San Miguel no es un lugar más. Y no estoy hablando del partido, sino de una clínica psiquiátrica que por resguardar la conexión entre los secretos y las personas no diremos donde se encuentra.
Decía que San Miguel es distinto a todo lo que lo rodea. Es claramente en ese sentido casi igual que otro lugar de características semejantes, pero no por eso deja de ser único.
En esta clínica se puede ver de todo. Las personas que ves con ternura pudieron haber hecho cosas sorprendentemente devastadoras y algunos de los que parece que pudieron haber arruinado vidas, tal vez solo hayan arruinado la propia. Y a la vez uno no puede saber con que dilemas propios o ajenos se va a encontrar uno cada día que pasa. A veces hasta cambian de a ratos las cosas.
Si llueve y baja la temperatura rápidamente en un día de invierno, tanto como si un día de verano amanece con treinta y cinco grados de temperatura, la descompensación se generaliza y los pacientes van derrapando según sus propias condiciones, según sus propios universos o tal vez simplemente cada patología carga características propias y los delirios se suceden como un popurrí de canciones que extrañamente algo te hacen ver diferente.
Cuando entré a San Miguel y vi el parque fué como ver encierro. Tribulaciones caminando por un lado lamentos vociferando por el otro, ocasos en silencio, reyes tontos y hasta ángel guardian que había renunciado a ser agente de la KGB. Conocí al quinto Beatle, al mono del circo y también que entre los más afectados están algunos de los que terminan su turno y vuelven a sus casas.
Es grande el lugar. Tiene dos parques conectados, uno más grande que otro, por los que los pacientes deambulan y los empleados van de un lado a otro. El fondo tiene cuatro sectores de internación conectados entre si por pasillos o un patio central en donde hacen rancho aparte la mayor parte del día los que la población general suele no querer en el comedor principal y el parque que da al portón de salida que es el más poblado. El parque del otro lado es más grande y más lindo, y ahi suelen juntarse en grupos a tomar unos mates o a escuchar un poco de música. Pero en general la mayoría están por el de la fila de pinos, que es por el cual se accede al comedor general y a los pasillos que dan a cada sector.
Algunos no pueden caminar, otros no hablan, otros hablan en exceso, y repentinamente uno puede encontrarse con alguien repitiendo " la vida es una, la vida es única. La vida es una, la vida es única. La vida es una, la vida es única..." y puedo asegurar, que para mal o para bien algunos ecos siguen resonando por ratos largos.
A San Miguel se accede por una puerta gris que da a una pequeña recepción que dirige a la ventana de atención, y si uno mira alrededor hay tres pasillos que invitan a otros lugares.
A la izquierda llegan unos consultorios, la oficina de enfermeria y el hospital de día, que para los que no pueden saberlo es un lugar a donde van pacientes que pasan desde la mañana hasta media tarde y luego vuelven a su casa. Tienen unos pocos cuartos con colchones y un salón en donde desayunan, almuerzan y realizan varias actividades. Si pasamos por el costado de la ventanilla de atención, nos encontramos con consultorios, y si vemos a la derecha, nos encontraremos con una oficina de un lado, un lugar de atención para pacientes internos de otro, en donde los médicos también guardan las fichas médicas y demases y al centro una puerta tambien gris que es la salida hacia la verdadera entrada, la que describimos antes.
En cuanto uno entra puede parecer de carácter urgente denunciar que los que manejan ese lugar quieren que nadie se vaya. Las paredes son grises también. Y no están pintadas de gris sino que para arreglar, tiñeron enduido de gris y lo pasaron por todos lados. Se ven hasta las rayas de las espátulas o llanas usadas para untarlo en las paredes, al enduido. No lijaron, no pintaron. Hay un cuadro pintado por un paciente que apenas dando un giro de trescientos sesenta grados es lo único que ilumina el lugar. Y por útimo, una televisión que solo da las noticias.
No es un mal lugar, pero a primera vista uno tiene ganas de salir rajando enseguida.
Algunas personas de las que trabajan ahí dentro están hechas para eso. Son únicas con sus capacidades para acompañar a las personas que solas pueden ser un peligro para otros o para ellas mismas. Otras por supuesto que no, como en todos lados.
El lugar esta lleno de pinos de muchísimos años y otros árboles que en primavera florecen hermosos. No sé si siquiera la mitad de los que estamos ahí pueden ver eso. Algunos por distraídos, y otros por imbéciles.
A la mañana temprano, incluso la mayoría de los días antes del amanecer, varios pacientes, casi siempre los mismos, ya están en el comedor tomando mate con agua fría y fumando.
San Miguel es único, pero es igual a otros muchos lugares. Y es una espiral finita pero que puede llegar a dar bastantes vueltas.
viernes, 8 de agosto de 2025
San Miguel
viernes, 1 de agosto de 2025
Ezequiel
Sofía tiene ocho años y despierta en la madrugada. Un grito fué suficiente para sacarla del sueño.
Su habitación está fría. Es el mes de abril y las temperaturas todavía no bajan mucho en Buenos Aires, pero la humedad en los ladrillos hace que se sienta diferente; y entre esto y la urgencia del sonido que la llevó a despertar, sintió escalofríos y una pesadez que casi es exclusivo de las personas lastimadas por el tiempo y cansadas por un cuerpo que ya no sienten suyo. Ella es una nena, pero desde siempre convive con lo que muchas personas no pueden.
A Sofía le gusta jugar a encontrar cosas escondidas entre las manchas de humedad. Cuando encuentra algo nuevo, sonríe porque se olvida de todo y se pone contenta. Muchas veces se queda mirando un rato largo, como para definir mejor la imagen, unir los puntos que a simple vista no están conectados, darle personalidad si es una figura viva, e inventarle una historia. A veces, si Ezequiel que es dos años menor, está con ella en el cuarto, se acerca para que él la mire y con el dedo lo va llevando hasta mostrarle la figura encontrada, pero Ezequiel no hace caso, nunca. Y a Sofia le da bronca y sigue mirando sola.
Sofía se despabila enseguida y escucha a su Mamá llorar como lejos, entra Maxi a la habitación y le dice quedate acá y no salgas, y se va rápido. Maria grita QUE HICISTE EZEQUIEL!!! y llora mientras que Maxi le saca de los brazos al perro que habían traído en enero para el cumpleaños de Sofi. Ezequiel estaba jugando y de repente lo agarró con todas sus fuerzas, una parte de la boca con cada brazo y sin duda ni contemplación de lo que estaba haciendo tiró para lados contrarios y primero le dislocó la mandíbula pero después le desgarró la carne y el perro gritaba, y entonces Sofía sale corriendo para el lugar y ve todo y se queda helada por primera vez.
Maxi se acerca y la carga en sus brazos y se la lleva, pero Sofía ya vió todo. Ezequiel se reía como si hubiera descubierto una pasión.
Ese es el sonido que a ella le va a quedar resonando en su cabeza.
viernes, 18 de julio de 2025
Sola
Mi Papá no está. Se fué cuando tenía tres años así que mucho no me acuerdo de él. A veces creo que si me acuerdo, pero la verdad es que sé que es apenas las ganas de una chica que se siente sola.
Mami hace lo que puede, pero con Ezequiel es muy difícil. Y Maxi ya es más grande y se va de casa un montón. Y yo me siento mal, porque Maxi es el único que me hace sentir que no estoy sola.
Mami limpia casas en el barrio. Negrita, le dicen, y a mí ese apodo no me gusta para nada porque siempre escucho que le dicen así a los pobres y ladrones. Negros de mierda les dicen. En mi casa somos pobres, pero ladrones nunca. Humildes, dice ella. Entonces la verdad no me gusta que le digan Negrita porque Mami no es ninguna ladrona y tampoco de mierda.
Ella limpia casas porque no puede tener otro trabajo. Cuando Papá se fué de la casa, ella trató de cuidarnos un montón, pero Ezequiel necesitaba que se ocupen de él todo el tiempo, y entonces Maxi que era más grande que nosotros y ya jugaba en la calle con los chicos del barrio se iba todo el tiempo. Y se peleaba mucho con Mami.
Yo trato de no pelear con ella. Aunque una vez lo vi pelear de verdad a mi hermano en la calle. Pero las peleas con Mami no son cómo las peleas en la calle. Con Mami son gritos y en la calle hay trompadas. El tenía como catorce años y se peleó con uno más grande que le dijo que Mami le limpiaba las medias guasqueadas. Yo no sabía lo que era eso, pero Maxi lo agarró y le dió una paliza que no me voy a olvidar nunca. Esa vez que lo vi pelear me dieron muchas ganas de aprender. Cuando volvió le pedí que me enseñara pero se rió de mi y me dijo que era muy chiquita y que las mujeres no pelean como los hombres y que mejor aprenda a cocer o a cocinar que era lo que las mujeres teníamos que hacer.
Yo me enojé y no le hice caso, y una vez, como la Mamá de mi amiga Romina tenía un teléfono celular y se lo prestaba cuando estábamos en su casa para jugar juntas, le pedí que busquemos cómo pelear y entonces encontramos un video que mostraba algunas cosas que se pueden hacer en una pelea en la calle.
Cuando llegó Maxi ese día le di una trompada en el estómago lo más fuerte que pude, y cuando después de mirarme sorprendido quiso darme una cachetada lo esquivé y la cachetada se la di yo aunque era bastante más alto. Salí corriendo enseguida, pero me alcanzó y me la dió para que tenga y que guarde. Mami le gritó un montón pero a él no le importaba casi nada lo que Mami decía. A mi igual no me dolió, o sea si, pero no me importa.
Papá no está, y mi casa es diferente a las casas en las que los Papás vuelven de trabajar y están.
Igual capaz es mejor, porque Mami cuando habla con la tía y se acuerdan de él dicen que mejor que no esté así se emborracha en otro lado. Igual quisiera tener un Papá. A veces pienso que me abraza y me siento mejor.
El otro día sangré. Era la primera vez. Me dolió mucho y me manché todo el pantalón en la escuela. Todos los chicos se rieron de mí y las chicas al principio un poco también, pero a ellas además les dió miedo de que le pasara lo mismo y entonces corrieron a preguntarle a la maestra si era contagioso. La seño les dijo que no y entonces se terminaron burlando igual que los varones. Mami no vino a buscarme porque estaba en el doctor con Ezequiel y entonces una seño de quinto me prestó su saquito y me lo envolvió en la cintura para que no se note tanto y me llevaron a la dirección hasta que se termino el día de clases. En un momento les pregunté si me podían a yudar a limpiarme pero me dijeron que nadie podía ayudarme a limpiar eso.
A veces pienso que tengo que aprender a cuidarme sola para siempre.
jueves, 17 de julio de 2025
Sofía y la esquina
Sofía es una chica punk, la pirada de la esquina. La chica brava del lugar.
A ella vos le decís que hay que ir y va. No importa donde, porque ella es fiel. Y es que aprendió a serlo a los golpes.
Sus harapos, dice ella, están dentro de su cuerpo; en sus entrañas y en su mente. No hay más.
Harapos es lo que llevamos todos. Por más que algunos trapos se vean brillantes no son más que la gilada del vanidoso. Seamos humildes, carajo. Ella se les caga de risa a los que dicen que las cosas buenas salen del corazón. Son unos pelotudos, piensa cada vez que escucha esas palabras. A veces también lo dice, y los demás callamos.
Con sus 17 años a cuestas y en la esquina con los pibes y las pibas del barrio, mira a los que van a ir y a los que no y decide que está bien.
Vamos, nos metemos por donde ya vimos y salimos. Fácil. Vos que estás fumando no vas. Estabamos todos en silencio y ella dice eso. ¿Que no voy a ir, China?, si yo te pasé la punta le contesta Juan. Pero la China sabe que las cosas se hacen bien o pueden ponerse violentas. Por supuesto que a ella no le importa lo violenta que se pueda poner la cosa, porque incluso a veces busca que se pongan así. Vos la trajiste pero sabés lo que pasa?: acá somos equipo. Si uno no está como para jugar se queda en el banco, pichón. Todos seguimos en silencio. Cuando habla Sofía hay que escucharla. ¿Pichón?, retruca Juan, chupala. Sacala pelotudo responde ella. Sacala que te reviento los huevos, pedazo de gil. Y se acerca y le amaga a agarrarle el bulto con la mano y él abre las piernas como para ver hasta donde llegaba, y ella que decide rápido lo agarra. Lo puede agarrar bien porque Juan está usando unos pantalones deportivos que le compró a un Senegalés cerca de la estación la vez que estuvo trabajando unos días pintando un local de ropa. lo agarró bien, contaba. Pero tan bien, que le agarró solo las pelotas. Y las apretó con fuerza y tiró para adelante, y acercando su cara a la de él que estaba sorprendida le dijo La próxima vez que me provocas así haciéndote el pistola te cago a trompadas. Sofía no se andaba con medias vueltas. Silencio. Romina se ríe mientras Sofía suelta, pregunta como van a hacer para volver con las cosas. En bici, contesta Sofía.
Es rápida y no duda Sofía. Lo que más le gustaba hacer era mirar videos en youtube y estudiar movimientos de pelea, y después pelear. Nunca pudo estudiar en ningún instituto ningún arte de la pelea. Así les dice ella, que para mí es una artista. Las cuentas en la casa nunca daban. Pero además de tener un talento y una inteligencia más allá de todos los demás que conocía, Sofía no dudaba. Y con esto quiero decir que a Sofía no le importaba cuánto podía lastimar en una pelea. Eso sí, cuando ella veía que su oponente estaba rendido, paraba. Esta cualidad la hacía de temer.
Si bien no había un líder que decidía por todos en el grupo, ella era por seguro una de los que sabían qué hacer cuando era necesario safar de alguna. Cualquiera sea.
Están por salir. Deciden que los que van a ir, pasan por su casa a buscar las bicis y arrancan. Los otros, se prenden otro porro y discuten por quién se levanta para ir al chino a buscar una cerveza.