lunes, 13 de junio de 2011

Segundos perdidos

Resultó que una noche deseaste y hasta entregando el alma, encontrar el amor antes de tiempo si el tiempo que se necesitara naturalmente para encontrarlo fuera mucho.
Como la verdad es que si faltaba mucho tiempo para encontrar el amor y se encontraba pasando y escuchó, el diablo le hizo cerrar el trato sin que él se diera cuenta siquiera.
Hizo un pacto con el Diablo y se encontró sin la posibilidad de leer la letra chica... #LaMaldición


Nah, mentira. Tuvo mala suerte el flaco nomás:




Nada parecía tener remedio con él. Todos los días salía a pasear silbando bajito de noche y por la misma calle del 0 al 1800 ida y vuelta y de una mano y de la otra hasta que cansarse.
Se iba los domingos al mediodía a la plaza del centro, los martes cenaba en una parrillita de Avellaneda, los jueves se tomaba un cafecito en la esquina de azopardo y Belgrano, frente a la Aduana y salía a pasear en bicicleta por la costanera los sábados a la mañana, entre otras cosas.
Siempre y mientras iba recordando, agregaba cosas por hacer a su lista interminable que además, ya le había llegado a impedir hacer varias de las cosas que hacía antes de haber tenido ese sueño con esa mina.
El flaco se estaba perdiendo sin darse cuenta decían los vecinos, y se cuenta que una vez dijo un hermano que en esa época no hablaba más que de ese tema. Llegó a alejarse de todos. La relación con su familia era casi insostenible, y su madre fué internada varias veces por problemas cardíacos que se sabían dentro del ámbito familiar, los ocasionaba el dolor en el alma.


El flaco había tenido un sueño. Un sueño de esos larguísimos en los que se viven historias completas y que además pudo recordar. De hecho, el tenía una grabadora ahí nomás, al lado de la cama, y su excelente memoria y el haber tenido esa grabadora a mano hicieron que pudiera contarle el relato con una cantidad de detalles extraordinarios.
La suerte y uno de sus talentos entonces, hicieron posible que la desgracia empezara a ocurrir. A tener cuidado con lo que a primera vista es buena fortuna...


En el sueño había conocido a una mujer, la mujer con la que habría de tener un hijo, esa con la que había encontrado el mejor sexo, los besos más tiernos, la posibilidad de entendimiento constante, esa del amor para siempre, la que era el amor para todas las vidas y las muertes. Había encontrado en un sueño a esa mujer y recordaba mucho del sueño. Recordaba los paseos en bicicleta y por eso es que iba a pasear en bicicleta a la costanera los sábados, recordaba las parrilladas y los vinos de los martes a la noche, la mudanza, el encuentro con la familia de ella por primera vez... recordaba todo y quería encontrarla aunque le llevara la vida entera.


Resulta que al final la encontró a la mina. Un día se despertó recordando una charla en un café situado en la esquina de Pueyrredón y Santa Fe y sin mediar palabra alguna con la familia, se fué como un loco, como siempre con la esperanza de encontrarla, y ahí estaba esta vez.
Se quedó mirandola un rato. La observó hasta que al fin se sintió convencido de que era ella y que no era que algo o alguien le estaba jugando una de esas malas pasadas que lastiman para siempre. Era ella, lo sabía.
Esta claro, él sabía todo lo que tenía que decirle pues la conocía en la intimidad y sabía como era y conocía también acerca de las cosas que le gustaban y fué por todo ese conocimiento que tenía de ella que no le llevó más de dos minutos que ella lo invitara a sentar en su mesa.
Charlaron largo rato acerca de la vida en general y también de como debían ellos estar juntos, y esto a ella le resultó apresurado pero él sabía que no lo era. Le contó luego de dos cafés, del almuerzo, del postre y de un par de cigarrillos, acerca del sueño, y ella no pudo creerlo al principio pero eran tantos los detalles, tanto él la conocía y tanto era el amor que les llegaba como de un lugar que solo podían hacer juntos, que terminó por creerlo y es más, terminó en un primer beso real. Ella se acerco a él por sobre la mesa y lo miró a los ojos, lo acarició y por último le dió el primero de esos besos que él había soñado. Y empezó otra vida.


La llevó a su casa a conocer a la familia y a contarle a la familia que la había encontrado, que al fin luego de muchos meses la había encontrado, que podía volver a lo de siempre aunque ahora con ella y que era feliz, pero la familia, aún cuando se sintió asombrada de manera increíble porque la había encontrado y en cierta manera muy feliz por él, estaba resentida después de tantos meses de abandono y malos momentos.
Logró hablar con todos y la secuencia fué esta: Los reunió a todos. Padres, hermanos, cuñados, sobrinos y hasta el perro y los dos canarios. Pasadas las primeras discuciones llegaron los gritos en manera de reclamo y a esto inevitablemente le continuó una gran pelea. Hubo un silencio, varios intentos de reincorporar la charla amistosa, al fin la charla... y llegó el entendimiento, y los últimos abrazos también. La reconciliación.


Nunca había podido recuperar en la memoria los últimos segundos del sueño y dicen los fabuladores que creen que el diablo ahí fué que metió la cola, pero a él no le importaba. Nada le importaba. Había conseguido todo.
Vivió todo. Todo lo que había soñado y más pasó. Los paseos, la parrillita de Avellaneda, los besos, los abrazos de domingo, los deseos de buenos días y el hijo. Eran felices como es feliz quién encuentra el Alba enamorado, felices cual deseo primero al hijo primero, felices en cada encuentro, en cada sentir y en cada sonrisa también...


Después de tanto pasar... los segundos perdidos de aquel sueño primero llegaron:
El flaco terminó muerto después de tan solo 2 años de haberla encontrado. Llegaban a casa luego de la primer salida después de nacido su hijo Franco en ese momento con apenas 4 meses. Entraron entonces Franco y su Mamá y él también había pasado a dejar las cosas del bebé pero volvió a salir para entrar el auto. En cuanto se subió, no se sabe de donde ni como, pero un pibe, uno de esos pibes que andan con los nervios de la primera vez, con el cuerpo lleno de ansiedad y la cabeza retocada por esas drogas que se meten y que te revientan en poco tiempo, apareció y sin dudarlo metió la mano por la ventana y le clavó el cuchillo en la garganta. Y tiró fuerte. Y entonces se murió. El pibe le abrió la puerta, lo agarró de los pelos, lo tiró fuera y se llevó el Fiat.


Así de rápido y desafortunado puede ser un final.

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