miércoles, 23 de enero de 2013

6. Hermanos




-Feliz cumpleaños mi amorcito!, dice Gloria.
-Gracias Viejita hermosa, gracias Mamacita de mi corazón!
Entra Gabriel.
-Tomá pendejo, dice.
Pablo agarra el paquete que le dió Gabriel. Lo abre. Es un Walkman. Tiene un Cassette adentro.
-Gracias Gabi!, que tiene adentro?
-No sé.
-De donde lo sacaste?
-Que te importa Vieja, la cosa es que se lo traje de regalo al pendejo.
-Dejá de decirle pendejo a tu hermano.
-No me importa que me diga pendejo.
-Vos callate.
-Te gusta?
-Si.
-Me voy. Después te traigo una torta.
-No le traigas nada que la torta se la voy a hacer yo.
-Vos hacés unas tortas de mierda.
Gloria le da un cachetazo a Gabriel. Es temprano. Hoy Pablo cumple dieciocho años.
Se levanta Romina. Se acerca y lo abraza. Lo abraza fuerte. Pablo se acuerda de todos los abrazos que le faltan y casi se pone a llorar. Pocas veces es consciente de todo esto que no tiene pero necesita.
Romina le da un beso y vuelve en silencio, a su habitación.
Mientras tanto Gloria y Gabriel siguen discutiendo pero Pablo ya no escucha y sin que se den cuenta sale a la calle.
Esta calle es una de tantas de tantos barrios de clase media en la media y de fines de los noventa. Todavía en la media y con suerte.
Menos mal que salió con la mochila. Se va para el colegio pero en el camino se encuentra con Ariel.
Venía pensando en sus dieciocho años, y en cuanto le falta para poder llegar a hacer todas las cosas que quiere. Se acordaba de su Papá, casi con odio, pero con un odio que no sabía en realidad bien que era. Y piensa: a mí no me hizo nada malo.
Es la primera vez.
Ariel es uno de los pibes de la barra de los más grandes. Todos tienen más de  veintitrés o veinticuatro y hay hasta de treinta.
-Que hacés pendejo?
-Hoy todos me dicen pendejo parece.
-Es que sos un pendejo.
-Es mi cumpleaños. Dieciocho.
-Para mi sos pendejo. Escuchame. Me tengo que esconder un par de días. Guardame esto, pero no te lo tomes todo que sino me cagan a tiros.
-Que es?
-Papa pendejo que va a ser.
-Papa?
-Papa, sí. Papuza, Coca, Cocucha, Blanquita, Merluza, Mandarina, Tiza, Especial, Durita, Amiga. Cocaína pelotudo, que va a ser?
-No sabía. Yo no quiero tener nada que ver con esto.
-Vos querés que me maten a mí?
-No, Ari.
-Entonces guardamelo. Y no te lo tomes todo. Ni digas nada de esto. Tomá, hay un kilo. Mirá que la voy a pesar cuando vuelva, y si falta mucho te cago a trompadas.
-Quedate tranquilo Ari que igual a mi no me gusta.
-Probala. A vos no te gustaba escabiar hasta terminar doblado?
-Si, pero no es lo mismo. La borrachera no es drogarse.
-Es lo mismo. Vos te emborrachás para romperte. El que se droga es lo mismo, pero se rompe más y mejor. Probala y fijate.
-Bueno me tengo que ir.
-Dale, la semana que viene paso por tu casa y me lo llevo.

Pablo se sentó en una esquina. Estuvo un rato y volvió a su casa. Abrió despacio para que nadie lo escuche. Por suerte Gabriel no estaba y Romina y Gloria estaban en la habitación grande mirando la televisión.
Pablo se encerró en el baño porque ese era el único lugar de la casa en el que no le habrían la puerta sin pedir permiso.
Sacó de la mochila el paquete, lo abrió, raspó un poco, y lo aspiró. Fué la gloria, pensó, y se rió, porque se acordó de que así se llamaba su madre.
Raspó un poco más, lo metió en un pedazo de bolsa que cortó de la bolsa de basura del baño y el resto lo guardó. Fué hasta la habitación, y lo dejó arriba de la baulera del ropero. Bien al fondo, pensó, así no lo encuentran.
Agarró la bolsa preparada, el Walkman, un cassette de Pappo que le había regalado el Tío Lucas y se fué sin que nadie lo viera.
Anduvo como un loco desorientado todo el día. Caminando todo el día y escuchando el Cassette de Pappo una y otra vez sin parar. Toda esa energía nueva la caminó, ida y vuelta. No comió nada. La droga no era tan buena como para dejar pasar la comida. Apenas dejaba pasar el agua que tomó de una manguera de algún vecino que nunca supo quién era. Estaba drogado. Y así fué a comprar una ginebra para festejar su cumpleaños.
Droga que viene, ginebra que va.
Tarde llegó a la casa, a la puerta de la casa. No entró sino hasta la hora de la cena que por suerte le coincidió con la ida del efecto de todo lo que había tomado. O casi.
-Estás re loco pendejo, dijo Gabriel apenás vió entrar a Pablo
-Cerrá el orto.
-Como?
-Que cierres el orto porque te cago a trompadas Gabi.
-No seas atrevido conmigo pendejo maleducado porque te reviento la jeta.
-A ver?, vení si te la bancas. Puto.
Gabriel se hechó encima de Pablo como un huracán. Pablo se defendió como pudo.
En eso Gloria que había escuchado los ruidos llegó y se metió en el medio.
-Salí de acá vieja que a este pendejo le voy a romper el alma.
-Vos no le rompés el alma a nadie!, le dijo Gloria a Gabriel.
-Correte te dije!. Junto con esas palabras Gabriel mueve rápido y con mucha fuerza el brazo, tratando de sacar del miedo a la madre, y lo hace, pero con un golpe que le da en la nariz.
Gloria cae al piso con la nariz sangrando.
Los dos se levantan.
-Estás bien viejita?, pregunta Pablo.
-...
-Vieja!, estás bien?, Pregunta Gabriel.
-Dejensé de joder y no se peleen más, que son hermanos. Vos donde estabas?
-En la calle
Romina miraba.
Ya en la mesa y más tranquilos cantaron el feliz cumpleaños a Pablo.
Todos lo abrazaron. Los tres.
Una sola luz encendida. Solo una luz, y hacía falta una sola, pero no de esas que iluminan por la electricidad. No, no de esas que proyectan sombras sino de aquellas que abren paso e iluminan un camino elemental que cuando se vislumbra hace bien.
A pablo también le hubiera gustado invitar a algunos amigos, pero no había plata para eso.
Esa noche Pablo no quería dormir. O dormir si quería, y en realidad lo que no quería era que el Diablo fuera a visitarlo justo ese día. Entonces subió a la baulera y bajó la bolsa.
-Estás ahí pendejo?
-Que querés?
-Dejame pasar
-No
-Dale boludo dejame pasar
-Está abierto
A Pablo no le importó tener la bolsa a la vista, después de todo era el hermano y no la madre ni la hermana.
-Que tenés ahí.
-Merluza
-Todo eso es Papa?
-Si
-De donde la sacaste?
-Me la dió Ariel, para que se la guarde
-Vamos a la terraza
-Vamos.
-Nos vamos Vieja!
-Donde se van?
-A festejar el cumpleaños del pendejo a la terraza
-A la terraza?
-Si, pero queremos estar solos viejita
-Bueno, yo creí que se iban a la calle, menos mal
-Si, menos mal. Quedate tranquila y dormí que nosotros vamos a estar arriba nomás.
-Y a Romi no la invitan?
-Es una reunión de hombres. Mañana te invitamos Romi.
-...
-Vayan, y no tomen frío.
-Ja! no vamos a tener frío. Tranquila.
-Chau viejita
-Chau






5. Aventurarse






Se sientan a la mesa. 

Esperan que Domingo traiga la comida. La comida casi siempre la trae domingo. O sea, Domingo trabaja para ganar la plata para comprar comida. Domingo compra la comida. Domingo cocina lo que fué a comprar. Domingo sirve lo que cocinó. Eso los fines de semana. En la semana trabaja y entonces Gloria toma la cocina y todo lo que viene de la mano con eso, como un destino injusto pero que tiene que llevarse a cabo. No queda otra dice siempre Gloria, si fuera por mí, tomaría pastillas o comería en pasta, como los astronautas y listo.
Entonces, era domingo a la noche. El segundo domingo desde la vuelta de esta familia a su primer barrio.

-Pa, me das la sal?, dice Gabriel.
-Si mi amor
-Pa, me servís jugo?, dice Pablo
-Si mi amor
-Pa, a mi me das el queso y me servís jugo también?
-Si mi amor.
-Ja!, todos nos llamamos mi amor, dice Gabriel.
-Yo me llamo Pablo
-Y yo Romina
-Y vos Gabriel, dice Domingo, pero son mis amores.

A Pablo y a Romina les consiguieron vacante en la escuela número veintidós, pero a Gabriel no pudieron conseguirle. Durante ese año Gabriel no va a ir a la escuela.

-Están contentos de ir al colegio?, dice Gloria.
-No, dice Romina
-Yo sí, dice Pablo. Además van los chicos de acá. Daniel y Manuel van ahí.
-Aventurense.
-Gracias Pa.
-Gracias Pa.

Gloria lo mira a Domingo. No le gusta cuando los consejos de Domingo son  tan arriesgados. Arriesgados para ella, está claro. Aventurarse es dejarse ir hacia donde hay que ir, conocer lo que está por conocerse y no rechazar lo que anda en los alrededores. Aventurarse pero sin dejar de ser precavido. Domingo les había enseñado a ser precavidos, entonces ahora se tomaba el atrevimiento de incentivarlos a la aventura.
Gloria era más bien conservadora. Para ella los chicos tenían que hacer lo que les estaba asignado y nada más. Las aventuras no eran más que distracciones que entorpecían las tareas impuestas y que había que cumplir. Además eran un peligro y ella siempre tuvo mucho miedo.
Domingo no hace caso a la mirada de Gloria. Sonríe y dice: ojo que también hay que cuidarse, no vaya a ser que los enganche algún peligro.
Gloria sonríe.

-Quedate tranquilo Papi que vamos a conseguir algo para vos, le dice Gloria a Gabriel.
-Vas a ser un burro!, dice Pablo. Romina se ríe.
-Callate pelotudo!
-Bueno bueno bueno, que no se arme lío que somos una familia. Domingo cierra la charla y empieza con otra cosa.




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martes, 15 de enero de 2013

4. Ahí voy Viejita





-Arriba Pablito mi amor que preparé el mate. 
Pablo no le contesta. -Mamá se fué para la cocina, piensa.
De a poco abre y cierra los ojos. Abre y cierra los ojos. Abre y cierra los ojos. Abre los ojos. Ve. Le duele el cuerpo. Sus encuentros con el diablo, como los viene llamando él, se hicieron con el tiempo más y más frecuentes y esta vez le pegó muy fuerte. Mucho. Le duelen las axilas. El pedazo de mierda ese me colgó de las manos y me pegó en las axilas, se dice en voz baja. Pasó un tiempo largo pero todavía no puede entenderlo. Nunca le dice más que lo que le quiere decir. Ni una sola vez le dió explicaciones. Piensa que el Diablo piensa que no tiene porqué darle explicaciones a él, y también se dice que sí, que debería darle explicaciones porque es él, el que recibe todo esto. Llora, pero solo unos minutos porque no quiere que nadie lo vea. A sus diecisiete años Pablo es un viejo que solo sabe sufrir. Un borracho que todavía no sabe que es un borracho.
Se seca las lágrimas. Arriba.
-Ahí voy Viejita, dice, y pasa al baño.
Se lava la cara, despacha su necesidad. Al final lava sus manos y sale. Choca.
-Que te pasa pelotudo?, pregunta Gabriel.
-Perdoná Gabi
-Chupame un huevo pendejo
-...
-Correte
Pablo se corre a un costado. Gabriel pasa. 
Va hasta la cocina. Mamá no está. Pero Mamá tiene que estar. Mamá está. No acá, pero está. Se asoma por la ventana del patio. Lo espera con mate y bizcochos.
-Donde están todas las fotos?, pregunta Pablo, y siente algo que no sabe qué es todavía pero que lo va a acompañar para siempre como parásito enfermo que controla todo, como una larva que crece y se reproduce y consume todo a su paso.
-...
-Ayer quise ver algunas. 
Quiso ver el pasado pero no sabe que viendo fotos poco puede saberse y entenderse. Hablando. Hablando sí. Solo tiene que encontrar a quien quiera ayudarlo con las palabras.
-Tiré todas las fotos de Papá, dice Gloria.
No lo ayuda. Por primera vez se le nota a Gloria en los ojos la furia. 
-...
-...
-Ya pasó mucho tiempo.
-Igual con esto se termina. Las tiré para borrarlo de todos lados.
-Si ya lo borramos igual. No hacía falta tirar las fotos que también nos mostraba a nosotros.
-No importa.
-A mi sí.
-...
-...
-Tomate un mate.
-...
Pablo chupa de la bombilla. 
Es la primera vez desde que Domingo se fué, que Pablo siente que tiene una parte en el alma a la que le faltan palabras y sobre todo le faltan certezas. Certezas de que haya estado bien que pasara lo que pasó. Es una duda que dura un suspiro y que deja pasar como si nada hubiera sucedido, pero duda al fin. Le va a durar poco. Va a aprender a dejar pasar esta duda y las que vayan llegando, como al colectivo que lo lleva al colegio cuando pasa lleno. Y no le va a importar.
-Me voy a la escuela, dice. 
-Chau hijito, que tengas lindo día.
-Vos también viejita, cuidate mucho.



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jueves, 10 de enero de 2013

A mi Abuelo



El cielo se aleja. La negrura envuelve esta poca brisa y me deja sin aliento. 
Sus alas de mañana fueron, entre la brisa dorada del sol, un espejismo de amor.
Mariposas muertas, colores pálidos. 
Los ojos dan lo que no quieren.
Y sin embargo todo parece serenarse de a poco, aunque cambie de forma.

El alba deja lugar a este día que llega. Las luces se multiplican aceleradamente.
Sus alas brillantes son, entre perlas de mar y caballos salvajes, una casa llena de vida.
Luciérnagas, danza serena pero arremolinada. 
Los ojos tienen lo que antes no daban.
Es la vida que se renueva. Uno se va, otros vienen.

Y lo sé. A veces puedo saberlo todo. 

Y a veces no sé nada, y además puede no importarme nada.

Y puedo extrañarte sin metáforas. Extrañarte. 




miércoles, 9 de enero de 2013

La previa y el periodista exagerado





Buenas tardes hermosísimo público, estimadísimos oyentes. Estoy hoy en este estadio fantástico de la ciudad de Lanús para contarles lo que será de este encuentro y lo que es de esta previa que esta dando que hablar.
La gente va llegando al baile señores, esto ya empezó a ser una verdadera fiesta de domingo y nadie se la quiere perder. Lloran los ángeles que no están hoy en esta fiesta interminable.
Todavía no salieron los jugadores pero la cancha esta casi llena y esperando por estos dos equipos que no tardarán en salir y en dar a sus fanáticos un gran espectáculo. Miren! miren a ese hombre trepando el alambrado, parece que quiere llegar al cielo señores!. 
Les cuento a los que no pueden verlo que hay un nene juntando papelitos para tirar a modo de festejo en cuanto sus ídolos aparezcan en el campo de juego y dos o tres locos locos locos que ya andan amenazando a la hinchada visitante con acertarles golpes de cuchillo. Se les nota porque portan las herramientas con los brazos bien en alto para que todos los vean. Estas cosas hacen del fútbol algo que no se ve en ningún otro lugar del planeta. Es increíble!. Los extras, en las tribunas, hacen del fútbol el mejor deporte de todos los tiempos y todos los mundos y todas las galaxias señores, y no hablemos de universos porque si nos vamos a cualquier otro universo seguramente no podríamos encontrar algo tan grande, tan increíble, tan desbordante de alegrías, tristezas, esperanzas, expectativas, tan lleno de todo lo que se puede sentir, el alma puesta en una cancha de fútbol, que digo!?, miles de almas puestas en una cancha de fútbol y esperando por la fiesta del siglo que se arma cada domingo. Este domingo es especial como todos los domingos en los que un balón recorre un campo de juego mientras tanto todas las voces escupen emociones, cantos de vida. Y escuchen señores!, escuchen la viva voz de la hinchada, y la alegría que generó ver llegar a la hinchada. Esto es una fiesta señores! llega entonces y como dije recién, y sepan disculparme, se me atraviezan miles de sensaciones increíbles y las palabras se me tropiezan y las ideas y todo, porque esto, esta cancha, esta gente, esto que se siente hoy en Lanús, es increíble. La primer hinchada decía, con bombos, platillos, trompetas, banderas, y las mejores canciones futboleras que se puedan escuchar en el universo entero. Entran cantando una canción, seguramente salió espontáneamente de alguno y todos lo siguieron porque el fútbol es así, es arte y el arte es creatividad constante, ideas, e improvisación, una manera de ver los espíritus creativos a través de una canción. Escuchen señores, escuchen!. Esta es la canción que los locales regalan a los visitantes a manera de recibimiento y de regalo del alma: La concha de tu madre All Booooooyss!, la concha de tu madre All Booooooyss!, les vamos a quemar Floresta la re puta madre que los re pariooooooo. La concha de tu madre All Booooooyss!!!, la concha de tu madre All Booooooyss!!!, los vamos a matar a todos la re puta madre que los re parioooooooo!!!!. 
Hermoso!!!, Hermoso!!! la creatividad puesta al servicio de las hinchadas de fútbol señores! la letra!, es increíblemente descriptiva, y la melodía Doña, escuchela, repítala, yo seguramente no voy a poder dejar de cantarla sino hasta que no comprenda más las palabras, hasta que me ponga viejo y la esclerosis múltiple o la demencia señil no me lo permitan. Es una canción memorable que seguramente regalará miles de alegrías a quienes la canten. Y será interminable. 
Si pudieran ver lo que estoy viendo desde el palco de periodistas señores no tendrían dudas de que esto es una fiesta de dioses y heroínas, el lugar en el queMOMENTO, está entrando la segunda hinchada y parece que hay disturbios con la policía. Se escuchan disparos, la gente se hace chiquita lo más cerca del suelo posible y hay corridas como pocas veces se ve! algunos de la hinchada intentan calmar las cosas con la policía, al parecer habrá diálogo, ya no corren, parece que los disparos cesaron, la policía se acerca y si señores, hay diálogo, como tiene que ser, en todo fiesta puede haber algún que otro disturbio pero el diálogo nunca puede faltar, y además, si no fuera por los diturbios entonces no habría reconciliación, como en cualquier pareja. Y se sabe que las reconciliaciones son lo mejor de la vida, entonces arriba los disturbios!. Esto es UNA FIESTA y están todos invitados. La gente vuelve a cantar, los árbitros ya están en el campo de juego y se infló la manga para que salga el primer equipo. 
Y ahí sale el primer equipo!, la gente enloquece, escuchen cantar! y los papeles en el viento!!! y sale el segundo equipo y la segunda tribuna sale a matar con la voz en alto vitoreando a su equipo también y esto ya es un duelo de tribunas más que de fútbol. No paran!!!. Niños, madres, hombres de cualquier edad, hasta perros hay que quieren ver el partido señores, y esto van a ser 90 minutos de puuuuuura emoción!!!.




martes, 8 de enero de 2013

Enero






Enero. Tengo miedo. Mucho. No estoy pensando en el miedo. Lo estoy sintiendo. Siento el miedo como un pasajero oscuro que me tiende la mano pidiendo que lo acompañe hasta las mismas entrañas de la desolación.
Hace un rato pensé en meterme en la bañera, abrir la ducha, tapar el desagüe; dejar que se llene mientras me mojaba e inundaba, y yo, tirado en posición fetal, llorando. Llorando de miedo. Pensé que así podría haber desagotado de mi alma algo de este miedo que no me deja respirar calma. 
No lo hice. No va a servir de nada, pensé. Siempre pienso que las cosas que creo que pueden ayudarme no van a servir de nada. Terminar actuando de esa manera siempre es una forma de autodestruirme. Algo leve, una forma de autodestrucción livianita digo, porque en realidad soy un cobarde. Si no fuera un cobarde enfrentaría este miedo que tengo en el medio de mi cuerpo y de mi alma y saldría a reventar la cabeza del hijo de puta que me está haciendo sentir esto.
Ayer hablé con Papá pero a él tampoco se le ocurre mucho más que a mí que es por ahora nada. No es el Papá de antes. El Papá de ahora es otro. Él todavía tiene miedo pero es valiente. Con el Papá de ahora somos bastante parecidos. No mucho, quiero decir: somos valientes por partes y de a ratos. A él le dan miedo muchas cosas y es valiente en algunas, y yo, tengo miedo y puedo pensar y hacer planes pero no terminar actuando. Solo puedo ser valiente en  momentos desesperados. Ahora no estoy desesperado, tengo mucho miedo, pero todavía no están llegando los momentos desesperados. La desesperación es mucho más de lo que puedo llegar a nombrar.
No sentía un miedo tan verdadero como este desde que nacieron mis hijos. Su llegada me llenó de miedos. Miedo a la muerte, mi muerte, a no llegar a conocerlos. Me acuerdo que quise grabarles mi voz y algunos consejos por si me disparaban a la vuelta de la esquina. Por las dudas me decía. No lo hice. Me convencí a mi mismo que hacer eso era dejar sonar el teléfono de la desgracia hasta que se cansara y me atendiera. No quería que me atendiera así que dejé de llamar y hasta ahora las cosas van bien. Pude dejarlo pasar, al miedo, gracias a ellos, mis hijos y la mujer que me acompaña. 
Este miedo que cargo ahora no puedo dejarlo pasar. Porque este miedo no tiene que ver con ellos y no es una paranoia mía. Este miedo es real, y si bien el miedo de antes también lo era, porque hoy en día en la calle a uno le puede pasar cualquier cosa, no es lo mismo. Este miedo real de hoy tiene que ver con perder, pero no con perderlos a ellos. No con perder a mis hijos ni a la mujer que es mi compañera.
Podría estar a punto de perder a un hermano. A mi hermana.
Perder a mi hermana sería perder parte de la vida. De toda la vida que me pasó. Tengo miedo de perder parte de la vida, siempre me da miedo pensar en eso. Pero esta vez tengo más miedo, terror, es eso. Estoy casi aterrorizado de que esta hermana que tengo la pierda toda. No de que se muera y la entierren. Lo que me asusta de verdad es que se muera pero que siga viva. La muerte en vida. Lo peor es morirse y seguir vivo. No quiero perderla. La amo demasiado. Muchos la queremos de esa manera. 
La veo enferma. Está casi ciega. No sé si no es que en realidad quiere estarlo. No quiero que quiera estar ciega porque va a terminar sin soles, y también sin nuevos buenos días. Mi hermana es esclava, es parte de lo que fué. Es solo una parte que tengo que hacer salir, porque está en algún lugar, dentro de su alma. Ella esta ahí. Yo la veo. Podemos verla. Ella se deja ver también un poco. Algo hay que hacer. No puedo seguir siendo un cobarde y pretender que cargo con la ilusión de que se va a dar cuenta y se le va a dar vuelta para bien la vida algún día. No. Esta vez hay que hacer algo. Esta vez voy a hacer algo. 
Este miedo no puede quedar así hasta que sea desesperación, desolación, angustia, culpa irremediable. 
Una vez estuve así y por lo mismo. Hace muchos años pensé, después de casi la locura, que iba a estar bien. Hoy no, ya no hay posibilidad más que la de erradicar el cáncer de una vez y para siempre. 
No puedo ver como hacerlo sin hacerlo de una manera drástica y definitiva pero algo voy a encontrar. Alguna manera habrá. 
Esta vez no hay tiempo para rendirme ni para acobardarme porque puede ser al final, demasiado tarde. Tarde no. Nunca. 




lunes, 7 de enero de 2013

3. Pablito y el barrio nuevo





Una mañana casi al mediodía mi Papá me dijo que habían vuelto unos vecinos que hacía rato se habían ido. Me dijo que tenían un hijo de mi edad, y yo pensé que era bueno que hubiera un pibe nuevo porque por ahí era un futuro nuevo amigo. Pero también pensé que es eso de querer volver al lugar del que te habías ido. Las vueltas a un mismo lugar, y de esto no me di cuenta sino hasta muchos años después, pueden traer los mismos problemas que lo que en principio te hicieron partir. O más.
Yo no estaba muy convencido de ir a ver a esa gente. Si bien estaba emocionado por la llegada de alguien nuevo al menos para mi, al barrio, en ese momento estaba dando de comer a mis pájaros y si suspendía la tarea y porque pájaros tenía muchos, tal vez se me olvidara por donde iba. Los pájaros son animales viciosísimos, unos más que otros, como todos los animales, y si les das de comer demasiado, comen demasiado. Eso nunca es bueno para nadie. 
Mi viejo me miró con una de esas miradas que nunca se le da a un hijo. Él podía hacer esas cosas, de hecho solía hacer esas cosas cuando estaba como estaba la mayoría del tiempo. 
La cosa es que claro, terminamos yendo. Cuando volvimos tuve suerte y me acordé por donde había dejado la tarea de darle de comer a los pájaros y ninguno se alimentó demás. Amaba a esos pájaros, creo que porque me los había regalado casi todos y junto con las jaulas, mi padrino. Esa era la manera que tenía yo de pasar tiempo con él, porque la verdad es que no lo veía mucho. Cuatro o cinco veces en el año y gracias. Mi padrino era uno de mis ídolos, y en realidad la mayoría de los hombres que eran buenos conmigo cada vez que me veían eran uno de mis ídolos. 
Lo que a veces hace falta en casa uno lo va encontrando en los alrededores. Siempre es así. Otras cosas no se encuentran nunca.
Cuando llegamos a la casa de esta gente nueva estaban los dos en la puerta. Padre e hijo. Domingo y Pablito. Después me enteraría que en esa familia eran tres más. Ellos: hermano, hermana, y Mamá, estaban adentro o no estaban.
La casa nueva de la familia Candiano estaba en la esquina de casa, en la misma manzana, y Domingo le estaba levantando las paredes al patio que daba a la calle.
Pablito estaba mirando a la nada, sobre una de esas paredes que Domingo levantaba pero que todavía le daba la altura como para servir de asiento.
-Domingo!, dijo mi Papá.
El hombre andaba concentradísimo poniendo ladrillo sobre ladrillo de manera perfecta. De alguna manera la voz de mi viejo se filtró por algún canal en la cabeza de Domingo y entonces este lo escuchó. Dió vuelta la cara para donde estábamos nosotros, soltó una sonrisa amiga y dijo, -Cantina!, tanto tiempo!. 
Haber escuchado que llamaba cantina al hombre al que yo le decía Papá me extrañó, porque además no había escuchado nunca que nadie lo hubiera llamado así. Ni siquiera asocié que le decía así por su relación con el alcohol.
La cuestión es que domingo bajó de la escalera y se acercó, le dió un abrazo de los que se dan a los viejos conocidos, le agarró la cara y mirándolo le preguntó como estaba y que lo veía bien y todas esas cosas que alguna gente dice como premisa de la cordialidad a uno que hace mucho no ve.
-Este es tu pibe?, pregunta.
-Si, el más grande. Daniel. Le dice.
Domingo me da la mano, como a los hombres, y eso a mí me hace sentir bien. Tengo once años y un señor mucho mayor que yo me da la mano y me larga un Que tal, que a mi me hizo sentir grande.
-Pablito!, vení hijo!, dijo. Y Pablito se levantó y empezó a caminar hacia donde estábamos nosotros.
En ese momento vi que la pared que levantaba domingo estaba con los ladrillos apoyados desde el lado más flaco y cuando después le pregunté a mi viejo porqué la estaba levantando así me dijo que de esa manera ahorraban plata y siguió haciendo lo que estaba haciendo que creo que era jugar con mi Atari. Al par de días, cuando llegó de visita mi abuelo, le pregunté por lo de la pared porque no lo había entendido y entonces me explicó el tema del espacio que ocupa el ladrillo y de como para levantar los mismos metros de pared, ubicando los ladrillos de canto, se usa menos material. 
-y no se cae?, le pregunté.
-No, pero no se la aguanta tanto como con los ladrillos puestos al derecho, me dijo.
Tuve miedo. Hoy me acuerdo y pienso que cuando uno levanta una pared, lo tiene que hacer al derecho porque sino se cae, como todo, inevitablemente, y antes de tiempo.
Pablito llegó donde estábamos y no saludó, entonces Domingo lo presentó y lo saludó a mi viejo con un beso, y a mi me dió la mano. Otra vez me sentí grande. Creo que los dos nos sentimos grandes saludándonos como gente grande. Nos sonreímos. Nos alejamos un poco mientras nuestros padres se quedaban conversando.
-Y?, le pregunté.
-Y qué?, me dijo.
-Que si te gusta el barrio.
-No sé, recién llegamos. Mi Papá me contó que antes vivíamos acá, pero hasta que yo cumplí cuatro y después nos fuimos a vivir a Ensenada.
-Capaz que te gusta. Los pibes de la cuadra son buenos. A la tarde si querés te paso a buscar y salimos a jugar.
-Dale.
Nos quedamos un rato en silencio. Yo nunca me había quedado en silencio con nadie de mi edad pero no me resultó extraño. Pablito tenía algo que te hacía quedar tranquilo con el silencio. Creo que con él aprendí que el silencio es también un buen compañero, incluso sentado al lado de alguien más.
Mi viejo pegó el grito para que me vaya a casa con él y entonces le dije a Pablito que después de comer lo pasaba a buscar y me contestó que si, que me esperaba. 
En ese momento no sabía porqué pero me hacía sentir bien tratar de hacer sentir cómodo a los que veía desubicados en su lugar. Hoy todavía es algo que me hace sentir bien, pero hoy sí sé porqué. Si el más desubicado en su sitio era yo y nadie me ayudaba, porqué yo no iba a tratar que nadie más sintiera como yo?. Cosas que enseña la vida temprana que se lleva en grises a quienes pueden recibirlo: el sufrimiento no es para que uno deje llegar al resentimiento. Además, y es un poco egoísta también, ver lo desubicado del alma y de la razón en alguien más, servía de reflejo. Y la puta que lo parió, yo no quería espejos que me hicieran ver.
Después de comer mi viejo se fué a dormir. Mi Mamá estaba trabajando, y mi hermana estaba con mi abuela haciendo no sé que cosa.
Lo fui a buscar a Pablo, y salió la Mamá: -Está pablo?, le dije.
-Hola lindo, quién sos?, me pregunta.
Inmediatamente siento vergüenza por no haber saludado primero y lo nota y sonríe, entonces me dice -Le voy a decir que lo estás buscando.
Safé, no sé de qué pero safé. Parece una buena mujer.
Lo espero unos minutos y entonces Pablito sale con una sonrisa. 
-Vamos?, me dice.
-Adonde?, le contesto.
-Donde vos digas, yo no conozco nada.
-Vamos a buscar a los pibes.
-Mi Papá me dijo que cuando éramos muy chicos algunas veces jugamos juntos.
-No me acuerdo.
-Y yo tampoco




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miércoles, 2 de enero de 2013

2. Pablo y la voz





Pasa un rato tratando de ver, sin ver. Tratando de escuchar sin poder escuchar. Tratando de sentir, y esto sí que puede hacerlo. Pablo siente que alguien lo está observando. Siente que alguien le está jugando una mala pasada, un juego de roles del cual ahora mismo no sabe cual es ese rol que le está tocando, o sí, pero no puede verlo. 
A veces la represión es más fuerte que cualquier argumento de la consciencia para hacerse cargo de las cosas y no es que Pablo mereciera estar ahí, no es que las cosas se den siempre porque tienen que darse ni porque sean merecidas, sino que a veces todo lo que pasa, nos toca aún siendo alguien más el responsable.
Viento. Siente una leve brisa que viene desde atrás.
-Es aliento, piensa. Respira hondo.
Abre la boca. Ahora puede abrir la boca y sin querer se le escapa una sonrisa. No puede creer que ahora puede abrir la boca. Tal vez en algunos minutos pueda hablar también. Entonces abre la boca, pero apenas separa los labios. No importa, eso quiere decir que por ahí puede pasar viento y si puede, entonces tal vez pueda decir algo, llamar a alguien.
Intenta producir algún sonido pero es difícil. Lo sigue intentando, hace fuerza. 
Sigue tratando sin parar y le duelen los huesos de la cara, y le duele la garganta que no suena, que no dispara una pregunta precisa. Ni siquiera una sola palabra.
Calla. Pero calla lo que intenta decir y no lo que está diciendo porque en realidad no dice nada. Piensa en eso y es cuando siente que está perdiendo algo o todo, y no sabe y entonces siente el peso de sus pocos años como si fueran todos los que le quedan por vivir. 
Pablo no puede con todo esto que le tocó, pero le tocó y ya no hay vuelta que valga.
Un intento más se dice. Y siente de nuevo lo que piensa como un aliento que lo espera desde atrás. Es una brisa de hielo que parte las caras  de quienes lo enfrentan en una noche de frío polar.
Abre de nuevo la boca, un intento más vuelve a decirse. Piensa en la palabra, en la única palabra. El diafragma responde, los pulmones se ajustan, y aire pasa entre las cuerdas vocales. Entonces puede.
-Porqué!?, pregunta. Y no espera una respuesta.
Silencio. Un silencio negro como la negrura del espacio en el que se encuentra.
-Porque sos un hijo de puta. Le contestan. 
La respuesta le llega como un susurro al oído, despacio y suave. Como si todos los secretos en el mundo fueran entre Pablo y esta voz que aparece.
Los pelos de la nuca se le erizan y el escalofrío le recorre toda la columna vertebral y se desparrama por todo el cuerpo. El centro de todo lo que es está congelado. Pablo siente terror, por primera vez en la vida conoce lo que es estar aterrorizado.
-Quién es?, pregunta pero apenas le sale un hilo de voz y tiene que repetirlo para que suene.
-Quién es?, vuelve entonces a preguntar.
Piensa en el payaso casi de inmediato. La imagen que ve es la del payaso que vió una vez en televisión cuando tenía ocho años. 
-El que te viene a decir que tu vieja es una puta.
-Mi Mamá no es ninguna puta!, retruca gritando Pablo, con una valentía que no es suya en ese momento.
-Tu vieja es una puta y una hija de puta. Y vos sos un hijo de puta nene, un hijo de puta.
Pablo tiene los ojos hinchados y los labios apretados a punto de escupir fuego, como cuando se pone rabioso en uno de esos ataques que a veces tiene y que no puede controlar.
-Que no!, dice, y está llorando.
En un segundo se queda sin aire. Acaba de recibir una trompada en las costillas del lado izquierdo del lado de atrás. Es terrible y le duele como ningún golpe le dolió antes. Le duele más que la vez que se cayó de la medianera de la casa de Ensenada que tenía casi tres metros de altura.
Piensa en la muerte. Piensa que se va a morir, que tiene quince años y que lo van a matar. Sigue pensando en que fué lo que lo llevó a estar ahí pero no puede entenderlo.
-Dejame tranquilo!, grita pero no es una orden sino una súplica.
Respira agitado y esperando que le vuelva de a poco el aire, y a poco de poder lograrlo, otra trompada en el mismo lugar, y otra del otro lado también en las costillas. Y risas, ahora se escucha que ese que habló se está riendo, y es una risa perversa, es una risa que está disfrutando, que se está divirtiendo con lo que vino a hacer.
Pablo cree que no puede más pero no sabe que puede mucho más, y que todavía le queda mucho tramo de este camino.
Le cae una gota por el medio del ojo. Está transpirando tanto que las gotas caen indiscriminadamente por toda la cara y ya las lágrimas se confunden con las gotas de transpiración. Unas de un miedo triste, otras de un miedo nervioso.
-Tu vieja es una puta malparida. Repite lo que sea que ande atrás de pablo.
Vuelven las risas por un segundo y enseguida un silencio y otra vez un golpe. Esta vez es a la altura de los riñones y Pablo siente una punzada increíble que casi le hace perder la consciencia, pero lo anima o mejor dicho lo despabila otra trompada furiosa, más furiosa que las demás que fueron cayendo, bajo las costillas, del lado derecho y lo hace doblar más allá de cualquier atadura que pueda llevar. 
Pablo está retorcido del dolor de los golpes, pero más le duele el miedo por esto que pasa y que no entiende.
-Porqué?, pregunta Pablo y esta vez lo dice ya no rabioso, sino más bien hundido en la tristeza de saber que definitivamente algo anda mal. Muy mal.
-Ya te lo dije. Tu vieja es una puta. Y por segunda vez fué un susurro al oído.

Pablo despierta abriendo los ojos tanto como puede, como casi nunca cuando se despierta. Está en su cama y le duele mucho el cuerpo. Baja los pies y se sienta. Se abraza la cabeza y la lleva hasta las rodillas. Respira hondo. Cuando se para le duele a un costado y se mira apenas girando el cuerpo. Siente mucho dolor. Tiene una marca. Recuerda la risa perversa y esas palabras que no quiere pensar. Se encierra en el baño y llora.


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Más para contar





Y hoy sigo escribiendo. Parece que hoy tendría cosas para contar que quiero contar. 
Lo que me pasa ahora es que ando pensando en que porqué escribir si siempre publico las cosas con la desconfianza y el miedo que trae pensar que puede se una mierda lo que acabo de escribir. Y me contesto: porque sí, y porqué no?. Porque me gusta escribir aunque más no sea para sacarme las cosas de encima. Y las cosas pueden ser cosas que pienso como ahora, o ideas que me caen, como en los cuentos que vengo publicando desde hace unos meses. Lo bueno de escribir es que no me desbordo, o sea, no me caigo de mi mismo.
Además escribir está tremendo: uno dice cosas que le van rebalsando y al final, se siente livianito. 
Decía que escribo y publico más allá de la desconfianza en mi mismo acerca de lo que escribo. Entiendo que no soy un escritor pero tampoco un no-escritor. Entonces, que mierda soy?: un tipo que escribe para decir algo. Y qué?. No sé, y no me importa. O no me importa porque no lo sé, que se yo… A veces se pone difícil de explicar la cosa. Y a veces no hay nada que explicar. 
El tema es que me pican los dedos y tengo que hablar por ahí, por los dedos. Y se me ocurren algunas historias y practico la descripción de algunas cosas que pasan en esas historias que me caen o que supe observar en algún lugar. 
La verdad es que solo hago esto que me gusta hacer. Y también disfruto y me dejo ser afuera de mi mismo cuando hago canciones, pero ahora con dos chiquitos en casa que se me tiran encima de la guitarra cada vez que la agarro (y tengo cuatro guitarras en casa y no hay caso, siempre encima de la que tengo yo) casi que no se puede, pero calculo que ya van a aprender que me tienen que dejar tocar tranquilo un rato jajaja. 
Entonces decía: hago lo que me gusta hacer que es decir, aunque como también dije, no sé que es lo que digo pero solo hasta que lo estoy diciendo. Desde ahí sí que sé. Cuando empiezo a decir sé que es lo que estoy diciendo. 
Ahora mismo por ejemplo estoy diciendo que una de las cosas que más disfruto de mí es que me encanta decir cuando tengo que decir, y que no puedo evitar contar cosas que quiero contar.
Por eso es que escribir me da cosas buenas, mas allá de si me leen diez o quinientos. Y está claro que está mejor si me leen quinientos porque lo que digo se comparte más y el tema de andar diciendo y publicando por ahí lo que se dice es con las ganas de compartir esas cosas que se piensan o esas ideas que se caen.
Si no es por compartir no escribiría nada. Lo mismo daría pensar. Y si lo mismo diera pensar no le haría caso al picor de los dedos cuando tengo algo que decir y me sentaría en silencio, a pensar un rato. Y me guardaría las cosas adentro, o sería uno de esos insoportables que no paran de hablar con cualquiera que le dé un segundo de atención y que se vuelven pesados y que por lo menos a mí, a veces, me dan ganas de darles un par de cachetazos.
Entonces escribo. Y como dije antes, las cosas que escribo me parece que pueden ser una mierda, pero no lo sé en verdad, porque lo escribí yo, y después de pasar corrección y releer y reescribir y dar por terminado un relato me parece que ya está, y que está bien y entonces cuando ya no es mío porque está vivo por si solo me cae la duda y la puta madre que lo parió. Pero está bien, porque cuando escribo una canción me pasa lo mismo y eso ya había aprendido a aceptarlo y andaba por la vida conforme con eso. Entonces con mis cuentos debería ser lo mismo no?. 
A veces doy vueltas sobre lo mismo sin llegar a ningún fin. 
Da lo mismo. 
Lo que quiero decir es que contar está bueno. Todos tenemos que contar un poco de algunas cosas. 



Feliz día nuevo





Empieza un año nuevo y no sé porqué a mi me parece que es lo mismo. O sí se porqué: porque es lo mismo. 
El tema de renovar las cosas que hacemos y de tener nuevas esperanzas y nuevos proyectos lo tenemos que tener encima como algo constante, como un ir y venir de las ideas todo el tiempo. No esperar a que algo externo, como ser que empieza un año nuevo, nos venga a hacer sentir que las cosas pueden cambiar, porque las cosas pueden cambiar en abril, o en septiembre junto con el nacimiento de las flores de la nueva temporada, o pueden también no cambiar nunca. Depende de nosotros y de lo que hagamos para eso. 
Si lo pienso mucho, pero mucho, hasta podría llegar a aceptar que algunos busquen un lugar nuevo a partir de algo que podría ser un empuje. Muchos de nosotros necesitamos que nos den un empujoncito, uno chiquito aunque sea, para poder cambiar algo o mucho, no sé. Pero solo si lo pienso mucho. Sin embargo y para que quede claro, no soy de esos que tienen planes para futuros inmediatos o distantes todo el tiempo, de hecho no soy un tipo de muchos planes y podría pensarse que entonces todo lo que dije antes es al pedo pero no: que no sea así no significa que no pueda pensar que así puede ser mejor. Lo que si soy y lo que si hago es pretender cambiar todo el tiempo que no es lo mismo, y aunque no me salga siempre.
Si no hago planes en junio porque no me sale no quiere decir que no sea lo mejor hacer planes en cualquier momento para no tener que esperar ese empujoncito que pretende ser el año nuevo que comienza. Que se yó, por ahí lo mejor es que las cosas sean hoy para ver que pasa mañana. 
A veces todo es muy confuso pero a la vez muy claro.
Ahora que lo pienso mejor mientras voy escribiendo esto que no es nada más que algo que pienso ahora (porque mañana o dentro de un rato puedo permitirme pensar otra cosa respecto a la misma cuestión) yo tengo planes a futuro, que tal vez no sean nacidos desde mí pero que si son míos. Convivo con una mujer que idea planes, y eso es fantástico. Ella ocupa su rol y yo, ocupo el mío. Uno de los principales roles que ocupa, más allá de ser una gran madre, es la de planear. Y lo hace muy bien. Tal vez por eso yo puedo relajarme un poco y seguir como siempre en la vida, sin planear demasiado, porque además armando planes soy malísimo y me salen siempre como el culo porque no pienso en los pormenores que son los que en definitiva hacen que el plan en cuestión prospere. 
Entonces, mi mujer hace planes para la familia, y juntos los llevamos a cabo.
Yo, claro, tengo otras responsabilidades y por eso es que andamos juntos, porque somos complementarios. Otra que las almas gemelas, ja!, nosotros somos almas complementarias. Eso lógicamente, nos trae incontables quilombos, porque muchas de las veces no estamos de acuerdo, pero también nos trae mucha confianza y buenos momentos, porque sabemos que lo que no hace uno, no lo hace porque sabe que el otro se encarga. 
Así, nos ahorramos los dos momentos desagradables y fastidiosos por tener que hacer las cosas que no nos salen bien y que al otro sí. En fin, tengo una gran compañera de ruta. Y dos pibes que si los hubiera inventado, jamás de los jamases me hubieran salido tan bien como salieron, porque son lo mejor que hicimos y estamos haciendo juntos. Una maravilla maravillosa y maravillante que nos da luz en cualquier zona de oscuridad. 
Me fui de las primeras líneas pero que se le va a hacer, es así como se llega a lugares nuevos o por lo menos como pienso yo que se llega a lugares nuevos, haciendo camino, o palabras en este caso y ahora mismo.
Y volviendo vuelvo a decir, que adelante, que los años nuevos son todos los días y que aunque parezca positivo también es negativo, y bien está decir que si no es negativo también es una cagada, porque todos positivos, sabemos los que algunas vez lo pensamos, que hacen negativos insuperables aunque las matemáticas sean tan exactas y digan lo contrario.
Que sean entonces buenas y malas para que compense y para que todas las cosas de la vida sean más entretenidas y nos permitan superarnos para aprender a saltar obstáculos.
Feliz día nuevo todos los días para todos los que quieren que todos los días sean nuevos. Y que más da?, feliz año para los que necesiten el empujón de un nuevo calendario para reorganizarse la vida.