Con aroma a jazmines recién aparecidos
me pasearon alguna vez tus dedos en las manos,
en los brazos, en las mejillas.
Cuanta brisa de primavera
acompañando la línea de tu voz!,
que llegó a mis oídos primero,
y luego a mis ojos que cerraban,
que intentaban abrirse paso para ver,
y que solo podían hacerlo hacia adentro
sintiendo el encuentro con tu melodía,
y de tu piel con la mía también, en el alma.
La danza que llegaba,
el abrazo inevitable con tus labios,
el amor de sábanas blancas
y algunas copas alzada la noche.
¿Por qué, pasado aquel encuentro tan lleno
tiene ahora que ser solo anegarse de espacios vacíos?