Una palabra. Solo es una palabra. Comenza. Dame una palabra. Sino no sirve.
Esto anterior fue lo que dije. Así comencé. Pero no hubo caso. Ella no sabía hablar de frente.
Era siempre una vorágine intermitente entre mis conversaciones casi monólogos y su delirante silencio trabado hasta de silencios que la verdad no lo eran. Y lo sabía que aquellos silencios no era silencio. Ni aceptación. Ni confrontación.
Hubiera admitido aquel silencio si hubiera estado dotado de cierta manera de decir "no quiero hablarte, me quiero ir", pero no era eso. Ojalá hubiera sido eso. Porque al menos algo decía.
El problema para mi es cuando hay cosas que tienen que decirse y no se dicen para que no haya consecuencias. Creo que las consecuencias son algo inevitable, tanto como importante de que sucedan. Si no se dice, no sucede. Entonces cuando no sucede lo que se supone que el dia a dia tiene que traer, que se vaya todo al carajo, que explote por el aire la mierda no dicha, la presión de las palabras silenciadas, el tren que pasó y no sonó en las vías, porque hubo oídos tapados que no supieron escuchar, ni decir.