viernes, 1 de agosto de 2025

Ezequiel

Sofía tiene ocho años y despierta en la madrugada. Un grito fué suficiente para sacarla del sueño. 
Su habitación está fría. Es el mes de abril y las temperaturas todavía no bajan mucho en Buenos Aires, pero la humedad en los ladrillos hace que se sienta diferente; y entre esto y la urgencia del sonido que la llevó a despertar, sintió escalofríos y una pesadez que casi es exclusivo de las personas lastimadas por el tiempo y cansadas por un cuerpo que ya no sienten suyo. Ella es una nena, pero desde siempre convive con lo que muchas personas no pueden.
A Sofía le gusta jugar a encontrar cosas escondidas entre las manchas de humedad. Cuando encuentra algo nuevo, sonríe porque se olvida de todo y se pone contenta. Muchas veces se queda mirando un rato largo, como para definir mejor la imagen, unir los puntos que a simple vista no están conectados, darle personalidad si es una figura viva, e inventarle una historia. A veces, si Ezequiel que es dos años menor, está con ella en el cuarto, se acerca para que él la mire y con el dedo lo va llevando hasta mostrarle la figura encontrada, pero Ezequiel no hace caso, nunca. Y a Sofia le da bronca y sigue mirando sola. 
Sofía se despabila enseguida y escucha a su Mamá llorar como lejos, entra Maxi a la habitación y le dice quedate acá y no salgas, y se va rápido. Maria grita QUE HICISTE EZEQUIEL!!! y llora mientras que Maxi le saca de los brazos al perro que habían traído en enero para el cumpleaños de Sofi. Ezequiel estaba jugando y de repente lo agarró con todas sus fuerzas, una parte de la boca con cada brazo y sin duda ni contemplación de lo que estaba haciendo tiró para lados contrarios y primero le dislocó la mandíbula pero después le desgarró la carne y el perro gritaba, y entonces Sofía sale corriendo para el lugar y ve todo y se queda helada por primera vez. 
Maxi se acerca y la carga en sus brazos y se la lleva, pero Sofía ya vió todo. Ezequiel se reía como  si hubiera descubierto una pasión.
Ese es el sonido que a ella le va a quedar resonando en su cabeza.


viernes, 18 de julio de 2025

Sola

 Mi Papá no está. Se fué cuando tenía tres años así que mucho no me acuerdo de él. A veces creo que si me acuerdo, pero la verdad es que sé que es apenas las ganas de una chica que se siente sola.
Mami hace lo que puede, pero con Ezequiel es muy difícil. Y Maxi ya es más grande y se va de casa un montón. Y yo me siento mal, porque Maxi es el único que me hace sentir que no estoy sola.
Mami limpia casas en el barrio. Negrita, le dicen, y a mí ese apodo no me gusta para nada porque siempre escucho que le dicen así a los pobres y ladrones. Negros de mierda les dicen. En mi casa somos pobres, pero ladrones nunca. Humildes, dice ella. Entonces la verdad no me gusta que le digan Negrita porque Mami no es ninguna ladrona y tampoco de mierda.
Ella limpia casas porque no puede tener otro trabajo. Cuando Papá se fué de la casa, ella trató de cuidarnos un montón, pero Ezequiel necesitaba que se ocupen de él todo el tiempo, y entonces Maxi que era más grande que nosotros y ya jugaba en la calle con los chicos del barrio se iba todo el tiempo. Y se peleaba mucho con Mami.
Yo trato de no pelear con ella. Aunque una vez lo vi pelear de verdad a mi hermano en la calle. Pero las peleas con Mami no son cómo las peleas en la calle. Con Mami son gritos y en la calle hay trompadas. El tenía como catorce años y se peleó con uno más grande que le dijo que Mami le limpiaba las medias guasqueadas. Yo no sabía lo que era eso, pero Maxi lo agarró y le dió una paliza que no me voy a olvidar nunca. Esa vez que lo vi pelear me dieron muchas ganas de aprender. Cuando volvió le pedí que me enseñara pero se rió de mi y me dijo que era muy chiquita y que las mujeres no pelean como los hombres y que mejor aprenda a cocer o a cocinar que era lo que las mujeres teníamos que hacer.
Yo me enojé y no le hice caso, y una vez, como la Mamá de mi amiga Romina tenía un teléfono celular y se lo prestaba cuando estábamos en su casa para jugar juntas, le pedí que busquemos cómo pelear y entonces encontramos un video que mostraba algunas cosas que se pueden hacer en una pelea en la calle. 
Cuando llegó Maxi ese día le di una trompada en el estómago lo más fuerte que pude, y cuando después de mirarme sorprendido quiso darme una cachetada lo esquivé y la cachetada se la di yo aunque era bastante más alto. Salí corriendo enseguida, pero me alcanzó y me la dió para que tenga y que guarde. Mami le gritó un montón pero a él no le importaba casi nada lo que Mami decía. A mi igual no me dolió, o sea si, pero no me importa.
Papá no está, y mi casa es diferente a las casas en las que los Papás vuelven de trabajar y están. 
Igual capaz es mejor, porque Mami cuando habla con la tía y se acuerdan de él dicen que mejor que no esté así se emborracha en otro lado. Igual quisiera tener un Papá. A veces pienso que me abraza y me siento mejor. 
El otro día sangré. Era la primera vez. Me dolió mucho y me manché todo el pantalón en la escuela. Todos los chicos se rieron de mí y las chicas al principio un poco también, pero a ellas además les dió miedo de que le pasara lo mismo y entonces corrieron a preguntarle a la maestra si era contagioso. La seño les dijo que no y entonces se terminaron burlando igual que los varones. Mami no vino a buscarme porque estaba en el doctor con Ezequiel y entonces una seño de quinto me prestó su saquito y me lo envolvió en la cintura para que no se note tanto y me llevaron a la dirección hasta que se termino el día de clases. En un momento les pregunté si me podían a yudar a limpiarme pero me dijeron que nadie podía ayudarme a limpiar eso. 
A veces pienso que tengo que aprender a cuidarme sola para siempre.


jueves, 17 de julio de 2025

Sofía y la esquina

 Sofía es una chica punk, la pirada de la esquina. La chica brava del lugar. 
A ella vos le decís que hay que ir y va. No importa donde, porque ella es fiel. Y es que aprendió a serlo a los golpes. 
Sus harapos, dice ella, están dentro de su cuerpo; en sus entrañas y en su mente. No hay más.
Harapos es lo que llevamos todos. Por más que algunos trapos se vean brillantes no son más que la gilada del vanidoso. Seamos humildes, carajo. Ella se les caga de risa a los que dicen que las cosas buenas salen del corazón. Son unos pelotudos, piensa cada vez que escucha esas palabras. A veces también lo dice, y los demás callamos.
Con sus 17 años a cuestas y en la esquina con los pibes y las pibas del barrio, mira a los que van a ir y a los que no y decide que está bien. 
Vamos, nos metemos por donde ya vimos y salimos. Fácil. Vos que estás fumando no vas. Estabamos todos en silencio y ella dice eso. ¿Que no voy a ir, China?, si yo te pasé la punta le contesta Juan. Pero la China sabe que las cosas se hacen bien o pueden ponerse violentas. Por supuesto que a ella no le importa lo violenta que se pueda poner la cosa, porque incluso a veces busca que se pongan así. Vos la trajiste pero sabés lo que pasa?: acá somos equipo. Si uno no está como para jugar se queda en el banco, pichón. Todos seguimos en silencio. Cuando habla Sofía hay que escucharla. ¿Pichón?, retruca Juan, chupala. Sacala pelotudo responde ella. Sacala que te reviento los huevos, pedazo de gil. Y se acerca y le amaga a agarrarle el bulto con la mano y él abre las piernas como para ver hasta donde llegaba, y ella que decide rápido lo agarra. Lo puede agarrar bien porque Juan está usando unos pantalones deportivos que le compró a un Senegalés cerca de la estación la vez que estuvo trabajando unos días pintando un local de ropa. lo agarró bien, contaba. Pero tan bien, que le agarró solo las pelotas. Y las apretó con fuerza y tiró para adelante, y acercando su cara a la de él que estaba sorprendida le dijo La próxima vez que me provocas así haciéndote el pistola te cago a trompadas. Sofía no se andaba con medias vueltas. Silencio. Romina se ríe mientras Sofía suelta, pregunta como van a hacer para volver con las cosas. En bici, contesta Sofía. 
Es rápida y no duda Sofía. Lo que más le gustaba hacer era mirar videos en youtube y estudiar movimientos de pelea, y después pelear. Nunca pudo estudiar en ningún instituto ningún arte de la pelea. Así les dice ella, que para mí es una artista. Las cuentas en la casa nunca daban. Pero además de tener un talento y una inteligencia más allá de todos los demás que conocía, Sofía no dudaba. Y con esto quiero decir que a Sofía no le importaba cuánto podía lastimar en una pelea. Eso sí, cuando ella veía que su oponente estaba rendido, paraba. Esta cualidad la hacía de temer. 
Si bien no había un líder que decidía por todos en el grupo, ella era por seguro una de los que sabían qué hacer cuando era necesario safar de alguna. Cualquiera sea. 
Están por salir. Deciden que los que van a ir, pasan por su casa a buscar las bicis y arrancan. Los otros, se prenden otro porro y discuten por quién se levanta para ir al chino a buscar una cerveza.


jueves, 2 de agosto de 2018

Las veces que somos

Hacer terapia es la desgracia, a veces. Otras veces es la gloria. Y tanto cuando es la desgracia, como cuando es la gloria, es por la misma razón: uno sabe, y no sólo sabe, sino que también puede poner en palabras, aunque más no sea en su pensamiento -por la cobardía de no mostrarse-, quién es. 
En mi caso también mi terapeuta sabe quién soy. Gracias!, a las leyes éticas, morales y de la justicia, por el secreto profesional.
Llegar a este punto es complicado. Recuerdo que cientos y cientos de veces en las que me sentaba frente a un terapeuta o un amigo y hablaba de algo, y a mi verdad, yo la escupía a medias. Porque, ¿saben cual es la verdad?, ninguna. La terapia me dió la consciencia de saber que mi verdad es solo mía y que otros tienen una diferente aún acerca de un mismo tema.
Pero vuelvo a lo de que llegar al punto de saber y aceptar y poder poner en la mesa quién es uno, es complicado.
¿cómo alguien puede llegar a hablar acerca de que...? no voy a hablar de quién soy. Sé quién soy y no me importa que nadie lo sepa.
Digo que es díficil aceptarse completamente. Yo mismo creía que me aceptaba completamente porque podía decirme a la cara frente a un espejo que no podía evitar pajearme con la veca de al lado. También lo creí durante bastante tiempo, después de haberle dicho a mi padre que sus borracheras me jodieron la vida y que se vaya a meter por culo toda su declaración de amor de padre arrepentido junto con mi madre, que también era putamente culpable, para mí. Me sentí bien por eso, creí que había logrado por fin valerme por mi mismo en mi alma.
Muchas veces sentí que había logrado saltar una barrera, que podía considerarme por fin un hombre que sabía quien era.
Pero no. No sabía un carajo.
Después me pasó que tuve hijos. Y volví a terapia. Después de pasar por el consultorio de dos imbéciles que nada sabían de nada, encontré a la tercera alguien pasable para la charla.
Sentí que otra vez estaba avanzando. Que daba un paso más y que podía llegar a ser mucho más para mis hijos que lo que mis padres fueron para mi, en todo sentido. Incluso creía que podía ser mucho más para mi mismo que lo que la gente que conocía podía ser para si misma. Así creció mi ego pensante, y al mismo ritmo y tiempo en el que la realidad se preparaba para patearme en el culo lo más fuerte que podía.
Pero no. No sabía un carajo otra vez.
Y mientras tanto se gestaba algo.
Pasados unos años murió la persona más importante para mi formación ética y moral y que también fue la más importante para mi construcción de ser de amor.
El estallido fue increíble. Nunca creí que podía desestabilizarme tanto. Y es que trabajar dentro mío durante tantos años me convirtió en alguien a veces muy sensible a sus propios sentimientos.
Terminé roto, con varias capas de personalidad fuera de mi piel. Quedé basicamente desprotegido de mi mismo y de mi entorno o eso es lo que sentí que pasaba.
me terminé separando y volví a terapia. Ahí conocí a la terapeuta a la que querría volver siempre. Y me di cuenta de que todavía tenía mucho que conocer y aceptar acerca de mí. Y también ahí me di cuenta de que el mundo entero vive sin saber quien es realmente. Y no solo ahí, sino también cuando la persona de la que me separé mostró un lado de si misma que nunca creí que podía existir. 
El ser humano tiene tantas connotaciones en su personalidad que nunca deja de sorprendernos. y su verdad puede ser tan difusa y cambiante como nunca podríamos imaginar de alguien a quién creemos conocer.
Al mismo tiempo conocí a alguien y para que voy a explicarlo, que no viene al caso, me encontré con otra parte de mi que me cambió para siempre otra vez. El choque intergaláctivo fue inexplicable. Y después la perdí por hacer cosas que no eran propias de mi persona. Porque también pasa a veces que somos otro que no somos. 
Y entre todas estas cosas me di cuenta de algo, otra vez: No sabía un carajo.
Aún cuando logré luego de muchos años de trabajo interno, saber mucho quién soy, también pude saber que puedo cambiar, que aunque no quiera a veces cambio igual, que no queda otra, además.
Todos cambiamos constantemente sin darnos cuenta la mayoría de las veces, y está bien, es así.
Mientras pasa el tiempo también pasamos nosotros, y también nos pasa la experiencia y las personas alrededor y los vientos de cambio arrasan con poco a veces, y con todo otras veces. 
Y lo que creo hoy -tal vez mañana lo crea diferente- es que todo cambio es bueno, por más que me sienta desnudo, por más que vea que la realidad me lleve a una deconstrucción que todavía no cesó de andar, a un cambio que todavía no es estable. Por más que crea que la crisis no termina y que me duele.
Sé que otro día, un día, voy a ver que las cosas ya no duelen tanto y que la felicidad no depende de lo que tenemos alrededor, y a veces ni siquiera de cómo somos ni de lo que pensamos, sino del amor que damos.




viernes, 2 de febrero de 2018

Una palabra

Una palabra. Solo es una palabra. Comenza. Dame una palabra. Sino no sirve.
Esto anterior fue lo que dije. Así comencé. Pero no hubo caso. Ella no sabía hablar de frente.
Era siempre una vorágine intermitente entre mis conversaciones casi monólogos y su delirante silencio trabado hasta de silencios que la verdad no lo eran. Y lo sabía que aquellos silencios no era silencio. Ni aceptación. Ni confrontación. 
Hubiera admitido aquel silencio si hubiera estado dotado de cierta manera de decir "no quiero hablarte, me quiero ir", pero no era eso. Ojalá hubiera sido eso. Porque al menos algo decía.
El problema para mi es cuando hay cosas que tienen que decirse y no se dicen para que no haya consecuencias. Creo que las consecuencias son algo inevitable, tanto como importante de que sucedan. Si no se dice, no sucede. Entonces cuando no sucede lo que se supone que el dia a dia tiene que traer, que se vaya todo al carajo, que explote por el aire la mierda no dicha, la presión de las palabras silenciadas, el tren que pasó y no sonó en las vías, porque hubo oídos tapados que no supieron escuchar, ni decir. 

jueves, 28 de septiembre de 2017

Perra

Cinco años después de su muerte y no puedo olvidarla.
No es que quiera, claro, evitar el recuerdo de aquellas manos abrazándome o de sus miradas de aceptación o de regaño. Pero es que no puedo evitar el dolor de aquella pérdida que puede parecer de hace ya bastante tiempo. No es tampoco que no tenga el entendimiento como para asumir que cuando la gente se muere no está más. Ni siquiera es que me encuentre en una depresión asfixiante en la que no puedo vivir más si ella no está a mi lado, o que las cosas como se fueron derivando luego de su muerte fueran lo peor que pudiera haber sucedido ya que sin ella la vida se para inevitablemente.
Pero no puedo olvidar el dolor de saberla muerta. Y porque no puedo evitar recordar el amor como nadie más me lo mostró en toda la vida hasta ahora.
El amor es una perra.

jueves, 21 de septiembre de 2017

Emoción



No puedo pretender nunca en la vida que suceda con alguien más, lo que espero.
Los estados emocionales de cada uno son diferentes siempre. Aún cuando la conexión con esa otra persona siempre haya sido o la haya considerado mágica. Conexión del tipo que se da pocas veces en la vida. Amor del que se obtiene energía positiva para llevar adelante todas la cosas.
No importa la distancia: esa energía de amor en el aire, de sentimientos en vuelo constante, siempre te va a hacer bien. 
A todos en algún momento se nos antoja que el otro reaccione: haga, diga, sienta y actúe como lo esperamos por el simple hecho de que nosotros lo estamos haciendo.

Hacemos todo lo que hacemos según el estado emocional que carguemos en ese momento más allá de la persona que seamos o de como pensemos, razonemos o nos movamos en la vida.
El estado emocional es sensible a cosas que están alrededor y no vemos, es sensible a todas las cosas que nos pasan y las cuales nos hacen pensar y razonar para después intentar resolver. Pero la emoción va distinta. La emoción no relaja.

Puta emoción, que es sincera pero exagerada y nos hace creer que las cosas pueden ser como ese "otro nosotros" que está adentro nuestro y nos está haciendo creer que puede ser.

Todo esto cuando la emoción esta alterada, claro. Las alteraciones emocionales suelen más alla de la razón, estar equivocadas, pero por exageradas y no por falsas.

Mañana

Los que siempre quieren volver, nunca pueden ir, Que se sepa.
Mañana es mejor.

miércoles, 26 de octubre de 2016

Así




Que tus ojos son abismo, palabras sin voz. 
Son de espacios eternos que vuelan hasta la luz y me abrazan, 
de claros lunares y sonrisas de noche, 
de amor atolondrado, de emociones encantadas.

Que tu boca es de palabras cruzadas, de amores que vuelan hasta mis oídos, 
de colores arco iris, de reflejos descansados,
de comidas improvisadas y una copa a medio vaciar,
de llamas iluminando todo y hechizo mágico fulminante.

Que tus manos son de cielo, de mariposas al fuego, 
de termitas que devoran, de nubes blancas y amapolas, 
de pájaros revoloteando entre las hojas nuevas del día,
de sabor a vainillas y miel bajo el olivo en una tarde fresca. 

Que tu pubis existe anclado entre tus piernas, osado, esclavo, 
altavoz que llama a florecernos juntos. Perfume de Azahar.
Encuentro violento y sumisión profunda revolucionando sentidos.
Margarita encantada en los primeros días de un te amo mucho cómo último de los pétalos. 

Que tu espalda me llega encendida como montaña cumbre de escalar, 
cubierta de nubes y de nieve, de blancos que comparten, 
de vacíos que desaparecen, de dibujos de niña, 
de música de coplero animado y sombra de un naranjo solitario.

Que tu pelo cae sobre mi piel cuando nuestro encuentro estalla,
como primer lluvia de abril que refresca y se sabe esperada. 
Látigo espumoso. Fulgor espontáneo, mágico, involuntario.
Moldura encuadrando espacio íntimo de labios en ejercicio.

Así.
Que todo lo que veo es deslumbrante hermosura, 
encantamiento de mis sentimientos en vorágine 
de remolino impulsivo, arrebatado; 
chocolate desparramándose en vertiente sinfín. 
Inusitada y sensual lluvia de arrebatos centelleantes en río caudaloso, 
indubitable reflejo de los deseos de estar seguros, dos, en el mismo hogar. 




miércoles, 21 de septiembre de 2016

Decir



El problema a veces parece estar en decir. Pero los silencios guardan millares de flores y balas.
Decir es lo único verdadero, más no cuando se es incauto y uno se deja descansar sobre la emoción sin razonar.
Que lo parió che, que callar envenena, se piensa, pero un silencio en espera es un decir tranquilo y a su tiempo.
Decir es dejar ir, pero callar es muchas veces contaminarse de emociones grises que opacan los colores del amor.
Hablar de pasado o de futuro es lo mismo y es apenas circunstancia devenida por experiencias o por deseos.
Y hoy es todo lo que hay, y mejor hablo, y mejor que hablen todos.
Se me antoja decir, como la única manera de no romper al pedo las cosas buenas.