viernes, 27 de mayo de 2011

Titi, la chusma del barrio


 Chusmas hay en todos lados pero, como Titi, ninguna que haya conocido jamás. Ya sé, todos dirán, la chusma de mi barrio es la más chusma de todas pero como no las conozco mi conocida más chusma es Titi, y digo conocidA porque en general chusma, lo que se dice chusma y la que hace honor y lleva con dignidad de tal la palabra, es siempre la mujer. 
La mujer es la chusma por naturaleza. Donde se vió que la chusma del barrio fuera un hombre? y si lo es un hombre en algún caso más que una mujer en algún barrio, seguramente carga con eso mucho más disimuladamente y dejándole el primer puesto visible a la mujer. Así el hombre más chusma estaría haciendo dos cosas, ocultando su primer puesto con excelente disimulo y siendo un caballero de esos que existen poco en estos tiempos.
Como les contaba, Titi sabía todo. Pero todo. Hasta el día de hoy no sé como hacía, pero si la Mamá de Juan Carlos se depilaba entera la concha ella se enteraba, y si Don José salía a meterle los cuernos a Doña Lucía con La Ramona en medio de la siesta ella también se enteraba. Contaba todo a dos amigas o colegas no sé, que eran puntos estratégicos para que todo el mundo se enterara sin quedar ella como una buchona. Así llegaba a oídos de la víctima cualquiera de los engaños que se le pudiera haber perpetrado. Ella lo sabía eso, ella sabía todo. Digamos que en cierto modo, Titi, más que chusma, era una justiciera.

Igual el tema del chusmerío de Titi no era en realidad lo importante en este cuento lo que quiero contar.

Con los pibes a Titi la espíabamos desde la casa de al lado.
La casa de al lado era la de Gabriel, uno de los siete amigos del barrio, y era de varios pisos. Desde la terraza y con binoculares se veía perfectamente cada detalle. Sin los binoculares también se veía pero no era lo mismo, no, las tetas de Titi y los atributos de fémina en desarrollo de su hija Carolina eran mejor observados con binoculares y eso a su vez, generaba que pudiéramos darnos unas buenas sacudidas pre-adolescentes con mayores detalles.
Ella espíaba en el barrio, y nosotros a ella.

Cualquiera que viva del chusmerío es en principio dos cosas: por un lado una interesada en los hechos sucedidos y ejecutados por los demás, una estudiosa del comportamiento humano, y en consecuencia la segunda, que es ser una desinteresada de su propia vida al punto de dormirse pensando en que estará haciendo el vecino de al lado y no en que hará ella para llevar junto a su marido adelante la familia. Las chusmas se mueren solas.

Como les decía, nosotros a la edad de 13 años más o menos, empezábamos con nuestras primeras pajillas y ella y su hija fueron nuestras primeras víctimas. El patio de Titi era grande. Tenía un sector con baldosas que alternaban entre los colores rojo y blanco, que era el primero a la salida trasera de la casa. Cruzando ese patio llegaba uno a una pileta redonda hecha de material. Por el costado de la pileta seguía un pasillo con las mismas baldosas que dejaba a uno llegar hasta el jardín, lugar lleno de plantas y algunos árboles frutales. Titi y Carolina se la pasaban en bolas en el patio, y debía ser que no se imaginaban que desde la única casa desde la que podían llegan a espiarlas, las estaban espiando. Titi no estaba buena, era gorda y con una cara de mierda pero tenía tetas grandes y siempre las paseaba al aire en verano después del almuerzo. Carolina estaba buenísima, tenía dos años más que nosotros y llevaba la misma costumbre que su madre pero mucho mejor por supuesto y además también las tenía grandes y si se metía a la pileta... flotaban como diosas reposando sobre las nubes una tarde de primavera y esperando el amor... Sobran las palabras. Imaginación. Competencias hacíamos para ver quién llegaba al final más veces!. A las señoritas que no sepan entenderlo sepan que eso es cosa de casi todos los chicos.

El tema es que ahora me acordé de todo esto y llamé por teléfono a dos de los pibes que resulta que también se acordaban tan bién o mejor que yo. Vean como la chusma que sabía todo era observada por nosotros, que conocíamos su intimidad y la de su hija y todavía la recordamos.

Ojo a las chusmas que pueden también ser víctimas.

martes, 24 de mayo de 2011

No escucharme

Cuando uno no quiere escucharse revientan los cielos y se anula el oído interno, llega un dolor que parecería interminable en el cuarto de los tiempos de la represión, carecen de sentido todas las muecas frente al espejo pues es lo mismo dentro y también lo vemos, caen las palabras, cae también el sinrazón, y nos regala un dibujo quién una vez fuimos. Somos de humanidad latente. Uno desnudo sobre si mismo.
Que pasa!? me pregunta una voz que entra desde adentro ya, y yo conciente, pero hago de cuenta que no la escucho. La ignoro pero ahí está, es la internalidad que es más yo de lo que puedo ser yo conmigo muchas veces, porque ella, se mira y me mira sin conflicto y convive con mi yo más verdadero de todos, ese que conozco y con el que me reencuentro en la soledad casi únicamente. Porque el ser humano es también guardarse para sí lo más verdadero de uno mismo y esto no es lo mismo que mentir a quién más cerca tenemos, no, solo es resguardar una pequeña porción, el círculo interno solo para nosotros y quién sabe tal vez un día podamos compartirlo alguna noche con uno o con dos, no más, en el brillo de esos momentos íntimos como la imaginación misma, íntimos como el hacer el amor y dejarse ir. Así, tal vez, lo compartamos por un ratito y solo durante los momentos en los que las almas se conectan de manera completa y se hacen una. Momentos que suceden pocas veces en la vida.
La conexión de las almas existe todos los días pero son pocos los momentos en los que la fusión hace su trabajo increíblemente bien en materia de espíritu.
Trato siempre de escucharme pero no siempre ando con ganas de hacerlo, más bien me respeto... digo, me hago callar con respeto porque sé que cuando me digo algo es porque hay algo para decir que merece las palabras. Claro, y como lo dije, no siempre ando con ganas de darme esos minutos de conversación porque no siempre son minutos, lo sé muy bien, me conozco más allá de lo que puedo imaginarme, y me costó hacerlo, fué un trabajo del que salí lleno de mierda muchas veces, pero valió la pena. Sé que no son minutos, a veces son horas de las que ya no dispongo y aunque eso no quiere decir que no me doy el tiempo necesario para mi no es el mismo que me daba antes, cuando a Soledad me la encontraba en la cama todas las noches. Menos mal que como conté, me conozco y el trabajo más pesado ya lo tengo hecho. Ahora puedo entenderme sin necesitar el tiempo que necesitaba antes, pero ojo!, tengo que ser valiente. Soy valiente, si, lo soy.
Entrar hasta tocar el suelo debajo de los mares de la personalidad es inmundo todas las primeras veces y no resulta, salimos cubiertos de una pegajosidad llena de olores putrefactos, es la excreción humana de la que debemos hacernos cargo todos. Hasta que vamos limpiando y de a poco, poquísimo, aclarando las aguas, permitiendo a los reflejos hacer su trabajo, llevando nuestra luz hasta lo que somos de verdad, permitiéndonos ver porque es vernos y pudiendo al fin salir limpios.
No escucharme me lo permito, solo a veces.

jueves, 19 de mayo de 2011

El miedo

El miedo es un pasajero oscuro que va reventando cabezas flojas de convicciones, es el acompañante invisible que nos lleva a pensar que en cualquier momento podríamos perder todo.
El miedo puede hacernos ver todo aquello que no queremos, nos hace ser precavidos también y tal vez eso sea lo único que tiene de bueno ya que algunos en algunas situaciones no podemos ver claro si algo o alguien no nos está metiendo uno o más dedos en el culo.
El miedo entra sin permiso al placard en el que guardamos los sueños y los llena de preguntas que nunca nos habíamos hecho, y debe ser por eso que cuanto logramos alcanzar uno de esos sueños y lo abrimos, lo acariciamos y nos enamoramos, encontramos al miedo en forma de temor a la pérdida.
El miedo nos da vueltas y es humanamente imposible no sentirlo y lo sentimos porque afortunadamente podemos pensar racionalmente. Bah, no sé hasta que punto es afortunado o desgraciado que podamos ser racionales, a veces se nos va la mano no?
El miedo y la codicia a veces se alían, y eso es lo que hace que a un hombre se le desfonde la bolsa de valores básicos de la vida y que se largue a hacer unas cuantas barbaridades sin mediar en su cabeza las consecuencias que podría traer.
El miedo puede ser bueno o malo pero cada uno sabrá cual de los dos cabe según lo que se viene sintiendo, porqué y como.




El miedo a perder no es el único miedo, pero si es al menos el más fuerte de todos.
Tenemos el miedo a encontrar, un amor por ejemplo... aunque no sea lógico, en está época de muchos amores cruzados pero de pocos con la llama encendida hay quienes siempre andan con el miedo de encontrar al amor verdadero.
Existe también el miedo a no saber comportarse y es a mi parecer un miedo injustificado e imbécil pero ciertamente existente. Hay quienes en el arte de la impostura ante situaciones que supuestamente requerirían una mimetización son unos maestros. Sepan todos que esos llegan a sus casas y son los mismos que fueron antes de salir a mentir en la vida.
Otro miedo es el de equivocarse en las decisiones y este puede que sea el que más angustia puede traer porque claro, define nuestros próximos pasos y lleva a nuestra vida por caminos poco certeros y en los que tenemos que caminar a ciegas. Definir nuestro próximo paso es un riesgo y esto es de terror. Este miedo se conecta directamente con el miedo a perder.
Y existen los miedo a particularidades como pueden ser las tormentas que pueden devenir de algún trauma del que uno no pudo recuperarse, o a los animales, al ridículo, a las plumas. Si, aunque usted no lo crea existe el miedo al plumaje de las aves.
Casi siempre, tratando de evitar estas particularidades puede uno seguir de largo, claro que lo mejor sería enfrentarlas y superarlas pero eso es otro tema.


Cuantas veces a ustedes les dijo su madre o abuela al despedirse para ir al colegio, aventurate? Apuesto a que nunca. Cuidate es siempre la opción a la hora de dar una palabra penúltima a nuestro niño en la familia antes de que se vaya al colegio. La última palabra casi siempre habla de amor.


Mi mayor miedo se me puso enfrente cuando nacieron mis hijos.
Tuve miedo de todo: de que murieran ellos, de morir yo, de que no lleguen a disfrutar de sus dos Bisabuelos vivos, de que me dolía la mano y que soñe que era un cáncer, de que me dolía la cabeza y pensé que era un cáncer también, de que me atropelle un colectivo o me caiga un piano en la cabeza cual dibujo animado, en fin, de que alguna fatalidad me aleje de ellos de alguna manera.
Pensé hasta en dejarles grabaciones con mi voz, en dejar mis canciones grabadas para que las escuchen, de grabarles también cuentos y en dejarles una lista de canciones que marcaron mi vida y que me gustaría que escuchen... en definitiva, pensé en dejarles algo de mí para que me conozcan, me recuerden y si fuera posible aprendan algo de todo eso.
Tal vez otro miedo sea el de no saber si voy a ser un buen padre así que me esfuerzo constantemente para serlo, y resulta bastante bien. Creo que hago un muy buen trabajo.
A pesar de todo el miedo pasó en su mayor parte cuando empezaron a sonreír, las risas felices despejan la angustia.
Ahí me di cuenta de que lo mejor era reírme con ellos y compartir a cada segundo una buena enseñanza o un buen momento o una linda canción que no deje pasar por enfrente alguna fatalidad imaginaria.


Matar al miedo pero ser precavido de igual manera, eliminar la sensación de la pérdida inevitable pero sin descuidar lo que tengo.

martes, 10 de mayo de 2011

Algo de lo que son en mi

Sonrisa de otoño en el mar de amores en el que nado más allá de todas las otras cosas.
Esperanza de la no desilusión que atrapa mariposas y crea sensaciones del nunca jamás.
Ganas de besar interminablemente y de mirar las noches llenas de caricias sin descanzo.
Temores de lógica exagerada que perciben acaso una posible sobrecarga de protección.
Caricias de sueños que conozco mías pero que son suyas entre miradas y risas.
Humorada de primer encuentro, carcajada de sorpresa también primera.
La sensación de no estar nunca más solo y el terror a quedarme solo.
Sonido de canción que crece, acorde, melodía y armonía.
Urgencia de abrazos, de comer con besos.
Proyección de buena vida.
Ansiedad de cercanía.
Amor.

lunes, 9 de mayo de 2011

Conmigo primero

Quién quiere vivir para los demás sin vivir primero para si mismo? Yo no y de eso estoy seguro.
Como podría intentar vivir para otros con mi no querer primero ser yo y sentir el placer de buscarme y quererme?. Jamás se me ocurriría algo así.
Estaría siendo de manera increíble, injusto para quienes quiero dar amor: cargar con la infelicidad que genera el no darse a uno mismo para ser de bien con uno mismo primero e intentar al mismo tiempo dar a quienes más amamos es un desacierto y no deja ser pleno con quienes más queremos serlo.
En definitiva, para hacer bien a quienes más amo tengo que vivir bien conmigo primero.