miércoles, 21 de noviembre de 2012

La visita del viejo





Me despierto. No tengo ganas de levantarme pero lo voy a hacer igual, hay que hacer lo que hay que hacer. No todos los días, a veces es mejor quedarse un rato más en la cama, pero no hoy. Hoy hay que levantarse. No sé porqué pero lo siento. Vamos, arriba -pienso-, y en un movimiento ya estoy sentado en la cama, con los pies apoyados en el suelo. 
Ahora sí, me levanto y empiezo a caminar, torpe como el más torpe, hacia la puerta que da al living. La abro y salgo. Veo las paredes pintadas hace poco y pienso que quedó bien, que mucho quilombo pero que bueno que lo pudimos hacer. Me rasco la cabeza en un intento por recordar algo que no sé que es y no puedo. Entro al baño, hago mis cosas de mañana recién abierta y salgo de nuevo al living. Camino hasta el fondo hacia mi derecha y doy la pequeña vuelta que hay que dar para llegar a la cocina. Pretendo preparar el mate para despertar a Denise con algo caliente y ahí me lo encuentro.
-Hey!, le digo, como si todos los días hubiera imaginado ese momento (y era así).
Estaba sentado en uno de los banquitos, al lado de la bacha de acero inoxidable, con un brazo apoyado sobre ella y ya con el mate listo, cebando. 
Me mira con una sonrisa de esas que siempre me regaló y que sentí mías toda la vida. Me alcanza un mate caliente.
-Que lindo que hayas venido, le digo
Empiezo a tomar el mate mientras lo miro fijo con los ojos muy abiertos, con miedo a parpadear y perderme una milésima de segundo. 
Parpadeo igual. No me perdí de nada.
-Me dejaron
Me quedé mirándolo unos instantes mientras terminaba el mate. Se lo devolví.
- Me lamentaba de que no hubieras podido conocerlos.
- Los veo siempre.
Me sonríe. Se sirve un mate para él y empieza a tomarlo. Lo noto nervioso.
- Estás bien?
- Es la primera vez que salgo a dar una vuelta con este permiso.
- Y viniste acá.
- Hubiera elegido todas las veces venir acá la primera vez.
Se me caen lágrimas inmediatamente. No me dieron tiempo a llenar los ojos y permanecer ahí. Se llenan estos ojos y se caen estas lágrimas en apenas un segundo. Me seco la cara.
Lo miro. Está como siempre, como lo recuerdo de la penúltima vez.
- Te extrañé
- Si lo sé. Yo también te extrañé.
- Y como es?
- Raro, pero está bien. Es lo que nos toca a los que rajamos antes de tiempo.
- Te gusta?. Le hago un ademán en círculo con la mano porque le pregunto por la casa para cambiar de tema. Me alcanza otro mate. Me entiende. Me entendió siempre.
- Si me gusta. 
- Nos costó un huevo.
- Si ya sé. 
- Te vas a quedar un rato no?.
- Hasta que me hagan volver.
- Quién te hace volver?.
- No lo sé pero por lo que me dijeron funciona así. Vos salís, y en un momento volvés y a veces no te das cuenta de como.
- No entiendo.
- Yo tampoco. Por ahí si puedo venir otra vez te cuento como fué.
- Dale. 
Termino el mate. Se lo alcanzo y por primera vez mi mano roza la suya y lo siento más cerca que nunca. Como si nunca se hubiera ido, como si la vuelta esta fuera un estar acá solamente, como si nada, como si la alegría de tenerlo al lado mío nunca hubiera desaparecido y vuelto. 
Igual lo sé y esa sensación dura poco. No quiero que se vaya.
- No quiero que te vayas.
- ...
- ...
- Yo tampoco quiero irme, pero una vez me fuí, y ya está. Lo tengo que hacer de nuevo. Lo bueno es que pude volver un rato.
- Lo sé.
Silencio. Pero es un silencio cómodo. Un silencio triste, pero cómodo. Ese silencio que solo los hombres cercanos saben encontrar y en el cual sentirse a gusto.
- Y Cristina?.
- No sé, no la vi más.
- Sí, pero que pensás?
- Que es una hija de puta.
- Pobre Lidia...
- La ves?
- Siempre la veo. Te manda un beso grande, y un abrazo. Antes de salir me dijo que se había acordado de las salchichas con puré que le pedías. Que algún día te las va a preparar otra vez. 
- Decile que la quiero. Que la quiero mucho. Y que me perdone, que las últimas veces no fui porque era raro ir ahí, pero que me arrepiento, que me hubiera gustado tomar otra desición acerca de eso. Decile que la quiero mucho, repetíselo. Y que la extraño mucho. Y que extraño las salchichas con puré y que si ahora como eso siento que no es lo mismo porque no las preparó ella. 
- Le voy a decir, quedate tranquilo. 
No puedo evitar llorar. Me tapo la cara para aguantar todo esto que es agua de adentro y que se cae tanto. Y me tapo la boca. No quiero que escuchen estos ruidos inevitables. Los demás están durmiendo, y de repente me doy cuenta de que si los despierto tal vez se levanten, y todo esto desaparezca. No puedo dejar que eso pase. Respiro. 
Ya pasó.
- Cristina no fué tan hija de puta. -me dice-
- Pero lo cagó
- Si, pero estaba mal.
- De la cabeza.
- También, pobrecita. Igual fué culpa de Diego que le llenó la cabeza.
- Me dijeron.
- ...
Termina de tomar el mate, ceba otro y me lo pasa.
- Vera se parece a vos.
- Si. - se me llena el cuerpo de emoción pudiendo hablar con él de ellos- Vicente también pero es un rubiecito de ojos claros. Viste como se degeneró el gen? 
Nos reímos. Estamos felices.
- Pobrecito...
- Vos negro, el que sigue menos negro, yo morocho. Vicente polaquito. El polaquito de Avellaneda.
- Jajaja. 
- ...
- Porqué el que sigue?
- Porque todavía no termino de perdonarlo.
- Pero ahora...
- Ahora sí, pero antes. Viste como son las cosas que nunca se olvidan. Vos sabés.
- Puta que sé.
- Si siempre me ayudabas. Vos me regalabas disfraces de colores en un juego que me dejaba olvidar la ropa de grises en la realidad.
- No te entiendo.
- Sos medio bruto.
- Soy un negro bruto.
- Jajaja, no tanto. Querés pasar a verlos?
- Dale, vamos.
Se levantó del banquito, me dejó pasar y me siguió. Entramos a mi habitación, Denise todavía dormía, y pasamos a la de los chicos. Los miró dormir. Se acercó hasta quedar en medio de las dos camas y miró en silencio un poco para cada lado. En un momento se volvió hacia mí y me sonrió. Salimos.
Esta vez nos sentamos en la mesa del linving.
- Que grandes están - me dijo -
- Es increíble. Me hubiese gustado que compartan con vos.
- A mi también. Te quiero mucho.
- Yo también te quiero.
En ese momento estiró una mano hacia adelante, la izquierda, y con la otra hizo la seña de escupirse un poco los dedos y luego de frotar índice y pulgar y al final un vaivén hacia adelante y hacia atrás. Sé lo que significa. Lo miro, me río y voy hacia la caja donde guardamos las cartas. 
- Te voy a ganar -le digo-.
- Vamos a ver.
Risas cómplices. 
El viejo quería jugar al truco.
Nos reímos mucho, jugamos largo y con muchas pausas. Hablamos de todo. Hablamos de la noche en la que volví de ese viaje de fin de semana a Villa Gesell y de que cuando me enteré que se había ido salí rajando a verlo porque no podía creerlo, de las ganas de cagar a trompadas a varios de los que estaban ahí simulando despedirlo. Hablamos de las mentiras que se fueron diciendo de él y también de las verdades. Nos acordamos de cuando jugábamos al tejo en el jardín y de cuando jugábamos al truco bajo el ciruelo y también de cuando nos íbamos a dormir juntos y la mandábamos a la vieja a dormir a la otra pieza. Nos reímos mucho. Siempre fuimos felices juntos.Me dejó un par de consejos, y me regaló varios buenos deseos también. Nos acordamos de la úlitma vez que nos habíamos visto. De como él sabía que era una despedida y de como yo no tenía idea y de que por eso mismo fué que me fui un poco temprano. Lloramos un poco. Yo más, él menos porque ya se había acostumbrado y donde estaba, me dijo, es todo un poco más relajado y se acepta todo un poco mejor. Me ganó el partido. Como siempre.
- Cuídalos mucho. A los tres.
- A los cuatro -le dije-, A pipistrela también.
- Ella me vió.
- Y no te ladró viste?
- Es que no es la primera vez que me ve.
- Pero no es la primera vez que venís?
- Es la primera vez que se me hizo posible que me veas y puedas hablar conmigo.
- Entonces ya habías venido.
- Siempre vengo.
- Y yo siempre te siento cerca Abuelo.
- ...
- ...
De a poco el viejo se empezó a poner translúcido. Su cuerpo dejaba ver lo que había detrás y sentí pánico.
- Me tengo que ir.
- No te vayas. 
- No puedo. Pero vos los tenés a ellos ahora. 
- Pero te quiero también a vos.
- No se puede.
- Lo sé pero...
- Es así nietito.
- Te voy a entrañar. Mucho.
- Voy a andar viniendo siempre que pueda, aunque no me veas.
Di la vuelta a la mesa corriendo y lo abracé tan fuerte como pude. El también dió vuelta los brazos alrededor mío en un abrazo... y se fué yendo, hasta desaparecer.
Me quedé en la misma posición hasta que el vacío se me hizo incómodo. Entonces me senté. Y lloré. Y empecé a extrañarlo como todos los días desde que se fué la primera vez. Eso no lo puedo cambiar. Pero que lindo que pude despedirme. Me hacía falta.


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