martes, 21 de junio de 2011
Historias de humor
Hay chicos que siempre cargan a otros chicos, siempre pasa lo mismo... y los que no cargan a nadie se ríen tarde o temprano, de las cargadas del que carga, hacia otro.
Es inevitable no cargar con un chiste a otra persona nunca. Dejémonos de joder pero para poder joder tranquilos, entiéndase. Y para mi es tan inevitable eso, como reírme cuando el chiste que resulta en cargada viene hacia mí y por eso es que me gusta tanto jugar con todo. Es tan inevitable como comer cuando se tiene hambre, porque el chiste es eso, el humor nuestro de cada día, el alimento de la risa.
Pasa con algunos de nosotros que no podemos evitarlo. Nos pasa por esa costumbre divina que tenemos de abrazar al niño para nunca perderlo y eso es lo más sano que se me ocurre hacer por mí, a no ser que un día un chiste me traiga la muerte de parte de algún intolerante homicida hijo de una gran puta, entonces ahí lo sano podría transformarse en la muerte pero bueno, son los riesgos de ser un tipo con ganas de jugar todo el tiempo y contra todo pronóstico de bien, o de mal. Si algo me mata, que sea el humor, o la consecuencia de traer al mundo algo de él. Y si no te gusta mi humor, buscate de otro tipo pero buscate uno porque si no te vas a morir. Yo una vez conocí a un tipo que no encontró el humor en su vida y se murió. Posta. Y cuidado para los que bromean olvidando que la vida va primero porque también los puede encontrar la muerte. Ojo al piojo.
Gente que con el chiste arma quilombo hay por todos lados:
Una vez vivió un hombre de apellido Guzmán que llevó el sentido del humor hasta el extremo. A Don Guzmán una de las cosas que más le gustaba era jugarla de proxeneta. Iba a bares de mala muerte a tomarse una ginebrita y a divertirse un rato. Se hacía de un compañero, le pagaba un trago, le contaba de su historia como administrador de señoras dadoras de intimidad a cambio de una suma de dinero o joyas y los mandaba donde sabía que aquel ingenuo podría encontrarse con un problema de proxenetas de verdad, para espíar y morirse de la risa solo, y filmarlo, y guardar ese video con todos los demás que tenía guardados de bromas anteriores. Los que caían siempre terminaban corridos por algún matón de cuarta o apedreados por las prostitutas. Una sola vez le salió mal ese chiste y el pobre infeliz que había caído en la trampa terminó muerto con una cuchilla de carnicero en el pecho.
Siempre defendía su humor más allá de cualquier quilombo en el que pudiera meterse como consecuencia de alguna broma, inclusive si alguno terminaba muerto, como el del cuchillo en el pecho (esos videos iban bajo el suelo, bien escondidos), porque bien sabía que inocentes siempre terminan cayendo en nombre del bien. Lo que pasaba, pasaba, y a la mierda... cuantos inocentes mueren en nombre del mal? entonces morir en nombre del bien es bueno, no?
Una vez estaba ayudando a cruzar la Nueve de julio a un ciego anciano y lo dejó en medio de la avenida y se fué corriendo al grito de "te quedaste solo cieguito maricón!!!" y nadie más cruzaba así que el ciego quedó quietito y gritando de miedo y agarrando fuerte su bastoncito, desorientado en medio de autos que lo esquivaban y bajo las miradas aterrorizadas de los peatones.
La última de sus bromas consistió en armar una secta ultra religiosa que predicaba que el fin del mundo estaba próximo.Tanto exageró que terminó todo con varios suicidios y tanto se asustó que él mismo se lo terminó creyendo y se mató.
Cipriana Demarco siempre hacía bromas a su marido acerca de como le daría su sexo a cierta clase de hombres de la que él no formaba parte y lo hacía también delante de cualquier persona, incluso de los hijos y otros de la familia y amigos. El día de su cumpleaños número 58 su marido salió enojado y dando un portazo porque ella le dijo que quería de regalo un taxi boy. Chiste, obvio, ella amaba con todo su cuerpo y toda su alma a su marido pero hacía muchos años que no lo demostraba y hacia todo mucho peor con ese tipo de bromas que era constante... Entró al rato un grupo de 6 jóvenes que la violaron y golpearon en la cara y en todo el resto del cuerpo. Por puta! le decían... tu marido nos mandó por puta! y la mataron a golpes de puño y pie y desgarrada imagínese usted donde, con la pata de una de las sillas del living.
Miguel Pérez Guiraldos no se murió, pero en los últimos tiempos le salían mal todas las bromas al pobre. Una vez se disfrazó de Travesti, y digo disfrazó porque para él los Travestis eran un mamarracho digno de fiesta de disfraces lamentable, y fué hasta palermo para ver si lo levantaba uno de sus amigos que gustaba de esos placeres morbosos pero no llegó a levantarlo... los hombrecitos trasvestidos que estaban por ahí lo reventaron a piñas y se tuvo que ir caminando casi desnudo, vestido de mujer y sin plata... y lo encontró la policía y lo metió preso... y lo violaron.
Otra vez llevó un arma de juguete de su sobrino Nicolás al supermercado y al llegar a la caja se la mostró a la cajera con una sonrisa de broma. De broma! al segundo le dijo que era una broma! y se rió pero al guardia no le importó y llamó a la policía, y lo llevaron preso, y lo violaron de nuevo.
Lo último referente a esa clase de bromas fué la que llevó la intención de ser perpetrada a su madre. Miguel la iba a buscar todos los jueves a la parada del colectivo a las diez de la noche porque los días jueves su madre iba a visitar a su tía enferma y él no quería que caminase sola desde la parada hasta la casa. Ese día se le ocurrió comprar ropa nueva color negra y un pasamontañas para pegarle un sustito a la vieja en cuanto bajara del colectivo. En cuanto llegó a la parada se puso el pasamontañas. Un vecino alertó a la policía, el colectivo se atrasó y la policía llegó antes. Lo metieron preso y lo violaron de nuevo.
Cansado de sentir en su cuerpo el ritmo de la percusión anal, se propuso dejar de hacer ese tipo de bromas y dedicarse exclusivamente a los chistes de palabra pero no lo divertían tanto y se aburrió rápido. Ahora sus momentos de chiste son sólo en reuniones familiares y por pedido del público.
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