viernes, 21 de octubre de 2011

El Fracasado



Los fracasados siguen fracasando en el mundo hoy, solo porque sienten que el fracaso es dueño de sus vidas, pero son así, la suerte, la familia, y la manera de procesar experiencias los hicieron así. Casi como una maldición, repiten errores y caen en todas las trampas que el destino puede dejarle por delante. Ojo, no se confunda al fracasado con el que nunca tuvo una oportunidad, o tuvo pocas y ninguna que valiera la pena o le trajera la suerte de su lado. La desgracia llama desgracia, el fracaso y lo asumido de la persona en ese rol, trae fracaso.
No se venga creyendo que el fracaso no es un trabajo duro porque sí que lo es, si señor, el fracaso una y otra vez es para los que nunca se rinden, para los reyes ocultos, para las almas que tienen que aprender a los golpes el significado de algún triunfo al pasar.
Para fracasar hay que tener aguante. Aguante el aguante!
El fracasado es un luchador interminable y de una fuente casi inagotable de voluntad para seguir adelante y a través de sus derrotas en seguidilla.
El fracasado es el que más sabe de éxitos. Cuando consigue lograr algo, no lo siente como algo de todos los días y lo disfruta como tal. El ganador, en cambio, revela al éxito como algo cotidiano y va dejando que pierda importancia el hecho de salir victorioso. Cuando el ganador repite este tipo de actitudes a lo largo del tiempo cae en el pozo de las depresiones más grande y angustiante de todos: El inconformismo superficial.
El fracasado es el siempre dispuesto a intentar, el sin miedo, el arriesgado. Claro, todo fracasado conoce de desilusiones y una posibilidad nueva de llevarse una más no hace la diferencia y por eso es valioso en lo referente a los éxitos más grandes en la historia de la humanidad. Todo genio exitoso también formó parte del gremio de los fracasados.
En el conurbano Sur existió una vez un grupo llamado ¨los fracasados¨. Ellos se juntaban a evaluar las historias de fracasos en sus vidas y a intentar encontrarles la vuelta para al menos llevarse de cada una un aprendizaje.
El fracasado siempre vuelve al ruedo a intentar una vez más no caer del caballo que ya está cansado, pero que todavía puede dar batalla, y cae. Otra vez.
Fracasado, pero fracasado como quién lo nombra y se lo cree, es el que sabe callar cuando no tiene nada interesante y quién sabe perder. Saber perder es importante porque eso a la larga te hace ganar y ellos lo saben.
Los fracasados clásicos son cada vez más inteligentes, más no el fracasado pelotudo y tampoco el fracasado sin amor propio.
Hey fracasados!!! sigan así.
Ojo, estoy hablando del tema imaginando al fracasado de alma experimentada. No se vaya a pensar que meto a todos los fracasados en la misma bolsa. Como en todos los rubros como puede ser el de los ganadores, los conformistas, los intolerantes (ya vamos a hablar de estos), los poderosos, los talentosos o lo que sea que se quieran imaginar hay de todo: de sentimientos nobles, vagos, forros pelotudos, derrotados, desinteresados, interesados, perpetradores de planes de victoria o de pérdida, empecinados, confabuladores, espectadores, ensimismados… de todos.
Ninguna clasificación puede encerrar a los clasificados en la misma bolsa. O los porteños somos todos iguales? gracias a la suerte no soy igual a vos y vos tampoco sos igual al que tenés al lado y no podes ni ver. Imaginemos a un talentoso empecinado y a uno ensimismado. Es lo mismo? no, claro que no. El talentoso empecinado termina cayendo como el orto a todo el mundo, el ensimismado en cambio no le termina cayendo del todo a nadie porque es tímido hasta el punto de no comunicar absolutamente nada o muy poco.
En fin, solo usé a los fracasados de ejemplo, lo que quería decir es que lo que importa no es en que rubro podrías encajar, lo que me importa a mi es que tipo de gente sos. A mi me gusta la buena gente, los demás que se curtan solos.



viernes, 14 de octubre de 2011

Milanesa, la revancha


… No apareció durante algunos meses. 

Milanesa habitaba nuestro recuerdo fresco como una lechuga pero de aparecer, nada.
Nada de nada.
Siempre nos acordábamos y nos cagábamos de la risa de lo que había pasado ese día en el que nos encontramos con él por primera vez. Se sabe que los chicos siempre acaban riéndose de cualquiera de sus aventuras aún cuando suponían algún peligro, como en este caso, era vérselas con un vago desconocido.
Se estaba acabando el verano y con él las vacaciones así que aprovechábamos para estar juntos la mayor parte del tiempo que fuera posible.
Un día, jugando a pegarle a los pajaritos que se posaban sobre los árboles con bolitas de esas verdes que todos los pibes arrancaban de los árboles que las tenían y con gomeros hechos de ruleros y globos, Juanca lo vió venir.
Hey! miren! milaneeeeeeeeeeeeeeesssssa! gritó, y entonces otra vez, nos quedamos callados mirando como venía, como la primera vez.
Estaba ya cerca y nos vió y nos reconoció pero no nos dió pelota, como si nada hubiera pasado. 

No tenía encima el balde que nos había robado y tampoco llevaba la campera verde militar sino que llevaba puesta una remera negra. Tampoco tenía su bolsa de arpillera, en cambio llevaba varias bolsas llenas de vaya uno a saber que cosas. El pantalon y las ojotas eran las mismas.
Esta vez fué Juanca el que empezó todo, y yo lo había pensado segundos antes, pero para arrancar este tipo de hazañas era medio cagón. Sí, seguía a quién fuera mi amigo en cualquiera de estas y algunas veces me arriesgaba primero, pero con Milanesa no pude ni una.
Le pegó un gomerazo en la cabeza que le hubiera dolido a cualquiera, y es este acto y en este segundo el que forjaría en el pecho del vagabundo como a fuego, el odio eterno.
Rajemos! dije apenas pudo salirme la voz, y asustadísimos corrimos antes de que Milanesa pudiera reaccionar.
Nos corrió un par de cuadras. Cansado se paró y empezó a putearnos, y nosotros nos paramos y empezamos a escucharlo. Su voz, si la recuerdo ahora, sonaba aguda de impotencia, al borde del llanto, como si tanta derrota en la mochila se agudizara aún más con el actuar de una manga de pendejos que nada sabía todavía de derrotas y de angustias devenidas.
Fué ahí cuando Manu le dijo en un grito de culpa sincera y de arrepentimiento y que nos ocupó a todos: Perdón!!!. Un pibe no sabe más que decir esa palabra en esos momentos, de la vergüenza o de la angustia o de las pocas palabras que sabe llevar encima, pero fue de verdad y Milanesa, se dio media vuelta y parecía que se iba pero no, se agachó durante unos segundos e hizo esto: agarró unas cuantas piedras de la calle y volvió a la carga y tirándonos piedrazos con todas sus fuerza y hasta nos pegó a algunos. Como decía, el gomerazo en la cabeza no lo perdonaría nunca.

Volvimos al rato un poco lastimados de los piedrazos los que los habíamos recibido pero lo que más dolía, y a todos, era la angustia.
Maldito Milanesa, si quería guerra y seguía pasando por nuestra cuadra, iba a tenerla.



martes, 4 de octubre de 2011

De idas y vueltas


Casi el vacío que llega luego de una filtración que pasó de largo bajo la mirada distraída de un par que se creyeron audaces e imposibles de vencer. 
El fuego apagándose y la desesperación. 
Ventilar las brasas como un loco con la esperanza de tener la mínima chance de que pudieran encenderse los leños de nuevo. 
El amor a punto de caer.
Sentirse de a poco en el vacío profundo de la no compañia trae demasiado cerca a la nada. 
La soledad.
Que el pensamiento no actúe de tanto desequilibrio. 
Sentirse desorientado en el espacio y ver como se pierde todo. 
La vida errada.
La opresión en el espacio, la angustia que pasa de ser sensación, a pegar directamente en el cuerpo, el no poder contener lo que ya no quiere contenerse. 
El agua que se cae.
Una sensación de primera vez. 
Re-comenzar luego de haber olvidado algunas cosas y vaya cada uno a decirse el porqué. 
De nuevo el amor.
Otra distracción.
Tanto amor no puede dejarse al azar.
Cuidarlo todo como el tesoro más grande.
Eso.