miércoles, 26 de octubre de 2016

Así




Que tus ojos son abismo, palabras sin voz. 
Son de espacios eternos que vuelan hasta la luz y me abrazan, 
de claros lunares y sonrisas de noche, 
de amor atolondrado, de emociones encantadas.

Que tu boca es de palabras cruzadas, de amores que vuelan hasta mis oídos, 
de colores arco iris, de reflejos descansados,
de comidas improvisadas y una copa a medio vaciar,
de llamas iluminando todo y hechizo mágico fulminante.

Que tus manos son de cielo, de mariposas al fuego, 
de termitas que devoran, de nubes blancas y amapolas, 
de pájaros revoloteando entre las hojas nuevas del día,
de sabor a vainillas y miel bajo el olivo en una tarde fresca. 

Que tu pubis existe anclado entre tus piernas, osado, esclavo, 
altavoz que llama a florecernos juntos. Perfume de Azahar.
Encuentro violento y sumisión profunda revolucionando sentidos.
Margarita encantada en los primeros días de un te amo mucho cómo último de los pétalos. 

Que tu espalda me llega encendida como montaña cumbre de escalar, 
cubierta de nubes y de nieve, de blancos que comparten, 
de vacíos que desaparecen, de dibujos de niña, 
de música de coplero animado y sombra de un naranjo solitario.

Que tu pelo cae sobre mi piel cuando nuestro encuentro estalla,
como primer lluvia de abril que refresca y se sabe esperada. 
Látigo espumoso. Fulgor espontáneo, mágico, involuntario.
Moldura encuadrando espacio íntimo de labios en ejercicio.

Así.
Que todo lo que veo es deslumbrante hermosura, 
encantamiento de mis sentimientos en vorágine 
de remolino impulsivo, arrebatado; 
chocolate desparramándose en vertiente sinfín. 
Inusitada y sensual lluvia de arrebatos centelleantes en río caudaloso, 
indubitable reflejo de los deseos de estar seguros, dos, en el mismo hogar. 




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