas y me sacó la lengua antes de cerrar la puerta.
Voy a mear. Otra vez como un garrote. El chorro dividido entra al inodoro por un lado, pero cae sobre las cerámicas del suelo por el otro. Mañana lo va a limpiar la gorda que viene a hacer presisamente eso. La elegi gorda para que no me den ganas de metersela, pero esta gorda es provocadora. Puta. Puta sedienta. La primera vez que se la metí, estaba en cuatro limpiando el suelo del living. Llevaba una pollera corta, y cuando me vió llegar, agachó la parte de adelante de su cuerpo de manera tal que la pollera le llegó hasta la mitad del culo. Me miró, corrió su bombacha hacia un costado y sonrió. Enseguida me puse a darle lo que merecía.
Vuelvo del baño y la perra quiere salir, pero no voy a sacarla, que se conforme con tener una casa.
abro la segunda botella. La tercera se la llevo el puto. Entonces, por temor a quedarme sin entretenimiento, me armo otro porro y lo fumo entero. Me tomo el vino también. En pocos minutos. Y me voy desmayando y pienso que no, que no voy a escribir más. Que las mentiras ya me fastidiaron bastante.
viernes, 2 de febrero de 2018
Una palabra
Una palabra. Solo es una palabra. Comenza. Dame una palabra. Sino no sirve.
Esto anterior fue lo que dije. Así comencé. Pero no hubo caso. Ella no sabía hablar de frente.
Era siempre una vorágine intermitente entre mis conversaciones casi monólogos y su delirante silencio trabado hasta de silencios que la verdad no lo eran. Y lo sabía que aquellos silencios no era silencio. Ni aceptación. Ni confrontación.
Hubiera admitido aquel silencio si hubiera estado dotado de cierta manera de decir "no quiero hablarte, me quiero ir", pero no era eso. Ojalá hubiera sido eso. Porque al menos algo decía.
El problema para mi es cuando hay cosas que tienen que decirse y no se dicen para que no haya consecuencias. Creo que las consecuencias son algo inevitable, tanto como importante de que sucedan. Si no se dice, no sucede. Entonces cuando no sucede lo que se supone que el dia a dia tiene que traer, que se vaya todo al carajo, que explote por el aire la mierda no dicha, la presión de las palabras silenciadas, el tren que pasó y no sonó en las vías, porque hubo oídos tapados que no supieron escuchar, ni decir.
Esto anterior fue lo que dije. Así comencé. Pero no hubo caso. Ella no sabía hablar de frente.
Era siempre una vorágine intermitente entre mis conversaciones casi monólogos y su delirante silencio trabado hasta de silencios que la verdad no lo eran. Y lo sabía que aquellos silencios no era silencio. Ni aceptación. Ni confrontación.
Hubiera admitido aquel silencio si hubiera estado dotado de cierta manera de decir "no quiero hablarte, me quiero ir", pero no era eso. Ojalá hubiera sido eso. Porque al menos algo decía.
El problema para mi es cuando hay cosas que tienen que decirse y no se dicen para que no haya consecuencias. Creo que las consecuencias son algo inevitable, tanto como importante de que sucedan. Si no se dice, no sucede. Entonces cuando no sucede lo que se supone que el dia a dia tiene que traer, que se vaya todo al carajo, que explote por el aire la mierda no dicha, la presión de las palabras silenciadas, el tren que pasó y no sonó en las vías, porque hubo oídos tapados que no supieron escuchar, ni decir.
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