Siempre, pero siempre, los chicos encuentran el juego en cualquier lado. Uno le deja una piedrita a un chico y con algo de imaginación se arma el mundo.
El grupo de los 7 de la calle Bouchard ente Ferré y Hector Guidi en Lanús Este, no era la excepción, a las piedritas nosotros las usábamos para tirar con la gomera a cualquier cosa que se moviera...
Los juegos que se encuentran como a la inspiración son los que requieren un mayor compromiso con la aventura.
La inconciencia infantil deja ver más allá, y por eso es que de grandes no jugamos tanto, a no ser que de a ratos dejemos ser a esa inconsciencia que en definitiva es parte de lo que somos. Como con @lavacadrogada que es el ejemplo de juego inconsciente más cercano que tengo en mis manos.
En la infancia todo estaba relacionado con el juego y el camino para llegar hasta él:
Era la primavera y crecían las hojas en los árboles, y las ramas, y las bolitas que tienen algunos árboles. Y llegaban nuevos animalitos de dios y nosotros a la espera.
Quién no cazó mariposas alguna vez?
Arrancábamos ramas con buenas ramificaciones, les sacábamos la mayoría de las hojas, y estábamos listos para hacerlas mierda.
Llegaban de a montones y de todos los colores, algunos tuvimos la suerte de vivir en una infancia que se poblaba de mariposas en primavera y verano.
Los siete pendejos desubicados las esperábamos y cuando venían, zas! de un golpe caían de a montones y las juntábamos casi siempre en un pote de helado de kilo. Todas juntas, las de todos...
Luego de la cacería les sacábamos las alas y tratábamos de conservarlas pero éramos chicos y tampoco nos importaban tanto y al rato se arruinaban y las tirábamos. Al bicho sin alas lo tirábamos antes. La mariposa es un bicho asqueroso si se lo ve de cerca.
Con las bolitas verdes que habíamos sacado y separado prolijamente de las ramas que habíamos usado para cazar a las mariposas también jugábamos. Era algo un poco más peligroso pero bueno, cosa de chicos...
Le robabámos ruleros a nuestras abuelas, Ariel le robaba globos a su mamá del quiosko y listo, Gomeras caseras y bolitas del árbol de la esquina para todos.
No armábamos grupos que jugaban a la guerra, no nos gustaba la guerra, era más bien como una mezcla entre la mancha y el quemado. Bah, era todos contra todos hasta que se acabaran las bolitas o hasta que quede el último de pie y sin rendirse.
Varios salimos lastimados con ese juego: a mi una vez me dió una en el ojo derecho y terminé en el hospital con mi tío José que me llevó rápido y tratando de que no se entere mi viejo. Me limpiaron y me mandaron a casa con el ojo en compota. Mi viejo se enteró igual y salvo una gran cagada a pedos no pasó nada, zafé.
A Juan carlos una vez le entró una en la boca y a gran velocidad, tanta que casi se nos muere del ahogo. Menos mal que había un vecino mirando sino, a la mierda con Juanca, muertito hubiera terminado.
Después eran más bien golpes en el cuerpo que dejaban marcas. Era el juego.
La guerra de bombuchas en mi barrio era espectacular. Todos los pibes. Chicos y chicas, de 7 u 8 a 20 ponele y a veces también los mayores. El barrio entero tirándose agua en baldes, bombuchas, jarras, ollas, lo que sea. Estaba buenísimo.
También juntábamos marquillas de cigarrillos y estuve alucinado con ellas hasta que mi tío José me regalo su colección tremenda de latas de bebidas de todo el mundo... fuera las marquillas, adentro las latas. Tenía una colección que para mi era increíble, más de 600 o 700 latas que el hermano, mi tío Mingo, le había traído de los países a los que había viajado. Con el tiempo se perdieron, no me acuerdo bien que pasó.
En invierno, cuando llovía mucho, se inundaba todo. Hacíamos barquitos cada uno desde su vereda y los largábamos a que aventuren ellos ya que a nosotros no nos dejaban meternos en el agua mugrienta de la lluvia. A veces nos escapábamos igual, obvio, y armábamos luchas en el agua. Manuel siempre ganaba, imaginensé lo que era si ahora mide 2,05 Mts.
Después de la lluvia y desaparecida la inundación, no sé de donde pero se asomaban unos sapitos diminutos del tamaño de una uña. Que bueno cuando aparecían! porque teníamos un nuevo juego...
En la puerta de mi casa había un árbol de esos en los que florecen unas bolitas chiquitas y moradas.
Agarrábamos un sapito cada uno y el que le metía adentro la mayor cantidad de esas bolitas, ganaba. Después los tirábamos como a las mariposas pues ya habían dado lo suyo.
Eran muchos los juegos. Inventábamos juegos como buenos infantes y muchos eran crueles pero no lo sabíamos. Mariposas con el calor y Sapitos en el invierno murieron en cantidad. Ellos se metían en el medio de nuestras ideas. Ja!
Cualquier otro juego que se haya jugado fué ocasional, no se puede enumerar con certeza la cantidad de juegos en la infancia de un pibe: soldatitos, carreras de autitos, rasti, figuritas, lopa o rango según la edad, burlas a otros pibes, burlas entre nosotros, aventurarse en terrenos baldíos y salir corriendo al primer linyera que te cruces, rin raje, quemado, juntarnos a mirar dibujos animados, hasta tomar la leche juntos era un juego.
Todo era juego y se jugaba en serio. Como debe ser.
las bolitas de paraiso y el rulero ocasionaban la mayor cantidad de estrategas en guerra de guerrillas que uno se pueda imaginar
ResponderEliminarnosotros haciamos kartings a bolilleros y nos pelabamos el lomo cuando nos caiamos en el asfalto.
insisto, de grandes nos olvidamos de la importancia de los juegos y las risas.
reirse es bueno, de los demas y de nosotros mismos
Compartimos bastantes juegos, por suerte, casualidad o certeza ineludible, compartimos también una gran parte del humor que nos lleva a interactuar en twitter. Lo que prima, creo, en el relato, es la capacidad de inventiva asociada a la escasez de recursos. Esa que hoy escasea. Un abrazo querido.
ResponderEliminar@bulisinatra
Dan ganas de agarrar del cogote a un pibe de 16 hoy y decirle. "mocoso, que haces peinado asi? sacate esos auriculares y todos esos piercings de mierda, esa ropa negra y grandota no te queda bien, y aparte te cagas de calor. Larga la compu larga la play y sali con tus amigos" todo lo que le decías al pibe venia bien hasta que te dice "no tengo amigos" Entonces comprendés que fuimos altamente bendecidos con la epoca que nos tocó para crecer.
ResponderEliminarGuau DR. rancho, gracias por dejar tu comentario. Mi post está completo ahora con los 3 comentarios que recibió. Gracias. y es cierto, tuvimos mucha suerte.
ResponderEliminarQuerido, estoy describiendo y disfrutando poco a poco, cada vez más de los relatos que entregás post a post.
ResponderEliminarY me hacés acordar a los últimos años de mi infancia en Luis Guillón cuando jugábamos todos los pibes de las únicas dos cuadras de tierra que quedaban en nuestra calle: haciéndonos los super héroes, o la figura que estuviera de modo en ese momento, corriendo carreras a pie o en bicicleta o a veces simplemente jodiendo a la vieja Elvira porque nunca nos dejaba jugar (ni siquiera pasar) por la vereda de su casa.
Creo (y pido que) nunca perdamos del todo esa inocencia, esa capacidad de cagarnos de risa, divertirnos, en fin, conectarnos con el pendejo que fuimos alguna vez.