- Pasame la Ginebra, Chino.
- Tomá Pablito, pero no te la tomés toda que es lo último que hay para bajar.
- Chupala, Chino.
Pablo se toma todo lo que queda en la botella, que si bien no es mucho, sí lo es como para bajar de un solo trago.
- Sos un pelotudo!!!. La concha de tu madre Pablo y la reputa que te parió!!!. Y ahora?
- Ahora vamos a un quiosco y ya fué, Chino. Lo pasamos a buscar al Polaco, al Jetón y a Gabi, y listo.
- A tu hermano?. No era que no lo querías ver ni en figuritas?
- Sí, pero es el que más se la banca, y después de todo es mi hermano.
- Está bien, vamos. Tenés para un churro?
- Sí, ya lo tengo listo. Mandale mecha, tomá.
- Venga.
Las calles en el barrio estaban desiertas. La noche estaba despejada y apenas una brisa fresca daba la vuelta en las esquinas. La noche ideal, pensó el Chino. La puta que lo parió, pensó Pablo.
Cuando ya estuvieron con Pablo y el Chino, el Polaco y el Jetón, fueron a buscarlo a Gabi.
Pablo no quiso entrar, entonces golpearon el portón y llamaron a los gritos.
- Gaaaaaabiiiiii!!!!. Gaaaaabbbbiiiiiiiiiiii!!!!.
Se asoma Gloria a la ventana.
- Quién es!?
- Llama a Gabi, Mamá. Decile que venga.
- Para qué lo querés?
- Decile que venga. Cosa de hermanos.
- Esperá.
Pasan dos o tres minutos. Sale Gabriel.
- Que quieren pendejos?
- Tenemos que ir a buscar escabio.
- Y a mi que carajo me importa?
- Vos te la bancas mejor Gabi. Hacenos la segunda que nos queda toda la noche.
- El pelotudo de tu hermano se terminó toda la Ginebra.
- Callate Chino la concha de tu madre.
- A mi hermano el único que le dice pelotudo soy yo Chinito del orto. Escuchaste?
- Si.
- ...
- ...
- Y si vamos al quiosquito de Bustamante?
- Esperá Polaco que todavía nos falta saber si Gabi viene con nosotros.
- Y vos Jetón?
- Dejalo al Jeta que viene de un mal día. A este hoy le tenemos que dar para que tenga y para que mañana se duerma todo el día.
- Y Gabi?. Venís?
- Aguantá pendejo que me busco las cosas y salgo.
Gabriel se va para adentro. Pablo habla.
- Ahora se meten las ideas en el ojete y le hacen caso a mi hermano que es el que sabe.
- Está bien.
- Dale.
Los demás también asienten. El Jetón sigue callado.
- Vamos, dice Gabriel.
Encaran para el lado de Bustamante.
- Ustedes callados me siguen a mi, entienden?
- Ya les dije, gabi.
- Listo.
Fueron callados casi todo el camino. Eran solo siete cuadras, pero parecieron veinte. Ya en la esquina Gabriel dió las indicaciones.
- Vos Polaco y vos Chino, van primero, siguen de largo después del quiosco, se paran en el portón de al lado y esperan ahí. Vos Jetón, te quedás dos casas antes y si pasa algo y no llegás a responder como tiene que responder un campana te bajo los dientes a patadas. Vos Gabi tomá esto, y antes de entrar te lo ponés y entrás conmigo y aprendés.
- Un gorro?
- Un pasamontañas, boludo.
- Ah, claro.
Acataron las órdenes en silencio. Fueron por tandas. Cuando el Polaco, el Chino y el Jetón estuvieron ubicados, Gabriel y Pablo entraron. Gabriel con una mano dentro del buzo canguro.
- Hola, dijo el hombre que atendía el quiosco mientras se daba la vuelta para atender, e inmediatamente después de verlos calló.
- Dame la plata y las botellas de ahí arriba y que no se te ocurra hacer nada que no te diga yo que hagas porque te cago de un corchazo en la cabeza.
El hombre empalideció. Intentó moverse, pero no podía. Los nervios le estaban jugando en contra.
- Dale la concha de tu madre, dame la plata y las botellas!!!
- Si. Si. Dijo el hombre.
Era un hombre joven de menos de treinta. Unos segundos después que para él fueron eternos, pudo reaccionar y moverse. Metió la plata en una bolsa y empezó a bajar algunas botellas del estante alto en donde estaban las bebidas alcohólicas.
Pablo miraba. Estaba muy nervioso y quería salir corriendo, pero se la aguantó, no sea cosa que Gabriel después lo reviente a trompadas y que sus amigos se burlen de él por su cobardía.
Pablo no era así, pero así estaba siendo, y no podía evitar aquellos rumbos, en estos tiempos.
- Dame las botellas de Ginebra, la de Whisky, y aquellas tres de vino, dijo Pablo.
El hombre obedeció y las puso en bolsas sin decir ni una palabra.
Cuando hubo terminado pasó las bolsas.
- Agarralas vos, dijo Gabriel a Pablo. Y vos pelotudo date vuelta y contá hasta cien.
Llegaron a la esquina festejando a los gritos y se tomaron una de las botellas de vino en una ronda que dió solo dos vueltas. Sintieron como el líquido bajaba por sus gargantas y al final, descanzaron sobre el cordón.
- Jajaja! casi se mea encima el pelotudo del quiosco.
- Tené un poco de respeto pendejo que si el boludo ese es otro que no es tan boludo y no te das cuenta te puede salir todo mal. Vamos a salir un par de veces más. La próxima la manejás vos.
- No, yo no quiero. A mi no me gusta salir a robar.
- Jajaja. Callate gil. Si vos tuviste la idea.
- De verdad, Chino. Se me ocurrió nada más que porque quería tomar algo más y no quedaba nada. De desesperado viste?. Pero no lo hago más.
Todos empezaron a reírse. Y siguieron festejando la victoria. Y se hacía de día cuando volvían a sus casas.
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